Luis García Berlanga: la muerte de su hijo y otros dramas del rey del cine español
Se cumplen cien años del nacimiento de uno de los genios indiscutibles de nuestro cine. Recordamos su vida y su obra a través de varias anécdotas que las marcaron
Si decimos 'berlanguiano' o hablamos del imperio austrohúngaro en clave irónica, cualquier amante del cine sabrá perfectamente a qué nos referimos. Las películas de Luis García Berlanga, entre las que se cuentan maravillas como 'Bienvenido Mr. Marshall' o 'El verdugo', fueron un reflejo de la parte más oscura del franquismo; críticas de apariencia ligera que poseían una sonrisa congelada en la boca; un retrato de la 'España eterna' consumida por sus pequeñas miserias y una rancia dictadura.
Sus repartos corales, sus planos secuencia y su estilo castizo son reconocibles por cualquier cinéfilo que se precie de serlo. Y lo seguirán siendo muchos años más pese a que ya han transcurrido cien años desde el nacimiento del propio Berlanga, justo este sábado 12 de junio.
Pese a que muchas de sus películas muestran un gusto casi felliniano (su cine tenía ciertas conexiones con el de Federico Fellini, entre ellas el deseo por la voluptuosidad femenina) por la figura de la mujer, en su vida personal fue hombre de una sola: María Jesús Manrique de Aragón. Con ella contrajo matrimonio en 1954, tal y como recordaba ella misma en una entrevista reciente para 'Vanity Fair' en la que, con cierta sorna, bromeaba con la posibilidad de ser la 'viuda nacional' en alusión a uno de los títulos más famosos de su marido. "Los Berlanga eran muy raros. Nada de boda ampulosa, dijeron. Me casé con un traje de chaqueta y un sombrerito", recordaba, haciendo mención al cameo que hizo, también vestida de novia, en una secuencia de 'El verdugo'.
Luis y ella tuvieron cuatro hijos: José Luis, dedicado a la producción televisiva y a la hostelería; Jorge, periodista y escritor; Carlos, músico y compositor, y Fernando, locutor y presentador de radio.
De todos ellos, el más conocido fue Carlos, al que España debe algunos de los himnos más reconocibles de la Movida madrileña. 'A quién le importa' o 'Perlas ensangrentadas', canciones que todos hemos bailado con alguna copa de más y que convirtieron a Alaska en un rostro reconocible, salieron de su privilegiado cerebro. Guapo, de ojos claros y apariencia tímida, Carlos formó parte de grupos como Kaka de Luxe o Alaska y Dinarama. También probó éxito en solitario con discos como 'El ángel exterminador' (1990) o 'Indicios' (1994). Artista polifacético, también hizo las veces de pintor con una obra tan insólita y especial como él mismo. Su temprana muerte a los 42 años, en junio de 2002, fue uno de los más duros mazazos que vivió su familia.
El todavía joven Carlos falleció a causa de una afección hepática. Curiosamente, esa sería la misma enfermedad que acabaría con la vida de otro Berlanga (Jorge, otro hijo del cineasta, murió por las mismas razones en 2011, un año después de la muerte del propio director). Hombre de pocas palabras, hermético y con un talento descomunal, parece que nuestro país aún no ha acabado de percibir cuánto le debe a muchas de sus canciones. "Su éxito me hizo muy feliz. Cuando era niño, me llamó el director del colegio solamente para decirme que era un genio. Y era verdad, lo mismo pintaba que cantaba o componía", recordaba su madre en 'Vanity Fair'.
El día de su entierro, el habitualmente desenfadado Berlanga tenía un rictus serio. El cineasta acudió al sepelio de su hijo desconsolado y protegido bajo un paraguas, acompañado por otro de sus hijos. A la despedida de Carlos Berlanga acudieron desde una triste Alaska junto a Mario Vaquerizo a Concha Velasco o Miguel Bosé. Todos ellos glosaron el talento artístico del joven Carlos a pie de tumba.
De la Guerra Civil a la literatura erótica
Aquella fue una muerte que dolió a don Luis, un hombre que había sacado partido a lo lúgubre en sus propias películas. Tal y como refleja Manuel Vicent en su última novela, 'Ava en la noche', en la que Berlanga aparece como otro personaje más, la historia de 'El verdugo' nació de una anécdota real: el ajusticiamiento de una envenenadora. Fue una de las muchas inspiraciones reales que acabaron en la ficción de sus películas y de los guiones de su habitual colaborador, el también genial Rafael Azcona.
De hecho, el joven Berlanga vivió una juventud digna de una novela de aventuras. Desde su participación en la Guerra Civil siendo apenas un adolescente (fue destinado a la 40 División de Carabineros de Nieto pero tuvo la suerte de permanecer en el botiquín, y no en combate, gracias a la intermediación de un médico amigo de su familia) a su alistamiento en la División Azul. Esto último lo hizo, según sus propias palabras, para salvar a su padre de una muerte segura, ya que había sido condenado y finalmente se libró por los pelos.
Otra de las características de la biografía de Berlanga fue su afán por coleccionar literatura erótica. Lector incansable acerca del sadomasoquismo o el 'bondage' cuando el españolito medio ni siquiera sabía lo que era eso, el director llegó a acumular más de 3.000 títulos referentes a esos temas en su biblioteca personal. Unos años después de su muerte, y por iniciativa de su familia, esos libros se subastaron a través de la casa de subastas El Remate. Curiosamente, no hubo nadie que pujase por ellos, ni siquiera los más fieles berlanguianos.
Marcado por el alzhéimer en los últimos años de su vida, Berlanga vivió un largo fundido a negro mientras era cuidado por su familia y apoyado por los que más lo querían. En sus últimos meses de vida, aún pudo recibir el cariño de un público fiel que no le olvidaba. Cuando se inauguró en Madrid una sala con su nombre, apenas pudo articular un 'os quiero' que sonó a despedida final por parte de un cineasta que había sabido radiografiar lo humano con la precisión de un cirujano. A nadie le sorprende ver retazos de su cine en el de Álex de la Iglesia o en series como 'Aquí no hay quien viva' o 'La que se avecina'.
La influencia de sus películas dan la medida de su importancia en la historia de nuestra cinematografía. De 'Plácido', la que hoy se considera su obra culmen, dijo Ángel Fernández Santos que es una de las mejores películas que se han hecho "sobre el vacío, la frustración y la inexpresividad que reposa bajo la incontinente verborrea". Probablemente no exista una mejor definición del carácter de los propios españoles, esos a los que Berlanga supo retratar con la mano maestra de un cínico de gran corazón.
Si decimos 'berlanguiano' o hablamos del imperio austrohúngaro en clave irónica, cualquier amante del cine sabrá perfectamente a qué nos referimos. Las películas de Luis García Berlanga, entre las que se cuentan maravillas como 'Bienvenido Mr. Marshall' o 'El verdugo', fueron un reflejo de la parte más oscura del franquismo; críticas de apariencia ligera que poseían una sonrisa congelada en la boca; un retrato de la 'España eterna' consumida por sus pequeñas miserias y una rancia dictadura.