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Mariló Montero y sacar pecho
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VICTORIA EN LOS TRIBUNALES

Mariló Montero y sacar pecho

Mi más sincera enhorabuena a la señora Montero por la sentencia y al juez por su criterio y contundencia. Espero que sea el camino para acabar con estas vejatorias prácticas

Foto: Ilustración de Mariló Montero. (Jate)
Ilustración de Mariló Montero. (Jate)

No podemos sacar pecho. Ha habido sentencia condenatoria y fotos al cajón. El típico entretenimiento de domingos, y domingas, de ver tumbadito en la cama todas las fotos y vídeos acumulados durante la semana en whatsapp no podrá contar con la presencia estelar de la Montero. Una verdadera pena y un acto judicial egoísta e imperdonable porque desde el absoluto desconocimiento procesal intuyo que el juez de la causa reclamaría y contemplaría las finalmente delictivas instantáneas.

Foto: Mariló Montero, montando en un patinete eléctrico. (Clipper)

Quedarán en sede judicial los destacados volúmenes de la presentadora revalorizando su valor cada semana que pasa. Mal ha de ser que no quede descolocado un día en su tránsito de archivo. Justo junto a alguna fotocopiadora durante el tiempo preciso para que uno que pasaba casualmente por allí, y sin ánimo de filtrar material sub judice, haga unas inocentes copias que acaben en manos de otro inocente mensajero que aporte con su servicio de traslados a la cadena de valor que finalmente reconoce algún poco escrupuloso medio. Como demostración de la posibilidad y el atractivo del hipotético caso, ya andan por ahí rulando poses pretendidamente confusas de otra 'milf' que han requerido del pertinente desmentido de la periodista, quedando, por cierto, más que justificado el enfado mostrado, ya que Mariló aparenta estar mucho mejor que la protagonista del falso filtrado.

placeholder Mariló Montero, en El Hormiguero. (Cordon Press)
Mariló Montero, en El Hormiguero. (Cordon Press)

Un acto judicial poco solidario con la curiosidad masculina, y supongo que alguna femenina, si no fuera por el nimio detalle de que realizaron el reportaje anatómico sin el consentimiento de la portadora de tan atractivo busto. Parece no haber playa suficientemente recóndita ni estrategia vacacional tan sigilosa como para que no te llegue un malintencionado hurtador de intimidades, se parapete tras exótica sombrilla e inmortalice tus menos morenas partes. Ambos aspectos, la lejanía y la discreción, parecen haber sido determinantes en la motivación de la sentencia. La aguerrida periodista ha acreditado pericia jurídica al conseguir no solo la incautación de las publicables pruebas del delito, sino también una condena económica a la altura de sus senos. 360.000 euros acreditan la altura y el buen estado de los susodichos.

Sin ser una condena firme, al contrario de cómo se intuyen sus dotes, parece argumentada la causa hasta el punto de que también se ha admitido a trámite proceso penal contra la agencia y sus representantes. El hecho delictivo pendiente de juicio es el de revelación de secretos, secreto a voces en este caso, que amenaza con cinco años de prisión a los actuantes. Espero que hayan guardado alguna copia en su móvil porque puede que se les hagan largos.

El caso es que no podemos sacar pecho. El indiscutible criterio del mercado demuestra que la caza de pezones femeninos en safaris fotográficos sigue siendo demandada. Si se intuye además resistencia de la retratada, dificultad añadida en su acoso o avistamiento y, sobre todo, si resulta por primera vez cazada, el valor del trofeo puede alcanzar un precio disparatado. Y eso es porque hay demasiados tíos apostados móvil en mano –nótese el singular- curioseando, babeando o fantaseando a costa de la pobre retratada. La notoriedad adquirida por el medio, hecha eco toda la parrilla televisiva, la publicidad adjunta, el tráfico de datos, deben generar lo suficiente para que les sea rentable ese ejército de furtivos que se ceban aún más en la persecución de las especies más protegidas.

placeholder Paparazzi. (IStock)
Paparazzi. (IStock)

Yo mismo no puedo sacar pecho. Confieso que sería de los que lo vería. Mano sobre mano, eso es cierto. Me refiero a que en pleno derroche de vaguería de domingo. Ese ya clásico espacio semanal, tan banal como adictivo, del que no consigo desengancharme, en el que reviso el chat del equipo de rugby, el “futsal en la tierra media”, el de “tertulia con huevos”, el “porrísima”, “poliamor”, “la partida del cinturón” y un largo etcétera de grupos de WhatsApp en el que solo se libra de la omnipresencia de féminas ligeras de ropa, algunas ligerísimas también de cascos que diría mi madre, el de “Don Bosco grupo scout 313”.

Ahora que reflexiono, me doy cuenta de que hay domingos que me cuesta un par de horas la revisión del material. Cada semana me resulta más abundante. Y variado, que no todo es exhibición de espectaculares especímenes en tradicionales poses de calendario de antiguo taller mecánico. La timidez, o viejuna educación digital con la que cuento, me impiden abandonar ninguno de los grupos en los que me reclaman, lo que me da una muestra suficientemente amplia para poder aventurarme a la clasificación de las fotos y videos que, desde que cogí esta penosa costumbre, me vienen arruinando medio domingo.

Esbozo una clasificación primigenia sin ánimo enciclopédico no sin amenazar con su futuro desarrollo. Existen cuatro clases fundamentales de archivos: humorísticos, aspiracionales, políticos y masturbatorios. Hay un quinto tipo con el que no transijo y del que puedo hablar muy poco: el morboso. Conozco su existencia porque algunos se camuflan durante unos primeros segundos clasificables en cualquiera de las anteriores categorías y, al revelarse, me dejan terrible sabor de boca durante un buen rato. Evidentemente cada categoría tiene grupos y subgrupos que permiten una clasificación pormenorizada de la que quizá algún día demos cuenta.

placeholder Mariló Montero, en una imagen de archivo.(Getty Images)
Mariló Montero, en una imagen de archivo.(Getty Images)

Dejo constancia de mi reprochable relación con WhatsApp sin pretender que resulte atenuante de la confesión realizada. Esa que acredita mi doble condición moral, mi hipocresía. La que me impide un posicionamiento contundente y sin fisuras sobre el derecho a la intimidad en estos casos. Por supuesto que me alegro de la sentencia, la celebro, la justifico y la entiendo. Por supuesto que abomino toda actividad audiovisual que tienda al reparto indiscriminado de carnaza. Reniego de los absurdos contenidos con los que nos bombardean y en los que nos fijamos. Y es que ahí precisamente está el problema, en que nos fijamos.

Mi más sincera enhorabuena a la señora Montero por la sentencia y al juez por su criterio y contundencia. Espero que sea el camino para acabar con estas vejatorias prácticas. Mi más sincera enhorabuena con el rubor que me da el convencimiento de no poder asegurarla que en el caso de que hubieran circulado no estaría también ahora felicitándola por sus atractivos pechos.

No podemos sacar pecho. Ha habido sentencia condenatoria y fotos al cajón. El típico entretenimiento de domingos, y domingas, de ver tumbadito en la cama todas las fotos y vídeos acumulados durante la semana en whatsapp no podrá contar con la presencia estelar de la Montero. Una verdadera pena y un acto judicial egoísta e imperdonable porque desde el absoluto desconocimiento procesal intuyo que el juez de la causa reclamaría y contemplaría las finalmente delictivas instantáneas.

Mariló Montero
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