Lucía Serrat y Leticia Vergara Urquijo presentan su marca: Belulila
Conocemos en exclusiva a Lucía Serrat, la nieta más desconocida de Joan Manuel Serrat, que apuesta por la moda vintage de la mano de su mejor amiga Leticia Vergara Urquijo
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Hace más de quince años, dos niñas se encontraron por casualidad y hasta hoy no se han separado. “Recuerdo perfectamente aquel día, a Lucía le gustó mi camiseta y nos las intercambiamos”, cuenta con emoción Leticia. “Parece un pequeño detalle pero en realidad significa mucho”, recalca Lucía. Y así es: ninguna en aquel momento fue consciente de que esa pasión por la moda les uniría hasta convertirse en mejores amigas y ahora también socias.
Resulta sorprendente que nunca hayan dado una entrevista y, aunque ambas hacen hincapié en su discreción, a través de su marca de ropa vintage Belulila vamos a poder adentrarnos en la historia de estas dos jóvenes emprendedoras. “Este proyecto nos está haciendo romper muchas inseguridades que teníamos”, dicen prácticamente al unísono.
Hotel Meliá Castilla, Casahari, Max Mara, Estée Lauder…
Leticia (24) es diseñadora gráfica y publicista, trabaja en Casahari, el proyecto que fundó Inés Ybarra, y también junto a su madre en Galería Mercedes Urquijo con una experiencia previa en lugares de la talla de Max Mara y Estée Lauder.
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“Lucía y yo siempre nos hemos movido mucho. Cada sitio donde hemos estado nos ha aportado cosas que ahora podemos aplicar a Belulila. Hemos tenido experiencias laborales muy distintas y por eso hacemos el tándem perfecto”, explica.
Lucía (23) es organizadora de eventos y estudió Hospitality Management, trabajó en un hotel en Budapest y posteriormente en el Hotel Meliá Castilla. “Lo que más me llamaba la atención era la organización de eventos y el Meliá Castilla era el hotel que más eventos acogía de toda España”, cuenta, recordando con mucho cariño aquella etapa que dejo atrás para trabajar en su actual empresa, MICE Catering.
Un nombre en forma de homenaje
Hace un año, Lucía se enfrentó a la pérdida de la hermana pequeña de su mejor amiga que ella sentía parte de su familia. “Cuando era pequeña y veía una libélula decía: ¡he visto una belulila! Por eso, cuando decidimos crear la marca, quise ponerle ese nombre a modo de homenaje”. Emocionada, recuerda: “en la misa de su funeral, contaron que el significado de la libélula es dar una segunda vida”.
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“Son esas sinergías mágicas que a veces se crean y todo cobra sentido. Nuestro objetivo con la marca es dar una segunda vida a las piezas que escogemos”, dice Leticia.
Aunque las dos coinciden que en España la cultura Vintage está resurgiendo, cuando ellas pensaron en crear la marca aún no había ninguna tienda de jóvenes que ofreciera este producto. “En ese momento solo estaba De su padre y de su madre, que está enfocada en chaquetas”, cuenta Lucía.
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Ambas descubren la magia de la ropa pre-loved en sus respectivos viajes de intercambio. Lucía viaja sola a Budapest y Leticia a Chile. “Alucinamos porque en los dos sitios había muchas tiendas de segunda mano. Nos pasábamos horas mirando ropa y nos la mandábamos. Cuando llegábamos aquí con cosas que nos habíamos comprado, no paraban de preguntarnos que dónde las habíamos conseguido”, cuentan. Y fue entonces cuando vieron que quizás podrían convertirlo en un negocio real.
La importancia de las raíces
“Viniendo de una familia de anticuarios relacionados con el mundo del arte, siempre me han inculcado la importancia y el valor de lo antiguo. También que es mejor tener una prenda buena y bien cosida que veinticinco más mainstream. De hecho, me considero una apasionada de la moda, no de las tendencias” explica Leticia.
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Sin embargo, Lucía no tenía ese ejemplo en casa, aunque gracias a su abuela lo descubrió: “Le encantaba coser y ella nos inculcó la importancia de una buena tela. El poliéster es cien por cien plástico que te pones en el cuerpo. Después yo sola he ido forjando mi propio gusto y estilo porque en casa a mi madre la industria no le interesa especialmente y mi hermana Luna y yo tenemos gustos completamente diferentes”.
Cuando recuerdan a sus abuelas, comienzan a hablar sobre las prendas que encuentran hechas a medida: “antes todo lo hacían a medida e incluso era una cosa generacional. Las hijas se hacían la ropa donde sus madres… era lo normal y natural porque no existían las cadenas que hay actualmente. Ahora todo lo hecho a medida suele tener unos precios desorbitados y no compensa”.
Por eso, se pasan horas y horas buscando esas piezas únicas que ya no se encuentran para poder ofrecerle a sus clientas un producto exclusivo y original con el que se sientan especiales.
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Prendas que actualmente pueden encontrarse a través de su Instagram @belulilavintage. “Para nosotras tiene una gran importancia el proceso creativo y la estética. Le dedico mucho tiempo a la dirección artística y luego cuando algo sale como lo he imaginado, la satisfacción que siento es increíble” expresa Leticia con ímpetu mientras Lucía añade: “En eso Leticia es muy perfeccionista, de hecho estamos en constante crecimiento y aprendizaje por lo que siempre es prueba y error. A veces le dedicamos mucho tiempo a una idea o creamos un contenido que finalmente nunca llegamos a subir porque no nos encaja”.
La experiencia Pop-Up
Nuestra larga conversación va llegando a su fin y las dos creadoras de Belulila ríen y se emocionan acordándose de su experiencia cuando hicieron un pop-up. “Fue ahí cuando sentí realmente que lo que habíamos creado era real”, recuerda Lucía, y continúa Leticia: “La emoción que sentimos cuando veíamos que la gente compraba y compraba fue una pasada. Es precioso vivir eso y hacerlo de la mano de una amiga que prácticamente es como una hermana”.
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“Nada más amado, que lo que perdí”, dice una de las estrofas de 'Lucía', la canción de su abuelo Joan Manuel Serrat que lleva su nombre. Ella, Lucía, ha transformado esa estrofa en un amoroso homenaje a aquella niña (que para ella siempre será eterna) que llamaba a las libélulas “belulila”, el nombre su marca. El proyecto con el que Leticia y ella salvan piezas únicas que en vez de caer en el olvido pasan a convertirse en eternas…
Hace más de quince años, dos niñas se encontraron por casualidad y hasta hoy no se han separado. “Recuerdo perfectamente aquel día, a Lucía le gustó mi camiseta y nos las intercambiamos”, cuenta con emoción Leticia. “Parece un pequeño detalle pero en realidad significa mucho”, recalca Lucía. Y así es: ninguna en aquel momento fue consciente de que esa pasión por la moda les uniría hasta convertirse en mejores amigas y ahora también socias.