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Una escapada a la Ibiza más desconocida
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Una escapada a la Ibiza más desconocida

Existe una Ibiza diferente, tranquila y relajada que en invierno se manifiesta como refugio de quienes buscan el encanto de la isla para centrarse en su particular y rica gastronomía

Foto: Ibiza. Vista desde el puerto pesquero
Ibiza. Vista desde el puerto pesquero

En invierno, Ibiza muestra una cara tan tímida e inocente que hasta parece ajena a los días de fiesta y las locas noches de verano capaces de conquistar a los más ‘cool’ del planeta. Junto al puerto deportivo pasan desapercibidos vibrantes locales como Heart de los hermanos Adriá o, Sublimotion de Paco Roncero, ahora con letreros apagados aguardando a la siguiente temporada. Hoteles como Pachá o el Ocean Drive con vistas a la bahía, disponen de habitaciones de lujo a mitad de precio. Hay huecos libres en bares, terrazas ‘punteras’ del puerto y restaurantes tradicionales que mantienen su cocina abierta durante todo el año.

En los meses fríos, el ritmo de la isla se ralentiza pero ni se detiene ni impone renunciar a la belleza de sus paisajes, al reposo de Dalt Vila, corazón histórico de Ibiza que sobre la colina y dentro del recinto amurallado representa su estampa más pintoresca; y, a la calma de sus pueblos. Algunos viven anclados al pasado como Sant Agnès de Corona con una Iglesia del siglo XVIII, la tienda de un artesano del cuero y dos bares, Can Cosmi, famoso por las tortillas de patatas con verduras de María, que mantiene anexo el colmado con la estética de los de antaño. Muy cerca, Pla de Corona, la cara menos conocida de la isla, rural, la de tierras fértiles que favorecen el cultivo de vides, higueras, olivos y cereales que sirven de pasto para las ovejas. A finales de enero y principios de febrero, esta llanura de tres kilómetros cuadrados se transforma en un bello paisaje blanco de almendros en flor.

No hay visita sin picoteo o comida para conocer la gastronomía local. En San Carlos (Plaza de la Iglesia) está Ca n’Anetta de cocina sencilla y económica con tapas en la barra como la frita de pulpo o de cerdo, y carta con pasta, tortillas, huevos estrellados, sardinas y otros productos del mar y la tierra, desde chuletillas de cordero a entrecot, hamburguesas o pinchitos. Mantienen la fama conseguida en los años 70 los bocadillos de jamón serrano con pan tostado y tomate del Bar Costa de Santa Gertrudis.

Sa Caleta, en la Playa de es Bol Nou, Sant Josep, es para disfrutar de la cocina tradicional marinera: ‘espardenyes’, pescadito ibicenco frito, sardinas a la plancha, parrilladas de marisco, el típico ‘bullit de peix , caldereta de langosta o cigala, paella de ciego o guiso de mero para rematar con un café de la casa que es una queimada casera muy popular creada hace medio siglo por el padre del actual propietario.

Ya en el centro, en el paseo Vara del Rey, hay dos restaurantes destacables.

Ca n’Alfredo por sus platos clásicos ibicencos como el gallo de San Pedro al horno, ‘sofrit pagès’, paella ciega, borrida de rajada (guiso de raya) y los de temporada como el ‘cuinat’ de verduras. Sa Brisa (en el nº 15) tiene el mérito de apostar por una cocina de autor con recetas que rescatan especies marinas del Mediterráneo ignoradas en los mercados locales. Es el caso de la ‘brótola’, ‘palaya’ o el ‘negrito’, un sabroso pescado que recuerda al pez mantequilla.

Rinden homenaje a razas autóctonas como el cordero o el ‘porc negre’ con el que elaboran embutido casero y otros bocados exóticos al paladar y que componen una carta de platos y tapas para compartir. Sorprende la puesta en escena y la estética con la que presentan ceviches, croquetas, hamburguesa de pichón, tarrina de manitas de cerdo o quesos locales.

Puede rematar el día en la discoteca Pachá o en el teatro Pereira al ritmo de alguno de sus conciertos de jazz.

En invierno, Ibiza muestra una cara tan tímida e inocente que hasta parece ajena a los días de fiesta y las locas noches de verano capaces de conquistar a los más ‘cool’ del planeta. Junto al puerto deportivo pasan desapercibidos vibrantes locales como Heart de los hermanos Adriá o, Sublimotion de Paco Roncero, ahora con letreros apagados aguardando a la siguiente temporada. Hoteles como Pachá o el Ocean Drive con vistas a la bahía, disponen de habitaciones de lujo a mitad de precio. Hay huecos libres en bares, terrazas ‘punteras’ del puerto y restaurantes tradicionales que mantienen su cocina abierta durante todo el año.

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