Receta de buñuelos de calabaza: el postre más crujiente del otoño
Su color anaranjado nos recuerda que se trata de una elaboración propia de la temporada. ¿Te atreves a preparar estos dulces de apariencia leve y sabor contundente?
Este dulce que data de la época de los romanos aparece en recetarios de Catón o Apicio en el siglo I de nuestra era. Era un dulce servido en las Calandas de Marzo, fiestas que celebraban el despertar de la Naturaleza. Se popularizó en la península ibérica gracias a los árabes que los vendían en puestos callejeros bañados en miel.
Con el otoño, esta variedad de buñuelo elaborada con calabaza aúna el sabor dulce de la hortaliza, un toque de naranja y una textura aérea y crujiente con muy poco aporte de azúcar añadido.
Preparación: 20 minutos Dificultad: media Coste: barato Comensales: 6
Ingredientes
- 125 gramos de harina
- 300 gramos de puré de calabaza cocida
- 1/2 cucharadita de levadura química
- 2 huevos
- 25 gramos de azúcar
- Ralladura de la piel de una naranja
- Una pizca de sal
- Aceite de girasol para freír
- 2 cucharadas de azúcar glas
Elaboración
- Separa las yemas de las claras de 2 huevos.
- Monta las claras a punto de nieve con unas varillas eléctricas. Cuando vayan espumando, incorpora el azúcar en lluvia para hacer un merengue.
- Añade entonces las yemas y mezcla con delicadeza.
- Incorpora el puré de calabaza cocida al merengue. Ralla la piel de naranja y mezcla con movimientos envolventes.
- Añade la harina tamizada mezclada con la levadura y mezcla de nuevo.
- Caliente aceite de girasol en una sartén. Forma bolas de masa y fríe en el aceite muy caliente.
- Escurre bien y espolvorea los buñuelos con azúcar glas.
El truco final
Cambia la calabaza por puré de boniato. Sirve los buñuelos con chocolate caliente o con una salsa de frutos rojos.
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Este dulce que data de la época de los romanos aparece en recetarios de Catón o Apicio en el siglo I de nuestra era. Era un dulce servido en las Calandas de Marzo, fiestas que celebraban el despertar de la Naturaleza. Se popularizó en la península ibérica gracias a los árabes que los vendían en puestos callejeros bañados en miel.