Una familia nada tradicional en la embajada

El actual embajador de Francia en España, Jérôme Bonnafont, no tiene nada que ver con su antecesor. El lunes abrió las puertas del territorio francés en Madrid para presentar a la prensa española al nuevo consejero de comunicación, Philippe Richou. Una convocatoria reducida y muy selectiva, distinta a las que se organizaban con su anterior colega, que casi siempre tenía como fondo un asunto lúdico. El lunes se habló de Siria, de la operación del Rey y del triunfo de Merkel. Pero también hubo tiempo para hablar de algunos asuntos personales del embajador. Por ejemplo, que su llegada a la embajada con su nueva familia suponía un cambio en la estructura tradicional de los embajadores. La cabeza visible de Francia en España se instalaba con su pareja de hecho, un caballero de nacionalidad india con quien comparte la paternidad de un menor de edad que se ha acostumbrado perfectamente a la vida de Madrid. El embajador, que cuando llegó a la capital sabía muy poco español, ahora lo habla correctamente, gracias a las tres horas diarias que le dedica junto con una profesora. El día de la reunión con la prensa comentaba que el pequeño le corregía con sus equivocaciones. “Estamos muy contentos y el niño se ha adaptado perfectamente a su nueva vida. Es muy sociable”, según ha reconocido a Vanitatis.

Bruno Delaye, su antecesor, era fiestero por naturaleza. Conocedor de los garitos más cool y los restaurantes de moda de la capital, le gustaban los toros, alternar y piropear a las mujeres que se encontraba en su camino. Todo esto en el apartado lúdico y social. En lo político, Delaye, hombre de confianza de Sarkozy, tenía un gran peso en Francia y España. Su marcha supuso un cambio de tercio y muchos de sus amistades españolas suspiraron por el cambio.

En noviembre de 2012, Bonnafont, de 52 años, aterrizó en Madrid. No hubo fiesta de presentación y su llegada fue cauta. Es hombre discreto y así lo ha demostrado a lo largo de estos meses. La embajada de la calle de Serrano era su segundo destino diplomático, tras cuatro años en la India, también como jefe de la diplomacia, y unos años en Kuwait. Fue en la India donde conoció a su pareja, Danny Lalrinsan, quien le acompaña en las fiestas y reuniones sociales de la delegación. “No hace ostentación, pero tampoco tiene que esconder nada. Es una persona muy inteligente, con un curriculum espectacular y su pareja es muy agradable y sabe lo que tienen que hacer. No hay diferencia con el papel de la mujer de un embajador. En ambos casos hay un titular y una o un consorte, como es este caso”, aseguran los que le han tratado.

Impecable en el vestir, Jérôme Bonaffont es el perfecto dandy. Le gusta el campo y es un entendido de la ópera. Acude habitualmente a los concierto del Teatro Real e incluso viaja a París o a Roma cuando hay una buena interpretación. Su vida transcurre sin altibajos, más allá de los propios del cargo, y la dedicación absoluta a su hijo de seis años y a su pareja, que es un entusiasta de la jardinería. Una de las anécdotas más curiosas tiene que ver precisamente con esta afición. En la entrada del recinto hay una plantación de maíz y maceteros con trepadoras, jazmines y alegrías que antes no había y que, se supone, son la dedicación de la pareja del embajador.

Bonnafont es licenciado en Ciencias Políticas y Administración de Empresas. Fue secretario de Embajada en Nueva Delhi, encargado de misión en la Dirección de Asuntos Económicos y Financieros del Ministerio de Asuntos Exteriores, consejero en la Embajada de Kuwait, consejero de Naciones Unidas en Nueva York,jefe del Servicio de Asuntos Internacionales del Ministerio de Medio Ambiente, asesor técnico y portavoz de Gobierno con Chirac, embajador en India, director del Gabinete del Ministro de Estado y Ministro de Asuntos Exteriores como último destino, antes de aceptar el cargo como embajador en España.