Si sientes ira esta es la mejor manera de gestionarla, según los expertos
Perder el control en un momento de ira puede traer consecuencias que luego lamentamos. Aprender a gestionarla es clave para responder con serenidad y claridad
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Todos hemos experimentado momentos en los que la ira nos invade de manera inesperada. Una discusión en el trabajo, un malentendido con un amigo o incluso algo tan trivial como que alguien intente colarse en la fila del supermercado pueden desatar una reacción emocional intensa. Sin embargo, aunque la ira es una emoción natural y, en ocasiones, necesaria, gestionarla de forma adecuada nos permite evitar conflictos innecesarios y mantener el control en situaciones complicadas.
Según explica la experta en gestión emocional Sonia Díaz Rois, comprender qué sucede en nuestro interior cuando sentimos ira es clave para manejarla de forma efectiva. "Darse cuenta de lo que pensamos cuando estamos sintiendo nos aporta mucha información sobre nuestras necesidades, preferencias y límites, y es ahí donde podemos trabajar bien nuestra gestión emocional", señala la especialista. Esto nos permite conocernos mejor y responder de manera más adaptativa en futuras situaciones similares.
Una de las primeras estrategias para gestionar la ira es centrarse en la respiración. Cuando nos dejamos llevar por esta emoción, el cuerpo reacciona aumentando la tensión muscular, acelerando el ritmo cardíaco y elevando los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Tomarse unos segundos para respirar profundamente envía una señal de calma al cerebro y ayuda a equilibrar el sistema nervioso, tal como explica la experta.
Otra técnica efectiva es cambiar el enfoque mediante una pausa consciente. En el momento en que sentimos que la ira comienza a apoderarse de nosotros, es recomendable dar un paso atrás, ya sea de forma física o mental. Si es posible, alejarse de la situación por unos instantes puede marcar la diferencia. Desviar la atención hacia algo neutro, como los sonidos del entorno o la sensación de los pies en el suelo, permite salir del "túnel" emocional en el que nos hemos metido y recuperar el control antes de actuar impulsivamente.
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Por último, prestar atención a los pensamientos es fundamental para evitar que la ira se intensifique. Muchas veces, lo que realmente alimenta esta emoción no es el hecho en sí, sino la interpretación que hacemos de él. "Las emociones son neutras y se convierten en positivas o negativas dependiendo de los pensamientos que las acompañan", apunta la experta. Cuestionar si estamos exagerando o "echando leña al fuego" con nuestro diálogo interno nos ayuda a relativizar la situación y a gestionar mejor nuestras reacciones.
La clave para manejar la ira no está en reprimirla, sino en aprender a canalizarla de manera saludable. Aplicar estas estrategias no solo nos permite evitar conflictos innecesarios, sino que también nos ayuda a mejorar nuestra inteligencia emocional y nuestra relación con los demás. Y, como en cualquier aspecto del bienestar, si sentimos que la ira nos desborda con frecuencia, acudir a un especialista puede ser una gran ayuda para aprender herramientas más específicas y adaptadas a nuestras necesidades.
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Todos hemos experimentado momentos en los que la ira nos invade de manera inesperada. Una discusión en el trabajo, un malentendido con un amigo o incluso algo tan trivial como que alguien intente colarse en la fila del supermercado pueden desatar una reacción emocional intensa. Sin embargo, aunque la ira es una emoción natural y, en ocasiones, necesaria, gestionarla de forma adecuada nos permite evitar conflictos innecesarios y mantener el control en situaciones complicadas.