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Breve lección de historia para Meghan Markle: sus retos y su papel en la monarquía
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Breve lección de historia para Meghan Markle: sus retos y su papel en la monarquía

Al cabo de dos décadas, parece evidente que el progresivo resquebrajamiento del rígido protocolo británico pasará también a la historia como uno de los legados de Diana Spencer

Foto: Harry y Meghan Markle. (Reuters)
Harry y Meghan Markle. (Reuters)

Históricamente, en Europa, las monarquías han sido generalmente la avanzadilla de los valores que conformaban el comportamiento de la sociedad, ejerciendo en muchas ocasiones el papel de guardianes de la tradición, habitualmente al margen de los nuevos rumbos que anidaban con más o menos brío en el corazón de los pueblos. Ha habido, lógicamente, excepciones clamorosas, cuyo icono más sobresaliente es el asalto a la Bastilla parisina. Pero, en términos generales, la realeza europea se sentía en la cúspide del buen hacer y el mejor pensar.

Aunque existen precedentes significativos, se entiende que es a mediados del siglo pasado cuando las familias reales europeas comienzan a tomar en serio su otrora protocolario interés por escudriñar los ingredientes del código de valores que rige en la sociedad a la que, ahora sí, comprenden que deben servir.

Monarquía con vocación de servicio

Quizás hoy se puedan calificar de tímidos, pero en su momento fueron muy valientes las iniciativas que pusieron en marcha, con este renovado mandato de servicio, por ejemplo, Balduino y Fabiola en Bélgica. O Pablo y Federica en Grecia… O Juan Carlos y Sofía en España, que supieron encarnar y canalizar las enormes ansias de modernización que bullían en calles y plazas de todo el país en los años 60.

placeholder La reina Isabel II. (Limited Pictures)
La reina Isabel II. (Limited Pictures)

Es tan evidente hoy este interés de las casas reales europeas por conectar con los anhelos de su entorno social que algunos, quizás con criterios un tanto superficiales y cortoplacistas, confunden el afán de servir a la ciudadanía con novedosas estrategias de supervivencia. Es decir, donde hay verdad solo ven marketing. Las monarquías modernas, que se ocupan sobre todo de escuchar y abrir cauces a las inquietudes sociales, ya no son el referente del comportamiento social, salvo en cuestiones tan cosméticas como los fugaces gustos por la moda o el ocio.

La tradición británica ya no es tan rígida

Lo que era inimaginable es que la Corona británica emitiese signos en esta misma dirección, al menos en el prolongado reinado de Isabel II, que a sus 92 años se sienta en el trono desde hace 66 y es (era, al menos) la referencia más firme de la monarquía entendida como garantía y salvaguardia de las tradiciones. Cómo lo hubiera celebrado hoy Eduardo VIII, cuya pasión por la norteamericana Wallis Simpson le llevó a renunciar al trono, en apenas doce meses, por la oposición del Gobierno y para evitar una crisis institucional en el país.

¿Un legado de Diana Spencer?

placeholder Harry con su madre. (Getty Images)
Harry con su madre. (Getty Images)

Al cabo de dos décadas, parece evidente que el progresivo resquebrajamiento del rígido protocolo británico pasará también a la historia como uno de los legados de Diana Spencer, la ‘princesa del pueblo’, cuya influencia parece aumentar en Buckingham a medida que pasan los años de su trágica muerte. Aquel tardío lamento público de la reina Isabel por la pérdida de Diana Spencer, que se asomó a la pequeña pantalla de la época tras la oportuna intervención del primer ministro Blair, se ha situado a la postre en el origen de la nueva interpretación que ha hecho la propia reina del protocolo real británico.

Ya se subrayó este ‘giro’ con motivo del noviazgo y posterior boda del príncipe Guillermo con Kate Middleton (2011). Y ahora se pone de manifiesto nuevamente, con más énfasis, a propósito de la boda de este sábado entre el hijo menor de Diana Spencer, Harry (1984), y la norteamericana Meghan Markle (1981). Dos plebeyas que ya han hecho saltar por los aires oficialmente el libro de ‘buena conducta’ que atesoraba desde siglos atrás la familia real británica. Y ello, con la anuencia y el entusiasmo de la propia reina, que es quien ha experimentado, probablemente, el ‘salto generacional’ más audaz de cuantos haya protagonizado un monarca europeo en el último siglo.

‘Su alteza real princesa Harry de Gales’

La reina Isabel ya no ríe solamente las iniciativas de su nieta política, la duquesa de Cambridge, sino que se muestra encantada con la nueva incorporación a la familia, la exactriz estadounidense de raíces africanas, divorciada y feminista declarada, Meghan Markle, futura esposa del príncipe Harry y, por ello, ‘su alteza real princesa Harry de Gales’ y, muy probablemente, duquesa de Sussex.

Es verdad que Markle no se situará entre los primerísimos puestos en la línea de sucesión de la Corona británica. Primero está su suegro, el príncipe Carlos, que circula aún por el ‘pit lane’ a pocos meses de cumplir los 70 años. En segundo lugar está el príncipe Guillermo y, después, sus tres hijos: George, Charlotte y el recién nacido, Louis. Aunque… quién sabe. Las piruetas de la historia son inescrutables.

placeholder El príncipe Harry y Meghan Markle. (Reuters)
El príncipe Harry y Meghan Markle. (Reuters)

Fermín J. Urbiola

Periodista y escritor

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Históricamente, en Europa, las monarquías han sido generalmente la avanzadilla de los valores que conformaban el comportamiento de la sociedad, ejerciendo en muchas ocasiones el papel de guardianes de la tradición, habitualmente al margen de los nuevos rumbos que anidaban con más o menos brío en el corazón de los pueblos. Ha habido, lógicamente, excepciones clamorosas, cuyo icono más sobresaliente es el asalto a la Bastilla parisina. Pero, en términos generales, la realeza europea se sentía en la cúspide del buen hacer y el mejor pensar.

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