El tiempo en que Felipe VI y la infanta Cristina trataban de ganar al rey Juan Carlos
Hace unos días, los dos hermanos coincidían por pocas horas en el palacio de Marivent. Una situación muy diferente a la que se vivía cada verano antes de que estallara el caso Nóos
Hasta que no estalló el caso Nóos, la relación del rey Felipe con la infanta Cristina era excelente. Su casa de Barcelona fue uno de los lugares donde el entonces príncipe tenía sus encuentros secretos con la periodista Letizia Ortiz. Y cuando ya decidieron casarse, Urdangarin recibió el encargo del cuñado real de comprar el anillo de pedida. Era la manera de que no hubiera filtraciones y no las hubo. Hubo una buenísima sintonía entre las dos parejas. Para el príncipe Felipe, su hermana había sido su confidente, su compañera de salidas de copas y de discotecas, en invierno en Madrid y en verano en Mallorca. El heredero tenía más afinidad con Cristina que con Elena por una cuestión de edad.
La infanta y el príncipe compartían una afición que unía a toda la familia en las vacaciones de verano en las que la jefatura del Estado se trasladaba al palacio de Marivent. Navegar ha formado parte de la herencia tanto materna como paterna. El tío Constantino de Grecia fue olímpico y la reina Sofía también participó en regatas cuando era adolescente. En Palma acompañaba a sus hijos y a su marido en esas competiciones desde el yate Fortuna.
La agenda de los habitantes de Marivent era más o menos fija. Por las mañanas, el club náutico era el lugar de reunión y las regatas, el punto de referencia para el organigrama Borbón, empezando por el titular de la Corona. Cada uno navegaba en su embarcación y todos eran muy competitivos. Daba igual que hubiera que enfrentarse al 'patrón', el que era y es el apelativo con el que los hijos han llamado al padre, como explicó el propio príncipe Felipe en el discurso que hizo en el 70º cumpleaños de don Juan Carlos.
Cada miembro de la familia tenía su embarcación. El rey emérito navegaba en el Bribón, el príncipe, en el Aifos, donde lo sigue haciendo, y la infanta, en el Burberry o en el Azur de Puig, y siempre con su prima Alexia. La firma perfumera fue durante muchas ediciones uno de los patrocinadores de la Copa del Rey de Vela. Esta agenda deportiva se mantuvo durante años y, cuando llegaron las bodas, los consortes Marichalar y Urdangarin se unieron con más o menos fortuna a la afición de la familia. El exjugador de balonmano no tuvo problemas de adecuación y sí, en cambio, el duque de Lugo, al que el mar servía para verlo de lejos.
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La reina Letizia, a pesar de tener como referencia de nacimiento la costa asturiana, tampoco ha demostrado afición marinera. Al menos, en la vertiente regatas. En el aspecto lúdico sí lo es. Y varias de las vacaciones secretas han sido en cruceros. Unas veces por las islas griegas y otras por la Costa Amalfitana, como en su día informó Vanitatis.
En el verano de 1987, la revista 'Tiempo' contaba cómo el príncipe Felipe y la infanta Cristina trataban de ganar al padre en la VI Copa del Rey de vela. En esa crónica se explicaba cómo cada mañana el rey Juan Carlos llegaba conduciendo un Audi Sport Quattro desde Marivent al club náutico. Y mientras el heredero lo hacía en un Volvo rojo, la infanta utilizaba un Seat Ibiza e iba acompañada de la prima Alexia, que también vivía con su familia en el palacio. Una vez en el recinto, saludaban a los socios y regatistas y compartían con la tripulación un café o una leche con cacao en el caso de Cristina. A continuación se dirigían al pantalán, donde estaban sus embarcaciones.
El ritual era siempre el mismo: poner a punto el barco y prepararse para cuando comenzara la regata. En ese mismo reportaje se contaba la buenísima relación de los hermanos Borbón-Grecia y cómo disfrutaban del verano balear. A las pocas horas de llegar a Palma, el príncipe, Elena y Cristina recorrían la zona de bares de Gomila. En la terraza de Casablanca, uno de los locales preferidos, se les podía ver tomando tequila con Seven Up, como se explicaba en el texto. Fernando León, que en aquel verano mantenía una relación afectiva con la infanta Cristina, formaba parte del grupo de jóvenes despreocupados. Al día siguiente todos acudían de nuevo a su puestos para comenzar la regata.
El caso Nóos, Botsuana, Corinna Larsen y los impagos a la hacienda pública de don Juan Carlos desbarataron ese mundo aparentemente feliz. Todo esto ya forma parte de un pasado histórico, cuando el rey Felipe y sus hermanas eran una unidad familiar.
Hasta que no estalló el caso Nóos, la relación del rey Felipe con la infanta Cristina era excelente. Su casa de Barcelona fue uno de los lugares donde el entonces príncipe tenía sus encuentros secretos con la periodista Letizia Ortiz. Y cuando ya decidieron casarse, Urdangarin recibió el encargo del cuñado real de comprar el anillo de pedida. Era la manera de que no hubiera filtraciones y no las hubo. Hubo una buenísima sintonía entre las dos parejas. Para el príncipe Felipe, su hermana había sido su confidente, su compañera de salidas de copas y de discotecas, en invierno en Madrid y en verano en Mallorca. El heredero tenía más afinidad con Cristina que con Elena por una cuestión de edad.