Felipe VI da comienzo a su agenda veraniega en Mallorca: las primeras fotos a bordo del velero Aifos

El rey Felipe ha cumplido con el primer requisito por el que deben pasar todos los regatistas que compiten en la competición que lleva su título. Se trata de un protocolo de mediciones y entrenamiento previo a la regata. El lunes 28 de julio comienza, oficialmente, la 43ª regata Copa del Rey Mapfre, en la que participarán más de 135 embarcaciones. Esta se prolongará hasta el 2 de agosto, fecha en la que finalizará y en la que se entregan los premios en el palacio de la Almudaina. Don Felipe no participará en la inauguración ya que tiene compromiso institucional con audiencias a las autoridades locales a partir de las nueve de la mañana.

Como novedad este año, participan tres embarcaciones que dependen del Ministerio de Marina. Un dato a tener en cuenta por si sucediera que la princesa de Asturias decidiera inscribirse. Aunque no es probable. Para el rey Felipe, participar en la regata le da la vida. En cada edición, su imagen no varía. Se le ve feliz, tranquilo, permitiendo a la seguridad que la gente se acerque para saludarle y se puedan fotografiar con él como recuerdo. Una actitud distendida que marca el tiempo que pasa en el club náutico de Palma. “Para el monarca, navegar es una manera de relajarse”, aseguran.

Desde este lugar se embarca en el Aifos, un barco de la Armada al mando del almirante Jaime Rodríguez Toubes. Un hombre cariñoso y receptivo con la prensa, que mantiene una relación muy afectiva con el compañero real del Aifos. La primera regata en la que participó don Felipe, cuando tenía 16 años, fue en el Sirius IV de la Armada, con el militar Rodríguez como patrón.

Su rutina en el club náutico es muy parecida de año en año. Por las mañanas aparece alrededor de las diez de la mañana. Se sabe de su presencia por el revuelo de la seguridad. En esta primera aparición, suele tomar un café y un pincho de tortilla en la zona VIP con sus compañeros de tripulación y otros regatistas. Al regresar, una vez finaliza la etapa, se queda en el interior del restaurante de la planta baja.

Unas veces toma una cerveza (o dos) y otras un gintonic en vaso grande de cristal y con mucho hielo. Una vez que la bebida está servida, la botella de ginebra se queda en la mesa y se comparte. Nada diferente a lo que hacen el resto de participantes cuando finaliza la etapa del día, que cambian impresiones y disfrutan del colegueo que forma parte de las regatas.

Para Felipe VI, estos días de regatas son una liberación. Una afición que forma parte de su vida desde que, con cinco años, llegó a Palma. La heredó de su padre y este, a su vez, del conde de Barcelona. Por parte materna, la reina Sofía compitió cuando era joven. En Mallorca seguía desde el yate Fortuna las etapas en las que participaban su marido, los hijos y los sobrinos griegos. La princesa Leonor y la infanta Sofía han roto esta rutina veraniega y nunca se las ha visto embarcar con su padre.

El rendimiento económico supera los ochenta millones de euros en beneficio para las Baleares, tanto en partidas directas como indirectas.