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Bariloche, la nieve andina
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VIAJE

Bariloche, la nieve andina

Patagonia es un mundo aparte, un país dentro de otro país, Argentina. Ni siquiera existe consenso sobre su delimitación geográficamente. Digamos, por entendernos, que abarca el

Foto: Bariloche, la nieve andina
Bariloche, la nieve andina

Patagonia es un mundo aparte, un país dentro de otro país, Argentina. Ni siquiera existe consenso sobre su delimitación geográficamente. Digamos, por entendernos, que abarca el cono sur del continente, incluyendo también territorios del vecino Chile, con el que comparte frontera natural mediante la cordillera de los Andes.

Precisamente, en esa columna vertebral de nieve y montañas del lado argentino, junto al majestuoso lago Nahuel Huapi, se erige San Carlos de Bariloche como punto cardinal de toda la actividad turística que aglutina la comarca. Con poco más de 100 años de historia, la ciudad completa una oferta muy amplia y variada: montañismo, esquí, deportes de aventura, gastronomía, turismo etnográfico...

A pesar de la distancia, Bariloche es conocida como la pequeña Suiza. Y motivos hay varios. El principal de ellos tiene que ver con el entorno natural: una sucesión infinita de montañas y lagos, donde el baile de las estaciones compagina de manera armoniosa el blanco nuclear de la nieve con los azules del agua y los verdes y ocres de la vegetación. Pero también por sus primeros pobladores, originarios del centro de Europa.

En realidad, todo en torno a Bariloche es un gran parque nacional. Se puede comprobar desde lo alto del mirador del Campanario, un alto ideal para subir en telesilla y comprobar la magnitud del espectáculo que brinda la naturaleza. A partir de ese punto, cualquiera de los cerros que ofrece la panorámica (Cerro Catedral o Cerro Otto) puede convertirse en una aventura capaz de satisfacer el espíritu más necesitado de espacios deslumbrantes.

Con la ciudad como centro de operaciones, se puede acceder a pequeños rincones con verdadero atractivo en un radio de 100 kilómetros a la redonda. Uno de ellos puede ser la localidad de El Bolsón, más al sur (a través de la mítica Ruta 40), encajonado en un valle de particular microclima, donde en torno a un asentamiento de antiguos colonos ha ido creciendo una comunidad de artesanos con cierto espíritu y sabor hippy.

Gracias a esa tradición artesana, tanto en Bariloche como en los alrededores pueden degustarse pequeñas delicatessen, como cervezas afrutadas, buenos platos de pescado (fundamentalmente trucha y salmón) y, como no, mejores carnes, producto nacional argentino, concentrado especialmente en la ternera y el cordero en todas sus modalidades de preparación. ¡Buen apetito!

Mención aparte merece el chocolate. Quizá por esa herencia centroeuropea, Bariloche ofrece una selecta y deliciosa tradición dulzona. En cualquiera de las dos principales calles comerciales hay dedicados suntuosos templos al arte de este dulce, donde se pueden degustar desde exquisitos pasteles a onzas de cacao con distintos grados de amargura. En definitiva, grandes espacios en madera confiados para entregarse a la gula.

HOJA DE RUTA

Cómo ir: La oferta para cruzar el Atlántico es amplia. Iberia, Air Europa y Aerolíneas Argentinas, por citar sólo algunas, ofrecen vuelos regulares a Buenos Aires. Para llegar a Bariloche, los traslados internos corren a cuenta de la local Austral.

Dónde dormir: La oferta hotelera es amplia, desde la sencillez de un dos estrellas (Hotel Nevada) al lujo más palaciego (Hotel Llao Llao). También hay una completa gama de hostales, que ofrecen un trato mucho más familiar y personalizado (Patanuk).

Patagonia es un mundo aparte, un país dentro de otro país, Argentina. Ni siquiera existe consenso sobre su delimitación geográficamente. Digamos, por entendernos, que abarca el cono sur del continente, incluyendo también territorios del vecino Chile, con el que comparte frontera natural mediante la cordillera de los Andes.