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El Casino de Madrid y su incursión en el séptimo arte
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El Casino de Madrid y su incursión en el séptimo arte

Las majestuosas salas y escalinatas del Casino de Madrid vislumbran un escenario de cine que algunos de los más brillantes directores del séptimo arte han escogido

Foto: El Casino de Madrid y su incursión en el séptimo arte
El Casino de Madrid y su incursión en el séptimo arte

Las majestuosas salas y escalinatas del Casino de Madrid vislumbran un escenario de cine que algunos de los más brillantes directores del séptimo arte han escogido durante el último siglo para que en ellas resuene el grito de "¡acción!". Las estancias de esta emblemática institución, situada en la céntrica calle Alcalá de la capital y que acaba de cumplir 172 años, han simulado desde el despacho de Winston Churchill a un lujoso restaurante parisino pasando por el escenario de la gala de los Oscar de Hollywood.

Los datos y anécdotas de esta historia de cine han salido a la luz tras una labor de investigación y documentación hecha por el propio Casino y publicada en su revista. Manuel Matarrubia, empleado del Casino desde 1943, ha sido testigo y parte de todos estos rodajes y todavía recuerda emocionado las largas madrugadas de grabación -los trabajos comienzan cuando acaba la intensa actividad diaria- con Luis García Berlanga, José Luis Borau, Vicente Aranda o Jaime de Armiñán.

Las dificultades de entendimiento con el actor estadounidense Tony Curtis, que rodó allí Otelo, o la conversión del despacho del presidente del Casino en camerino improvisado para la actriz Maggie Smith, durante la grabación de la película Viajes con mi tía (1972), hacen reír todavía a Matarrubia, en cuya mente se acumulan un dechado de anécdotas con las gentes del cine de las últimas décadas.

Pero si ha habido un "plató" del Casino deseado por los directores ése ha sido su impresionante Escalera de Honor, cuya alfombra roja acoge el desfile de estrellas de Hollywood de los años treinta como Humphrey Bogart y Howard Hughes en la Gala de los Oscars del largometraje Punto de Mira (2000), de Karl Francis.

El Salón Real del Casino simula ser el elegante Biltmore Hotel de Los Ángeles, donde se celebraron los premios de la academia en 1937, con la única excepción de un detalle: los productores olvidaron retirar de la sala el busto de bronce del Rey Juan Carlos, a quien en ese año, todavía le quedaban 38 para jurar su cargo... No menos deseado como escenario ha sido el bellísimo ático de la institución desde cuya terraza se admiran a la par tres de los relojes más representativos de Madrid, el del edificio Telefónica, en Gran Vía, el de Banesto, en Alcalá y el de la Puerta del Sol.

En el largometraje La Gran Vida (2000) de Antonio Cuadri la terraza aparece como un restaurante de lujo parisino desde el que se contempla al fondo la Torre Eiffel, a pesar de que en el cristal de la ventana, en la romántica cena, se vea reflejada la cuádriga del edificio del BBVA junto a Salma Hayek, recuerda Miguel Ángel Ramírez, documentalista del Casino.

Como un afamado y caro restaurante se muestra también el Salón Real del Casino en Elsa y Fred (2005), de Marcos Carnevale, donde Manuel Alexandre y China Zorrilla viven una "deliciosa historia de amor maduro" y al comprobar que no pueden pagar la cuenta huyen despavoridos por la calle de Alcalá. Daniel F. Amselem también quedó fascinado con la Biblioteca del Casino y decidió tornarla en la del Parlamento Británico en su largometraje Operación Gónada (2000), en el que también utilizó el coqueto Salón del Torito para hacerlo pasar por el despacho de Churchill.

Miguel Ángel Ramírez sostiene, no obstante, que probablemente una de las películas en las que más aparece el Casino -Salón Real, Salón Puerta del Sol, Bar Las Estancias, La Escalera, el Patio y otros salones privados- es en Últimas vacaciones (2001), de Neri Parenti, donde aparece como "un hotel de lujo de Amsterdam". Una llamativa presencia tuvo también en Inquietud (1998) de Manuel Oliveira, cuyo rodaje estuvo plagado de anécdotas en tanto que los extras salían a almorzar a los restaurantes de la calle Alcalá vestidos de época dejando atónitos a los viandantes, "que se volvían locos pidiendo hacerse fotos con los actores", recuerda Ramírez. El listado de películas que vinculan esta institución con el séptimo arte es tan apasionante como interminable y permite inferir que Madrid tiene "un Casino de Cine".

Las majestuosas salas y escalinatas del Casino de Madrid vislumbran un escenario de cine que algunos de los más brillantes directores del séptimo arte han escogido durante el último siglo para que en ellas resuene el grito de "¡acción!". Las estancias de esta emblemática institución, situada en la céntrica calle Alcalá de la capital y que acaba de cumplir 172 años, han simulado desde el despacho de Winston Churchill a un lujoso restaurante parisino pasando por el escenario de la gala de los Oscar de Hollywood.

Los datos y anécdotas de esta historia de cine han salido a la luz tras una labor de investigación y documentación hecha por el propio Casino y publicada en su revista. Manuel Matarrubia, empleado del Casino desde 1943, ha sido testigo y parte de todos estos rodajes y todavía recuerda emocionado las largas madrugadas de grabación -los trabajos comienzan cuando acaba la intensa actividad diaria- con Luis García Berlanga, José Luis Borau, Vicente Aranda o Jaime de Armiñán.

Las dificultades de entendimiento con el actor estadounidense Tony Curtis, que rodó allí Otelo, o la conversión del despacho del presidente del Casino en camerino improvisado para la actriz Maggie Smith, durante la grabación de la película Viajes con mi tía (1972), hacen reír todavía a Matarrubia, en cuya mente se acumulan un dechado de anécdotas con las gentes del cine de las últimas décadas.

Pero si ha habido un "plató" del Casino deseado por los directores ése ha sido su impresionante Escalera de Honor, cuya alfombra roja acoge el desfile de estrellas de Hollywood de los años treinta como Humphrey Bogart y Howard Hughes en la Gala de los Oscars del largometraje Punto de Mira (2000), de Karl Francis.

El Salón Real del Casino simula ser el elegante Biltmore Hotel de Los Ángeles, donde se celebraron los premios de la academia en 1937, con la única excepción de un detalle: los productores olvidaron retirar de la sala el busto de bronce del Rey Juan Carlos, a quien en ese año, todavía le quedaban 38 para jurar su cargo... No menos deseado como escenario ha sido el bellísimo ático de la institución desde cuya terraza se admiran a la par tres de los relojes más representativos de Madrid, el del edificio Telefónica, en Gran Vía, el de Banesto, en Alcalá y el de la Puerta del Sol.

En el largometraje La Gran Vida (2000) de Antonio Cuadri la terraza aparece como un restaurante de lujo parisino desde el que se contempla al fondo la Torre Eiffel, a pesar de que en el cristal de la ventana, en la romántica cena, se vea reflejada la cuádriga del edificio del BBVA junto a Salma Hayek, recuerda Miguel Ángel Ramírez, documentalista del Casino.

Como un afamado y caro restaurante se muestra también el Salón Real del Casino en Elsa y Fred (2005), de Marcos Carnevale, donde Manuel Alexandre y China Zorrilla viven una "deliciosa historia de amor maduro" y al comprobar que no pueden pagar la cuenta huyen despavoridos por la calle de Alcalá. Daniel F. Amselem también quedó fascinado con la Biblioteca del Casino y decidió tornarla en la del Parlamento Británico en su largometraje Operación Gónada (2000), en el que también utilizó el coqueto Salón del Torito para hacerlo pasar por el despacho de Churchill.

Miguel Ángel Ramírez sostiene, no obstante, que probablemente una de las películas en las que más aparece el Casino -Salón Real, Salón Puerta del Sol, Bar Las Estancias, La Escalera, el Patio y otros salones privados- es en Últimas vacaciones (2001), de Neri Parenti, donde aparece como "un hotel de lujo de Amsterdam". Una llamativa presencia tuvo también en Inquietud (1998) de Manuel Oliveira, cuyo rodaje estuvo plagado de anécdotas en tanto que los extras salían a almorzar a los restaurantes de la calle Alcalá vestidos de época dejando atónitos a los viandantes, "que se volvían locos pidiendo hacerse fotos con los actores", recuerda Ramírez. El listado de películas que vinculan esta institución con el séptimo arte es tan apasionante como interminable y permite inferir que Madrid tiene "un Casino de Cine".