Cataria, un restaurante donde empaparte de mar (en Chiclana)
Vamos a la primera línea de playa, pero no a poner la toalla ni a desplegar la sombrilla, sino a probar la parrilla del chef vasco Aitor Arregi y el producto puramente andaluz
Justo ahora que tenemos tantas ganas de mar y de horizonte y que el día a día se nos ha vuelto tan azul, nos han puesto un restaurante en primera línea de playa a pedir de boca. No es que necesitáramos muchas razones para dejarnos caer por el Cádiz de Chiclana de la Frontera, el de su bahía y alrededores, pero el restaurante Cataria nos las da de sobra. Hemos contado hasta 10. Una jugada redonda.
1. Todo paisaje. En Cataria se habla de paisaje culinario, además del que tienes ante tus ojos, que es la playa de la Barrosa con sus ocho kilómetro de longitud y el océano al fondo. Por paisaje culinario, el chef (veremos) entiende “el entorno que nos rodea, la cercanía de él y el aprovechamiento del género y del conocimiento de sus gentes”.
2. Un chef del norte en el sur. Es un sueño hecho realidad, tal vez el de una noche de verano. El chef vasco Aitor Arregi, propietario de Elkano y rey del rodaballo, está a los mandos de esta nave que acaba de echar el ancla en una de las playas con más ambiente veraniego de estos contornos. Arregi, que hace las veces de asesor gastronómico, pilota junto al chef Pablo Vicari.
3. La parrilla de Getaria. Arregi es todo un maestro en el arte de la parrilla, “que nos legaron los ancestros mucho antes de las artes modernas”, dice, y en la que va a poner, eso sí, el mejor producto de la región (la andaluza). Lo que se practica aquí es la desnudez, sin ropajes. Sí, un asador vasco en "La Habana con más salero", que cantaba Carlos Cano.
4. De la mar el… gambón alistado, toques de jerez y su cabeza a la parrilla, el camarón de porreo de la bahía al fuego vivo, los ostiones de San Fernando abiertos al momento y templados a la brasa, el marmitako de chipirones y atún (guiso marinero), el pulpo de roca o la ventresca de atún asada como un chuletón.
5. Y de la tierra... No hay cordero, pero sí croquetas cremosas de jamón ibérico, ensalada mixta de nuestra huerta ecológica (y tarantelo de almadraba), solomillo de viejo con jugo de su cocción y puré cremoso de patata, chuleta de vaca gallega a la parrilla o pimientos rojos asados (ya sabemos dónde) con refrito.
6. De postre. También de raíz, como la música. Ahí está la fruta de temporada con granizado de melón de Sanlúcar, jugo de albahaca y sorbete de piña asada a la parrilla o la tarta cremosa de queso gaditano, nueces y dulces de la sierra. Y hay mucho más.
7. El vino. Hay que regar lo que nos da la parrilla con un Arroyuelo, fino en rama de la bodega Primitivo Collantes, de Chiclana mismo, de la D.O. de los vinos de Jerez; con el blanco Alba sobre tabla 2014, de Alba Viticultores, del pago de Sanlúcar, o con un tinto Mahara 2015 de Bodegas Vinificate de Cádiz. También hay otras denominaciones de origen: Rías Baixas, Priorat, Rioja, Navarra o Ribera del Duero.
8. ¿Y el nombre? Cataria es atalaya y, según Aitor Arregi, “alude a su esencia", que tiene que ver, poniéndole más literatura, con los “vestigios de las tierras vascas en el mar que, además, sirvieron de atalaya a aquellos cazadores de ballenas que mucho antes de lo albores del siglo XIII aportaron el nervio y los medios necesarios para la formación de la villa”.
9. Solo para cenar. El restaurante no abre con todo el calor, sino que se reserva para cuando el sol se pone. Su horario es de 20 a 23:30 h de lunes a domingo. Tiene capacidad, dicho sea de paso, para 70 comensales. ¿Serás tú uno?
10. De lujo. El restaurante está dentro del Iberostar Andalucía Playa, que acaba de hacerse un tratamiento de belleza y ha salido convertido en todo un cinco estrellas de los de hoy, que es mucho.
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Justo ahora que tenemos tantas ganas de mar y de horizonte y que el día a día se nos ha vuelto tan azul, nos han puesto un restaurante en primera línea de playa a pedir de boca. No es que necesitáramos muchas razones para dejarnos caer por el Cádiz de Chiclana de la Frontera, el de su bahía y alrededores, pero el restaurante Cataria nos las da de sobra. Hemos contado hasta 10. Una jugada redonda.
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