Cinco restaurantes con jardín secreto para tu cena más cool
Estos rincones no podían ser más bucólicos. Entre magnolios, naranjos y jazmines, y a mesa muy bien puesta, solo se puede ser feliz. Le habrían gustado a Epicuro
No son el de Epicuro, pero casi. Están consagrados en cuerpo y alma al placer, y muy orgullosos de ser un oasis no ya en mitad del desierto, sino en todo el centro de la ciudad. En estos jardines, y a mesa puesta, solo se puede ser feliz. Aquí habría vuelto a escribir Virgilio sus Bucólicas.
El Jardín del Miguel Ángel, en Madrid
Este hotel es toda una institución en el Madrid del sube y baja:Castellana arriba, Castellana abajo. En este trasiego frenético y perdidamente urbano, se esconde un vergel de mil metros cuadrados que es restaurante de verano. Está en manos del chef Manuel Prats y sirve cocina mediterránea, que nos traerá a la mesa el mar, además de conciertos en directo los jueves. No le falta unazona chill out,tan de agradecer.Dónde: C/ Miguel Ángel, 29-31.
Te puedes tomar:unos langostinos en crujiente de patatas y pamplinas con mostaza de Dijon o unas albóndigas de rabo de buey sobre lentejas verdes y caramelo de Pedro Ximénez, en plan cena informal de tapeo.
La Boella, en Tarragona
Este hotel boutique en La Canonja, a diez minutos de la capital catalana, que es también un complejo oleoturístico (tiene tienda especializada, vinoteca, molino de aceite y aceite de oliva virgen propio), se reserva para los paladares más gourmet un restaurante con terraza en el corazón de sus 110 hectáreas de olivos y jardines. Es decir, que las mesas están entre naranjos, magnolios, lavanda y romero, y junto a una fontana de piedra. ¿No querías lujo gastronómico? Dónde: Autovía T-11, salida 12.
Te puedes tomar:la carta es mediterránea cien por cien. Elige entre el menú degustación, el Elixir Dorado y el del Mas.
Pairi Daeza, en Córdoba
El nombre de este restaurante, a refugio en el hotel Balcón de Córdoba, es una expresión iraní que se utiliza para referirse al paraíso, lugar de paz oretiro bienaventurado. Y aquí estamos,al abrigo de los muros de esta casa centenaria, donde tanto reina la tranquilidad como un soberbio naranjo o muchísimasflores. Dónde: C/ Encarnación, 8.
Te puedes tomar:un gazpacho de fresa y guarnición, un tataki de atún macerado en soja y jengibre sobre mazamorra de manzana, y un cremoso de fresas y nata con un toque de agua de azahar, de postre.
La terraza del Olivia Plaza, en Barcelona
Los hoteles siempre son cajones de sastre. El Olivia Plaza, que se alza nada menos que en la Plaza de Cataluña, guarda un tesoro en su interior. Un oasis urbano hasta donde no llega el ruido. A su bar restaurante Nineteen se puede ir a empezar el díacon un flamante desayunoo a terminarlocon un cóctel, y también entre horas porque su cocina es un no parar. Dónde: Plaza de Cataluña, 19.
Te puedes tomar:unas patatas bravas, unas croquetas, unas albóndigas con setas, un pan de coca con tomate, una brocheta de langostinos o las miniburguers Olivia, si vas de tapeo.
El jardín del Califa, en Vejer de la Frontera (Cádiz)
Este es el ambiente de Las mil y una noches,más árabe que andalusí, si es que no son lamisma cosa, con olor a cítricos y ambiente de velas. En El jardín del Califa manda “la buena alimentación y la sostenibilidad”: solo usan huevos y pollo de corral y ternera ecológica, las verduras son de origen local e incluso tienen su propio huerto. La comida es de inspiración norteafricana y medio-oriental, elaborada por el chef marroquí Khadija Essaadi. Y como buena casa árabe, tiene un sinfín de rincones: El Templo, un salón abovedado del siglo XV;un aljibe del XII y un jardín que se llama La Pérgola, con el frescor de una fuente y el perfume de las plantas aromáticas. Dónde: Plaza de España, 16.
Te puedes tomar:una sopa tradicional de las montañas del Rif (cordero, tomate, cebolla y pimienta con toque de jengibre y sémola de trigo bulgur), unas espinacas tangerinas con calamar y gambas, una brocheta de rape al estilo de Marruecos, un cuscús al horno, carne a la parrilla, y el clásico baklava, hecho con pistachos, hojaldre fino y miel, de postre.
No son el de Epicuro, pero casi. Están consagrados en cuerpo y alma al placer, y muy orgullosos de ser un oasis no ya en mitad del desierto, sino en todo el centro de la ciudad. En estos jardines, y a mesa puesta, solo se puede ser feliz. Aquí habría vuelto a escribir Virgilio sus Bucólicas.
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