Dieta flexitariana: el régimen ideal para los (casi) vegetarianos
Si las frutas y verduras te sulibeyan, pero te dejas seducir por un chuletón, entonces perteneces a esta nueva especie que lleva un régimen equilibrado sin dejar de lado la carne
Ser flexitariano es como tener una relación abierta con las frutas y las verduras. Ellas son tus compañeras, tus amigas, a las que ves cada día, las que te proporcionan la energía que necesitas para seguir adelante. Pero si algún día caes en la tentación y no puedes resistirte a ese bistec que te guiña provocativamente el ojo, aquí no ha pasado nada. Vuelves al hogar vegetariano tras tu desliz sin remordimientos ni autoengaños. No se ha roto nada. Son cosas que pasan. E incluso está bien que pasen. Eso sí, la excepción no puede convertirse en la norma.
Este movimiento nació en los años 90 en Estados Unidos. La palabra fue empleada por primera vez por la chef Helga Morath para definir el menú que iba a ofrecer en su restaurante. Ha tardado lo suyo en llegar a nuestras tierras de crustáceo, pescado y carne. Pero finalmente lo ha hecho, de la mano de los foodies, como una saludable alternativa que no te obliga a renunciar a nada. A continuación, te explicamos en qué consiste exactamente ser flexitariano (igual ya lo eras y no le habías puesto nombre) y qué beneficios tiene para tu salud.
1. Cuestión de frecuencia
Básicamente, los flexitarianos se alimentan de frutas, verduras, legumbres y cereales, pero no se cierran en banda a otro tipo de alimentos, como los que prohíbe la dieta vegetariana: carne y pescado. Se suele decir que consumen un 80% de dieta vegetariana y un 20% que no lo es. Pero la clave no está ahí. Lo que los caracteriza es que los alimentos de origen animal aparecen muy de vez en cuando en su dieta. Lo que diferencia este régimen de otros es lo esporádico (pero no prohibido) del consumo de carne y pescado. ¿Qué diferencia hay entonces con un vegetariano que un día se salta el respeto al flexitariano? Pues siguiendo la filosofía vegetariana, este habrá cambiado su dieta, habrá incurrido en algo que a priori no podía hacer para ser fiel a los valores por los que ha optado. En cambio, el flexitariano, de alguna forma, únicamente ha ejercido una de las opciones que se permite.
2. La dieta
Lo bueno de ser flexitariano es que te permite montarte una dieta a tu gusto. En general, suelen tomar un par de pequeñas porciones de carne y pescado a la semana. En cuanto al resto de la alimentación, sigue un modelo vegetariano, pero no vegano, es decir se pueden permitir lácteos y huevos de forma habitual. De esta forma, el cuerpo cuenta con proteínas de origen animal, que es el principal hándicap al que se enfrentan los vegetarianos pro. Muchos flexitarianos apuestan también por llevar a cabo cinco ingestas de comida al día, no muy copiosas, pero que les permitan digerir adecuadamente y evitar los ataques de hambre. Pero eso, como casi todo en el mundo flexitariano, va a gusto del consumidor.
3. La elección de la carne
Resulta realmente práctico poder comer de todo cuando vas a un restaurante o ese día en que la madre de tu novia decide preparar cocido para agasajarte. Pero las excepciones que hacen los flexitarianos no suelen tener tanto que ver con los compromisos sociales como con el tipo de carne que escogen para ponerle los cuernos a la verdurita. Ya que han optado por cuidarse, suelen alejarse de las carnes rojas y escoger blancas. Varios estudios demuestran que las carnes rojas pueden aumentar el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y cáncer. Por ello, muchos son los flexitarianos que apuestan únicamente por aves de corral y pescado. En muchos casos también adquieren carnes ecológicas. En general, la dieta vegetariana supone un gran ahorro entre los que la llevan a cabo, por lo que rascarse el bolsillo para tener carne de calidad no supone un sacrificio tan grande.
4. Semillas al poder
Una de las tendencias que suelen seguir los flexitarianos es la de añadir semillas a su dieta. La semilla de linaza, por ejemplo, es muy saciante y, además, ayuda con los problemas de estreñimiento, porque contiene fibra soluble, que es la que también controla el colesterol. Y por si fuera poco, también aporta los ácidos grasos Omega 3. Las semillas de chía tienen las mismas particularidades y, además, contienen Omega 6. Las de sésamo, además de darle un toque delicioso a cualquier plato, protegen el hígado y aportan minerales.
5. Adelgazar sin pasar hambre
Uno de los efectos de esta alimentación es que regula el peso. A diferencia de otras dietas, que suponen reducir la ingesta y, por ende, pasar hambre, esta no pone frenos a la cantidad de alimentos que tomes. De todos modos, si quieres conseguir bajar peso con esta dieta, no podrás abusar de los frutos secos que aunque son muy saludables, resultan muy calóricos.
6. Beneficios probados
Este tipo de dieta no tiene ninguna contraindicación. Lo mejor es que se puede llevar a cabo a cualquier edad, por lo que padres e hijos pueden compartirla. Muchos vegetarianos, por ejemplo, dejan de serlo cuando son padres, por lo que esta es una muy buena alternativa para ellos. Los beneficios de las frutas y las verduras se notan en todos los sentidos: mayor energía, una piel más luminosa, un sistema inmunológico más fuerte... Y por último, y no por ello menos importante, también es una alimentación respetuosa con el medio ambiente.
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Ser flexitariano es como tener una relación abierta con las frutas y las verduras. Ellas son tus compañeras, tus amigas, a las que ves cada día, las que te proporcionan la energía que necesitas para seguir adelante. Pero si algún día caes en la tentación y no puedes resistirte a ese bistec que te guiña provocativamente el ojo, aquí no ha pasado nada. Vuelves al hogar vegetariano tras tu desliz sin remordimientos ni autoengaños. No se ha roto nada. Son cosas que pasan. E incluso está bien que pasen. Eso sí, la excepción no puede convertirse en la norma.