Pino Montesdeoca, Escassi y Tristán Ramírez arropan a Ágatha Ruiz de la Prada en su desfile más surrealista
Entre asistentes entregados y modelos convertidas en criaturas surrealistas, la pasarela confirmó que el agathismo no conoce límites
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La pasarela madrileña volvió a convertirse en un estallido de color, ironía y espectáculo gracias a la propuesta Primavera/Verano 2026 de Ágatha Ruiz de la Prada, un desfile que logró lo impensable: transformar en realidad las “alucinaciones digitales” generadas por Inteligencia Artificial. La diseñadora, pionera en jugar con la iconografía pop y la exageración volumétrica, convirtió en tridimensional cada experimento surrealista que una máquina había proyectado en pantalla. El resultado fue un show delirante, magnético y profundamente agathista.
El leitmotiv de esta colección partía de un reto creativo: dejar que un robot hiciera los deberes y trasladar después sus ocurrencias al taller artesanal. De ese choque de mundos surgieron vestidos que parecen monstruos derretidos, faldas que evocan magdalenas con lenguas metálicas, estructuras en forma de peonza o meninas peludas de nubes. Cada look parecía salido de un videojuego o de un sueño infantil teñido de psicodelia, con un toque inquietante que recordaba que la inspiración inicial no era del todo humana.
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Ágatha y su equipo supieron convertir esa extrañeza en teatralidad pura, con piezas cargadas de ironía: corazones agathistas gigantes, vestidos pixelados de bolas de colores, cortinas de ducha convertidas en couture y paraguas textiles que podrían haberse escapado del universo Nintendo. Todo ello ejecutado con tejidos que iban desde el neopreno y el tafetán hasta el tul, la organza o el lurex, multiplicando texturas y sensaciones.
Invitados con sello propio
El front row reunió a fieles amigos de la casa y caras habituales del universo agathista. Pino Montesdeoca, icono de estilo y musa inesperada de la moda española, acaparó flashes con un estilismo a cuadros en tonos pastel y rosas que parecía un guiño vivo a la colección. Su look demostraba que la extravagancia y la elegancia no están reñidas con la madurez.
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También se dejó ver Álvaro Muñoz Escassi, que aportó el contrapunto masculino con una camisa ligera en tono melocotón combinada con pantalones oscuros, relajado pero perfectamente integrado en la estética colorista de la velada.
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Tristán Ramírez, hijo de la diseñadora, ejerció de embajador natural de la firma, demostrando que el legado de Ágatha no solo está en sus vestidos, sino en la continuidad generacional de su universo creativo.
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La escenografía: un laboratorio de sueños
El desfile fue concebido como una experiencia inmersiva total. La apertura corrió a cargo de una Ágatha convertida en marioneta teatral, interpretada por la actriz Nuca López, que supervisaba en escena el fitting de las modelos. Un recurso que subrayó la idea de juego entre lo real y lo artificial, entre la diseñadora de carne y hueso y su versión fantasmagórica salida de un algoritmo.
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Las modelos caminaron entre luces que recreaban cielos de neón, lluvias de colores y fondos rosados. Sus labios azules y las gafas exageradas multiplicaban la sensación de estar dentro de una dimensión paralela, una especie de parque temático de la moda donde todo es posible.
Colaboraciones y celebraciones
Como es habitual, el universo de Ágatha se expandió más allá de la ropa. Los complementos incluyeron bolsos diseñados junto a Noco, calzado fruto de su alianza con Xyon Sneakers y Mariscal, y joyas artesanales creadas con Morena Corazón. Tampoco faltaron los toques inesperados: arneses para perros en colaboración con MyPug&Co, relojes y collares hinchables de Karambake, ni los carritos de la compra reinventados por Rolser, que elevaron lo cotidiano a objeto de deseo kitsch.
El desfile sirvió además para celebrar el 25º aniversario del perfume Flor, con el lanzamiento de la nueva fragancia De Flor en Flor, desarrollada junto al Grupo Puig. La colección se convirtió así en un repaso no solo a la capacidad de experimentación de la marca, sino también a su habilidad para diversificar y sorprender constantemente.
La pasarela madrileña volvió a convertirse en un estallido de color, ironía y espectáculo gracias a la propuesta Primavera/Verano 2026 de Ágatha Ruiz de la Prada, un desfile que logró lo impensable: transformar en realidad las “alucinaciones digitales” generadas por Inteligencia Artificial. La diseñadora, pionera en jugar con la iconografía pop y la exageración volumétrica, convirtió en tridimensional cada experimento surrealista que una máquina había proyectado en pantalla. El resultado fue un show delirante, magnético y profundamente agathista.