Via Veneto, el restaurante imprescindible de Barcelona, se convierte en libro

El Via Veneto es algo más que un restaurante. Es parte de nuestra historia gastronómica. Se inauguró en 1967 y desde entonces es referencia de la vida barcelonesa. Frente a otros establecimientos liderados por la figura de un chef emblemático, este es un restaurante donde lo importante ha sido siempre el propietario o el director. El Via Veneto fue obra del promotor Oriol Regàs, creador también del mítico Bocaccio, que encontró su fiel continuador en Josep Monje Canut y más tarde en su hijo, Pere Monje.

Por Via Veneto han pasado algunos de los grandes cocineros que luego triunfaron en otros lugares, aunque, en el fondo, su cocina siempre estuvo orquestada y dirigida por Josep Monje y ahora por su hijo, con un equipo extraordinario detrás, que este libro se encarga de traer a primer plano. Y siempre en un marco de cocina creativa y de autor, que hacen que el restaurante haya mantenido su liderazgo y su posición privilegiada en Barcelona.

En sus primeros años, Via Veneto era un verdadero oasis en el panorama barcelonés, tanto cultural y social como gastronómico: quien atravesaba el umbral de la puerta de madera, maciza y noble, sabía rápidamente que entraba en un lugar diferente, acogedor, perfilado con decoración modernista, moqueta roja, elipsis artística, manteles rosa claro y una cocina y un servicio que pronto recibieron los mayores premios y reconocimientos nacionales e internacionales.

Y así ha seguido siendo hasta la fecha, fiel a sus orígenes, pero adelantándose a la vanguardia, con una reconocida y reconocible cocina de producto, de temporada y con platos ya legendarios, algunos de los cuales se cocinan en frente de las mesas de los clientes. La excelencia, impulsada por la familia Monje, que cogió el mando del restaurante en 1979, es el emblema de una casa que hoy, y tras más de cincuenta años, continúa adelantando el futuro de la gastronomía.

Una familia y una misión

Pere Monje es el segundo de los tres hijos del matrimonio de Josep Monje y Blanca San. Comenzó ayudando, como sus hermanos, como pinche de cocina en los veranos, poniéndose al servicio de lo que el chef indicara. Eran los años ochenta. Recuerda bien aquellos tiempos que le sirvieron para adquirir el hábito y el respeto absoluto por el trabajo. Combinaba este trabajo con los viajes de formación, trabajando en restaurantes franceses en cuyas cocinas aprendió mucho: “Empecé a profundizar en dos aspectos importantes de este trabajo: el trato social y el conocimiento del cliente”, explica el propio Pere.

Pronto, con 18 años, dejó de vestirse con la chaquetilla de la cocina y pasó a la sala. La Navidad y el Fin de Año de su mayoría de edad se colocó cerca de la puerta, donde aún hoy se le puede ver recibiendo a los clientes y acompañándolos a los salones privados. Desde entonces no ha tomado nunca más las uvas de Nochevieja sentado en una mesa.

Como director y propietario del Via Veneto, cree que actualmente estar en la vanguardia en un restaurante debería implicar, además, tener unas buenas condiciones laborales. Pere Monje se preocupa especialmente por la integridad y las condiciones de su equipo. “Tenemos un oficio que nos da la oportunidad de crear vínculos con las personas; tenemos un trabajo artesano y personalizado. En definitiva, ¡tenemos un trabajo con unos atributos únicos!”.

Historia viva de Barcelona

Este libro es, en muchos sentidos, una ruta histórico-gastronómica en la que encontramos diversas opiniones cualifica­das de clientes y profesionales del sector. Un apartado está dedicado a Josep Monje Canut —fundador del Via Veneto, que hace hincapié en sus valores a la hora de ponerse al frente del restaurante: compromiso, esfuerzo y seriedad—. Otro está dedicado a Pere Monje, actual director del restaurante. Y un tercero más destinado al actual cocinero, David Andrés. Asimismo, sus páginas nos invitan a recorrer la mítica sala del Via Veneto, su exclusiva bodega y, por supuesto, sus platos, tanto clásicos como contemporáneos, que aún se sirven en las mesas de este lugar único e icónico.

El libro es también un relato sobre el origen del restaurante, que nació de la mano del famoso míster Bocaccio (Oriol Regàs), que después de crear la mítica discoteca Bocaccio en Barcelona, decidió, en su mundo de creatividad, darle vida a este restaurante que debe el nombre de Via Veneto a su anti­guo propietario —José María Gotarda—, quien inicialmente iba a instalar un restaurante italiano.

Regàs contrató a Salvador Dalí para que escribiera una ópera. Dalí se sentaba en las mesas del restaurante Via Veneto siempre que visitaba Barcelona, porque era el lugar donde la cultura se sentía reconocida y respetada. Fue el propio Regàs el que contrató a Josep Monje y lo nombró director del Via Veneto. Si con Regàs empezó siendo un restaurante de lujo moderno y avanzado para su época, con el joven Monje encontró la persona que recogiera el relevo para, más de cincuenta años después, superarlo.

El Via Veneto ha sido también un punto de encuentro de la intelectualidad barcelonesa, de la Gauche Divine, un grupo contestatario que surgió en Barcelona en los años 60 para denunciar la pobreza cultural de la época. Aquella Gauche Divine se sentaba en las mesas redondas y rectangulares de Via Veneto para hablar de proyectos, de negocios y de cultura.

Aquí se organizó desde 1970 una famosa tertulia, La Taula, con 22 participantes entre los que figuraban nombres fundamentales de la vida barcelonesa, entre ellos varios gourmets, como Néstor Luján, pero también empresarios como Félix Valls Taberner, actores como Alberto Closas, médicos como Santiago Dexeus o escritores como Guillermo Díaz Plaja.

Via Veneto es el restaurante con estrella Michelin más antiguo de España —junto con Arzak— ininterrumpida (desde 1974); también cuenta con tres soles Repsol. David Andrés es el cocinero que ha sabido captar las demandas actuales de la sociedad y del cliente de Via Veneto, y ha hecho que las recetas evolucionen con sus valores personales: creatividad en las técnicas culinarias, exigencia con la calidad del producto, humildad y respeto a la tradición.

¡Larga vida a Via Veneto y por otros (mínimo) 57 años más!