Ramón Freixa y David del Castillo nos abren, en exclusiva, las puertas de su casa en el barrio de Salamanca
Los proyectos en común, cuando están bien perfilados y se les pone mucho amor, siempre salen bien. Es el caso de la vida en pareja de nuestros protagonistas, de su acogedor ático y de su nuevo y superlativo restaurante que verá la luz en 2025
El chef Ramón Freixa (Castellfollit de Riubregós, Barcelona, 1971) y el economista David del Castillo (Madrid, 1972) no se conocieron en un museo contemplando una obra maestra, se conocieron en un divertido club gay disfrutando de varias copas de un champagne que era, en sí mismo, toda una obra maestra. Las burbujas, las bubbles, obraron el milagro y, en ese mismo instante, se enamoraron perdidamente.
Hoy nos abren las puertas de su acogedor hogar en el corazón del barrio de Salamanca de Madrid. Su casa no es fruto del encargo a un decorador, es el reflejo de su buen gusto —con mucha imaginería pop—, de sus viajes, de los muchos museos (ahora sí) visitados, de sus proyectos en común —nuevo restaurante a la vista en la calle Velázquez para el verano de 2025— y, sobre todo, de un amor sincero que se sostiene sobre los pilares del respeto, el espacio propio, la creatividad compartida y el empeño diario por ser buena gente. Bienvenidos a esta casa feliz.
Todas las buenas historias exigen un buen principio. ¿Cómo fue el vuestro?
Ramón Freixa. ¿Versión real o versión para la familia? (Risas).
Las dos, por favor.
R. F. La versión para la familia es que nos conocimos en el Museo del Prado viendo el Guernica. (Risas).
David del Castillo. Es la versión que dio Ramón en casa de mis padres cuando nos preguntaron los sobrinos.
R. F. Hasta que uno de ellos, perspicaz él, dijo: “El Guernica no está en el Prado, está en el Reina Sofía”. (Risas). Entonces dimos la versión real. Nos conocimos en el Club Maculato, que estaba en la calle Argensola.
R. F. El Maculato era un bar de gay de moqueta y copas champagne.
D. del C. En otras palabras, que no nos conocimos en un antro a las tantas de la madrugada.
R. F. No, no, todo fue a una hora muy prudente. (Risas). Antes de las tres.
Podemos hablar de flechazo.
R. F. Flechazo, flechazo, flechazo.
D. del C. Absolutamente. Empezamos a charlar y a charlar y, como quien dice, hasta hoy. Cuando nos dimos cuenta, los amigos nos habían dejado solos en un rincón. De allí nos fuimos a otro club.
¿Qué edades teníais?
D. del C. Yo estaba a punto de cumplir 40 y Ramón, 41.
¿Quién se declaró a quién?
D. del C. Ramón lanzó la primera de sus mil declaraciones de amor.
R. F. Yo es que soy muy de sembrar. (Risas). No sé si soy el más romántico del mundo, pero desde luego sí soy el más insistente. Si quiero algo no paro hasta conseguirlo.
D. del C. Bueno, los dos lo somos. Cuidamos mucho los detalles, las celebraciones, los regalos, las sorpresas. Prestamos muchísima atención a todo eso.
¿Cuál es vuestro secreto como pareja?
R. F. Hay muchos, pero el principal es respetar el espacio del otro, aunque a veces David se mete un poco en mi campo porque, claro, a todo el mundo le encanta opinar sobre la comida. (Risas). Él es mi Pepito Grillo particular. Trabajamos juntos, pero cada uno tiene sus áreas de influencia. La gran fórmula del éxito es el living apart together, vivir juntos pero no demasiados revueltos.
D. del C. En este momento, con las obras del nuevo restaurante, tenemos muy definidas las tareas. Sigo manteniendo mi agencia de comunicación, tengo varios clientes, mayormente firmas de muebles de diseño italiano, pero es cierto que ahora la mayor parte del trabajo gira en torno a Ramón. Cuando tengo reuniones con estos clientes, Ramón se cela un poco.
R. F. ¿¡Perdona!? (Risas)
David, ¿qué te derrite de Ramón?
D. del C. Muchísimas cosas, pero creo que la que más me enamora de él es lo maravillosamente generoso y detallista que es.
"Lo que más me enamora de él es lo maravillosamente generoso y detallista que es", David del Castillo
¿Y a ti, Ramón?
R. F. Qué siempre tiene la razón (Risas)
D. del C. ¡Hombre, por fin lo reconoce en público! Queda grabado.
R. F. (Risas) Me derriten muchas cosas. Es buena gente, muy generoso, pero, sobre todo, comparte mi mundo, que no es fácil, con entrega y amor. También sabe llevar muy bien mi ego, que es pequeñito. (Risas).
David, ¿qué es lo que más le gusta a Ramón que le regales?
D. del C. ¿El oído? (Risas). No, en serio. La gente piensa que Ramón es muy difícil de regalar, pero no lo es tanto. Siempre acierto con unos buenos zapatos, un buen bolso o unas zapatillas especiales. Lo que ya no se le puede regalar son perfumes porque los tiene prácticamente todos.
R. F. David es más complicado. Yo puedo ir con estampado, con fucsia o con rayos ultravioleta. Él no, él es de gustos mucho más definidos. No te puedes salir del campo de acción de lo sobrio y lo elegante.
D. del C. Lo cierto es que nos influimos algo. Ramón, a veces, consigue que yo vaya más relajado, y yo, a veces, consigo que él vaya más calmado. (Risas).
Viajemos al pasado reciente. El 13 de septiembre, Ramón Freixa anuncia que deja su mítico restaurante del Hotel Único con la intención de abrir uno nuevo en la calle Velázquez el próximo verano. Un anuncio que significa, automáticamente, perder las dos estrellas Michelin. ¿Fue duro tomar esta decisión?
R. F. Las estrellas Michelin no se pierden, se van. No estaremos en la Guía Michelin 2025, pero esperamos volver en la 2026. ¿Volverán las estrellas? Confiamos en que sí. Nosotros, como siempre, seguiremos peleando por la excelencia. Nuestra obsesión es que nuestros clientes disfruten al máximo nuestras propuestas. Lo que sí puedo garantizar es que seguiremos trabajando igual de duro.
"No estaremos en la Guía Michelin 2025, pero esperamos volver en la 2026", Freixa
¿Cómo va a ser el nuevo Ramón Freixa?
R. F. Va a haber dos restaurantes en uno; juntos, pero no revueltos. Uno será de cocina tradicional actualizada —que me hace especial ilusión— y el otro será de cocina de autor, cocina de vanguardia, para doce personas que van a comer en la cocina.
¿Cuál ha sido el momento profesional más difícil al que os habéis tenido que enfrentar juntos?
D. del C. Afortunadamente, no hemos tenido ningún momento así. Nuestro proyecto común exige mucha dedicación, lo que en ocasiones puede resultar agotador. Pero no, no hemos tenido ningún momento dramático.
"Lo más duro fue ese momento en el que te das cuenta de que nada en esta vida está garantizado", David del Castillo
R. F. La pandemia sí fue un gran susto, claro. No es fácil tener que cerrar todos tus negocios, pero trabajamos duro, salimos adelante y superamos el trance.
D. del C. No nos pasó nada que no le estuviese pasando al resto del mundo. Yo creo que lo más duro, para todos, fue ese momento en el que te das cuenta de que nada en esta vida está garantizado.
No lleváis anillo.
D. del C. No, en la boda nos regalamos relojes y, justo el día antes, Ramón me sorprendió con la pulsera Trinity de Cartier, a la que le tengo muchísimo cariño.
Viajemos a vuestro compromiso. ¿Quién le pidió la mano a quién?
R. F. Yo, en la fiesta de mi 50 cumpleaños y delante de todos nuestros amigos. Dije que el año que viene habría una muy buena noticia y que celebraríamos mucho y muy bien. Entonces, claro, todo el mundo lo entendió, menos David, que no lo quiso entender.
D. del C. Lo entendí perfectamente, pero como no hincaste la rodilla y no dijiste, “David, ¿quieres casarte conmigo?”, pues como no.
R. F. Hombre, es que imagínate que me dices que no. Se trata de lanzar el anzuelo a ver si pican. (Risas).
¿Cómo fue vuestra boda?
R. F. Maravillosa. La idea central era sorprender a nuestros invitados todo el rato, hacer algo distinto, muy nosotros. Fue una boda en la que, por descontado, la gastronomía tuvo mucha importancia y en la que la gente se lo pasó muy bien. Luego tuvimos que improvisar muchísimo porque fue aquel día de septiembre de 2023 en el que sobre Madrid cayó la mundial, el día en el que sonó en todos los móviles la primera alerta con aviso de tormentas extremas.
¿Cuál fue el momento más bonito?
D. del C. Hubo muchos. Uno de los mejores fue cuando Carlos Latre, que era uno de los invitados, se puso a ejercer de maestro de ceremonias. Dijimos que el maestro de ceremonias había perdido el AVE y que si alguien nos quería echar una mano. Estaba todo preparado. La gente se quedó maravillada con Carlos, por su genialidad y resolución, pero, ya te digo, estaba preparado. (Risas).
R. F. O cuando nosotros mismos salimos de la tarta, eso fue divertidísimo. Y también le canté una canción.
¿Cuál?
R. F. 'You're simply the best', de Tina Turner, en semiplayback, claro. (Risas).
"No pensamos tener hijos, eso está hablado desde el principio. Somos muy niñeros, pero para un rato", Ramón Freixa
¿Pensáis tener hijos?
D. del C. No, no, eso está hablado desde el principio. Tenemos cuatro sobrinos maravillosos, dos por su parte y dos por la mía. Los cuatro son nuestros. Los tenemos de todas las edades, desde pequeños a adolescentes que empiezan a ser personitas adultas con conversaciones inteligentes.
R. F. Somos muy niñeros, pero para un rato.
¿Queda mucho por hacer en las reivindicaciones LGTBIQ+?
R. F. Hay que visibilizar, hay que normalizar y, sobre todo, hay que lograr que nadie se avergüence jamás de ser lo que es. Mi cocina es la más LGTBIQ+ del mundo, no puede ser de otra forma. Respeto máximo ante todo.
D. del C. Sí, Ramón, pero lo de tu cocina no es lo habitual. Tú has tenido la suerte, por tu fortaleza y por la seguridad en ti mismo, de no dejarte achantar jamás, de hablar siempre sin medias tintas. Pero la lucha sigue, queda mucho por hacer.
¿Cómo os vais de mayores?
R. F. Uy, yo no me veo. (Risas). Como somos una pareja disfrutona y nos encanta viajar, imagino que estaremos todo el rato de aquí para allí. Viajando mucho, comiendo mucho y bien y, ya, si la salud acompaña, pues perfecto.
El chef Ramón Freixa (Castellfollit de Riubregós, Barcelona, 1971) y el economista David del Castillo (Madrid, 1972) no se conocieron en un museo contemplando una obra maestra, se conocieron en un divertido club gay disfrutando de varias copas de un champagne que era, en sí mismo, toda una obra maestra. Las burbujas, las bubbles, obraron el milagro y, en ese mismo instante, se enamoraron perdidamente.
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