El Cock, la mítica coctelería madrileña, cumple 100 años repletos de historias increíbles
Esta es la historia de un bar elegante con muchísima personalidad en el que las paredes cuentan anécdotas fascinantes. Un enérgico referente de la alta coctelería de nuestro país
Esta es la historia de un bar elegante con muchísima personalidad. Conviene dejar claro desde el principio que nunca en sus 100 años de historia ha precisado de decorador o interiorista, más bien de los mejores ebanistas, marmolistas y expertos en molduras. El Cock es, en sí mismo, una joya arquitectónica perfectamente conservada. El Cock, como institución, es el gran referente de la alta coctelería madrileña —y por extensión, española— y el epicentro de un poderoso huracán de talento que siempre ha girado en torno a él. Porque el Cock ha sido y es, con mayúsculas, punto de encuentro de intelectuales, empresarios de éxito, artistas de toda forma y condición, escritores, periodistas, golfos chic y otros amantes de la noche de actitud interesante.
El Cock es el lugar al que ir para ver y dejarse ver, pero no para hacerse fotos de poses fútiles enturbiadas por filtros que embellecen. En el Cock no entran ni bíceps ni berzas, aunque puede que alguno llegara a colarse para, al poco, darse media vuelta al saberse en pecera equivocada. Lo normal en el Cock es encontrarse —en armónica mezcla con los parroquianos habituales— con ejecutivos de Apple recién llegados de Cupertino, directores de cine francés, bailarines del New York City Ballet o al diseñador internacional del momento.
1922. El arqueólogo Howard Carter descubre la tumba de Tutankamón mientras Santiago Ramón y Cajal suma a su Nobel de 1906 la Medalla Echegaray que le concede la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Al mismo tiempo, las ondas de la recién fundada BBC comienzan a atravesar el cielo de nuestro país mientras Alfonso XIII —entre porno y porno— visita las Hurdes y vuelve a palacio profundamente impresionado. Buñuel, Dalí y Lorca estrenan amistad al calor de la Residencia de Estudiantes justo cuando Pío Baroja publica ‘El amor, el dandismo y la intriga’; Miguel de Unamuno, ‘Andanzas y visiones españolas’, y Juan Ramón Jiménez, su ‘Segunda antología poética’. Fue el año en el que Coco Chanel libera la figura de la mujer masculinizándola, los hombres descubren el traje de tres piezas y el charlestón causa furor, sí, también en España.
En 1922 se funda la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Gandhi entra en prisión por sedición, Pío XI es coronado el 259º papa de la Iglesia católica y Emilio Saracho —bilbaíno, adinerado, regatista y empresario sagaz— viaja a Londres haciéndose acompañar por un prometedor barman llamado Pedro Chicote. ¿Objetivo del viaje? Abrir en Madrid la mejor coctelería del reino.
De Inglaterra, Saracho y Chicote se trajeron la atmósfera de los clubes más elegantes. Una sólida barra de madera a la que aferrase gracias a su reluciente pasamanos dorado, paredes paneladas con maderas nobles de tres metros (a medio camino de los seis a los que se encuentra el techo), grandes farolones para iluminaciones más bien discretas, vidrieras divinas, elegantes sofás de cuero verde y, cómo no, una imponente chimenea estilo Balmoral enmarcada entre columnas salomónicas. Todo esto conforma el Cock.
1922. Abre el bar Cock, el bar del gallo, el bar que durante el franquismo tuvo que ser rebautizado como El Gallo de Oro porque —busquen las distintas acepciones de ‘cock’— 'mariconadas' las justas.
El Cock de 1922 es todo un éxito que atrae a la crème de la crème capitalina, pero Pedro Chicote, bartender superstar del momento, quiere más. Quiere dinero para abrir su propio negocio. Tras pasar por otros locales de moda, luciendo palmito y cocteleras, lo consigue. Así nace Museo Chicote, en el número 12 de Gran Vía, el otro mítico de la noche madrileña que, cosas del destino y del edificio que lo acoge, comparte pared trasera con el Cock. En 1945, Chicote compra el Cock, tira la pared que separaba ambos clubes y transforma a nuestro protagonista en reservado, en la zona íntima en la que todo podía pasar, y pasaba.
La puerta del Cock, en el 16 de la calle de la Reina, permanece con la persiana bajada, que solo sube y baja para escapar discretamente o introducir en el local lo que fuese necesario, porque en el franquismo las élites y sus satélites iban mucho a misa, pero también sabían pasárselo bien. El ir y venir de señoritas estaba a la orden de la noche. Que había escasez de penicilina, en el Cock la encontrabas. Que querías algo ilegal para achisparte, en el Cock lo encontrabas. Pero todo en plan bien, fino y elegante.
Pedro Chicote fallece el día de Navidad de 1977. Museo Chicote se disocia del Cock y entran en escena seis socios que irán reemplazándose hasta que, en 1985, se consolida el presente triunvirato rector: Jose Astiarraga, Teresa Nieto y Patricia ‘Pachi’ Ferrer. Ellos son los responsables de la entrada del Cock en la modernidad, convirtiéndolo en uno de los puntos calientes de la Movida para elevarlo después a la condición de coctelería mítica de la que hoy sigue gozando.
La lista de amantes del Cock es extensa y no hay término medio: este lugar atrapa. Almodóvar, Sybilla, García-Alix, Carlos Urroz, Vaquerizo, Alaska, Pascua Ortega, Juana de Aizpuru, Álex de la Iglesia, Ágatha Ruiz de la Prada, Carmen Maura, Amenábar… se encuentran en la lista de los clásicos. Palomo Spain, Esty Quesada (Soy una Pringada), Los Javis, Zahara, Paco León, Julián Villagrán, Pelayo Díaz, Inés Hernand… en la de las nuevas generaciones, porque hoy en el Cock suena electrónica, techno vintage, lo mejor del indie patrio y, si el cierre se pone romántico, algún que otro bolero.
Las escaleras del Cock, por las que se accede a los baños, al guardarropa y al despacho —uno de los puntos más codiciados al que solo llegan los amigos de la casa—, es toda una pinacoteca consagrada al rey del lugar: el gallo. Interpretado por artistas como Ceesepe, Sigfrido Martín Begué, Juan Hidalgo, Fabio MacNamara, El Hortelano, Mateo Mas, Diego Lara, Luis Frangella, Cristian Domecq o Ignacio Lobera, todas las obras son regalos en agradecimiento a los buenos momentos allí vividos. La mejor fiesta de Arco Madrid se celebra aquí, al igual que muchas presentaciones de libros o exposiciones de artistas que la socia Teresa Nieto —consagrada estilista que comenzó con el primer Almodóvar y que hoy ejerce de hábil cazatalentos— detecta.
La gente que sabe, cuando tiene que enseñarle Madrid a algún colega o amigo procedente de otro lugar, apunta hacia el Cock. El listado de estrellas que han pasado por el bar es impagable, de Harrison Ford a Jodie Foster pasando Francis Bacon, Moschino, Clive Owen, Hugh Grant, George Clooney, Naomi Watts o Susan Sontag. Hasta hace bien poco, en el Cock no estaba permitido hacer fotos, por lo que no existe documentación gráfica de estas visitas; pero como la tradición oral sigue existiendo, relataremos tres anécdotas divertidas protagonizadas por los tres últimos personajes mencionados.
George Clooney no quería que le llevasen al Cock —entendemos que ya tienes presente la traducción 'cock'— porque pensaba que iban a meterle de cabeza en un bar gay. Naomi Watts celebró en el Cock, junto con el resto del equipo y reparto, el estreno español de ‘Lo imposible’, de J. A. Bayona. Tan animada resultó la fiesta que la bella inglesa acabó bailando subida a una mesa. Pachi, la socia, infatigable al desaliento, le dijo a la actriz que ni de broma, que en el Cock no se bailaba encima de las mesas. Naomi pidió disculpas y volvió a poner los pies en la tierra. Pachi no le quitó ojo en toda la noche. Mientras que la gran intelectual y ensayista Susan Sontag quiso dejar su impronta en una de las paredes al escribir: “Susan Sontag was here”. A Pachi tampoco le hizo gracia.
Las paredes hablan mientras los cócteles elevan el espíritu, conjuran anécdotas y desatan buenos momentos. Todo el que ha pasado por el Cock tiene el suyo. Quizá lo que no hagamos tan a menudo es pensar en toda la energía necesaria para que la magia haga acto de presencia. Energía como la de Jose Astiarriaga, socio responsable de números e incidencias fuera de foco; Javier Rufo, bartender superlativo y responsable de sala, siempre impecable en su traje negro y su camisa blanca; o la fantástica legión de camareros superprofesionales —Suso, Gabi, Joël, Raquel...— a modo de orquesta perfectamente afinada; sin olvidar a Heiner Ávila, que se acaba de jubilar tras más de 30 años velando para que por la puerta del Cock solo entrase gente entre estupenda y muy estupenda.
Felicidades, querido bar Cock, los 100 te sientan especialmente bien. Que el gallo siga cantando.
Esta es la historia de un bar elegante con muchísima personalidad. Conviene dejar claro desde el principio que nunca en sus 100 años de historia ha precisado de decorador o interiorista, más bien de los mejores ebanistas, marmolistas y expertos en molduras. El Cock es, en sí mismo, una joya arquitectónica perfectamente conservada. El Cock, como institución, es el gran referente de la alta coctelería madrileña —y por extensión, española— y el epicentro de un poderoso huracán de talento que siempre ha girado en torno a él. Porque el Cock ha sido y es, con mayúsculas, punto de encuentro de intelectuales, empresarios de éxito, artistas de toda forma y condición, escritores, periodistas, golfos chic y otros amantes de la noche de actitud interesante.