Mapeamos los pueblos, bosques y 'fiordos' del Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre, porque León sigue siendo verde
El otoño ya está aquí y, con él, los paisajes de tonos rojizos y ocres que anuncian la caída de la hoja. En España hay numerosos destinos perfectos para contemplar la naturaleza en plena transición. Hoy ponemos rumbo a León
Nos adentramos en el Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre, al noreste de León, un lugar de belleza espectacular que regala imágenes inolvidables: montañas reflejadas en aguas turquesas, bosques mágicos, fauna salvaje, valles glaciares y pueblos que conservan la esencia de la montaña leonesa.
Pese a los incendios del verano, el parque ha demostrado estar más vivo que nunca. Aquí, naturaleza, tradición y hospitalidad se dan la mano en cada rincón, desde el lago de Isoba hasta el pinar de Lillo o la ruta de la Laguna de Mampodre.
Riaño, con su embalse rodeado de cumbres, es el corazón de este territorio que sorprende por su belleza y su autenticidad rural. Es, además, el punto de partida perfecto para conocer el parque.
Aunque el pueblo nuevo nació tras la construcción del pantano que cubrió el valle original, Riaño ha sabido reinventarse sin perder su identidad. Desde el Mirador de las Hazas —donde muchos suben a balancearse en su columpio—, las vistas del embalse y las montañas que lo rodean son sencillamente espectaculares.
Una experiencia muy recomendable es recorrer el embalse en barco, navegando entre cumbres y reflejos. En verano, también puede hacerse en moto acuática, una propuesta llena de adrenalina para descubrir con libertad los llamados 'fiordos leoneses'.
Pueblos con identidad:
Sorriba, Lois, Lillo y Boca de Huérgano
El encanto de la montaña leonesa se condensa en sus pequeños pueblos. En Sorriba, las casas de piedra y los prados en pendiente ofrecen una estampa detenida en el tiempo.
Lois sorprende por su iglesia, conocida como la Catedral de la Montaña, y por su legado cultural: aquí se fundó una cátedra de latín que formó a poetas y sabios, razón por la que se la conoce como la 'Universidad de la Montaña'.
En Lillo, el Pinar embriaga con el aroma de la resina y el susurro del viento entre los árboles; es uno de los bosques más antiguos y hermosos de España.
Y en Boca de Huérgano, el torreón medieval del siglo XIV nos recuerda el pasado defensivo de estas montañas. Su silueta de piedra, con la cordillera al fondo, es una de las imágenes más icónicas del valle.
Los tesoros de agua del parque
La Laguna de Mampodre es una joya glaciar escondida entre montañas. Su ruta asciende entre pastos y pedreras, ofreciendo vistas únicas del macizo y la sensación de estar inmerso en plena naturaleza.
El Lago de Isoba, también formado por la erosión del hielo, brinda una visión serena del paisaje, perfecta para senderistas y amantes de la fotografía.
Más al sur, el embalse del Porma, rodeado de montes y pueblos tranquilos como Puebla de Lillo, refleja la calma del entorno y regala atardeceres otoñales de postal.
Un santuario entre montañas
A los pies del valle del Cea, el Santuario de la Virgen de la Velilla añade un toque espiritual al recorrido. Rodeado de montes, este templo barroco del siglo XVII parece custodiar la montaña. Su ubicación, entre bosques y pastos, invita al recogimiento y la contemplación.
El lujo del silencio
Visitar el Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre es regresar a lo esencial. Aquí, el lujo no se mide en estrellas, sino en cielos limpios, paisajes infinitos y bosques donde reina el silencio. En definitiva, este espacio nos recuerda que uno de los mayores tesoros que posee nuestro país es, sin duda, su naturaleza, que combinada con nuestra historia, cultura y gastronomía nos hace imbatibles.
Nos adentramos en el Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre, al noreste de León, un lugar de belleza espectacular que regala imágenes inolvidables: montañas reflejadas en aguas turquesas, bosques mágicos, fauna salvaje, valles glaciares y pueblos que conservan la esencia de la montaña leonesa.
Pese a los incendios del verano, el parque ha demostrado estar más vivo que nunca. Aquí, naturaleza, tradición y hospitalidad se dan la mano en cada rincón, desde el lago de Isoba hasta el pinar de Lillo o la ruta de la Laguna de Mampodre.