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Vino sin alcohol, la apuesta más arriesgada
  1. Gastronomía

Vino sin alcohol, la apuesta más arriesgada

Vino sin alcohol. Así, a priori, puede parecernos algo descabellado, pero... ¿quién recuerda lo que ocurrió cuando, hace 40 años, salió a la venta la primera cerveza 'sin'?

Foto: Parece vino, ¿verdad? No tiene alcohol
Parece vino, ¿verdad? No tiene alcohol

España, 1976. En aquella España en la que el brandy era cosa de hombres y la testosterona se medía por el número de lingotazos que uno se echaba al coleto, la cervecera Ámbar tuvo la osadía de lanzar una cerveza sin alcohol. Inaudito. Tanto que los pocos bares que la servían tenían muchas veces que hacerlo por debajo del mostrador, para que quien la pedía no fuera objeto de mofa.

Y, además, no sabía a cerveza. 'Parecía' cerveza, pero el sabor, ay... Pocos, muy pocos, pensaban que en algún momento pedirse una 'sin' estaría a la orden del día.

Viene todo esto a cuento del lanzamiento del vino Win. Leemos 'tempranillo sin alcohol' y nuestro circuito de recompensa entra en shock. El vino es vino, pensamos, y si no tiene alcohol, es zumo de uva, mosto. Pero no, no hablamos de mosto: detrás de Win está el Grupo Matarromera, que busca convencernos de que es posible hacer un vino sin alcohol... y encontrar la aprobación del respetable. Yes, we can.

Veamos cómo lo hacen. Se trata, nos dicen, de "un proceso de deconstrucción en el cual se minimiza el riesgo de pérdida de componentes aromáticos en el vino y se elimina el alcohol". Partimos de vinos tintos y blancos. El tinto, elaborado con uvas tempranillo de viñedos situados en RIbera del Duero; el blanco, con uvas verdejo de la DO Rueda. Se cogen los vinos, se llevan a la planta de deconstrucción molecular -ubicada en Valbuena de Duero (Valladolid)- y allí se separan los aromas y el alcohol del resto de componentes del vino. "Posteriormente, se realiza una 'reconstitución organoléptica' con el fin de devolver los aromas al punto de partida. El vino, ya sin alcohol, mantiene las propiedades beneficiosas para la salud del vino original, al contener polifenoles, antocianos y antioxidantes".

Ahora, la gran pregunta: ¿qué tal está? Diré mi opinión: a mí no me sabe (ni me huele) a vino. Parece vino, pero fallan tanto los aromas como la boca.

¿Tiene esto importancia de cara al éxito del producto? Es ahí cuando se me viene a la mente el recuerdo de la cerveza 'sin' y de su dificilísima introducción en la sociedad española. Le preguntamos a Juan Antonio Corchón, el maestro cervecero de Ámbar que desarrolló la innovadora fórmula, por qué se lanzó una cerveza sin alcohol y responde: "Hay que saber escuchar". Escuchar a la comunidad médica, que ya en aquel tiempo andaba sugiriendo una opción saludable para combatir los excesos etílicos de los españoles. Y escuchar también a las personas con diabetes o con otras patologías que les impedían el disfrute de bebidas con alcohol.

Este mismo aspecto de salud es el testigo que han recogido los creadores de Win, que han firmado un convenio de colaboración con la Asociación Española contra el Cáncer para comercializar una botella exclusiva que integra la imagen de la organización. La idea es "concienciar a la sociedad sobre el cáncer y apoyar a los enfermos mediante una campaña de hábitos saludables".

No sabemos lo que ocurrirá en los próximos años. En estos momentos, el 14% de la cerveza que se consume en España es sin alcohol (según recoge el Informe Socioeconómico de Cerveceros de España). Estamos a la cabeza de la producción y del consumo de cerveza 'sin' dentro de la UE. Así que démosle tiempo al tiempo y no anticipemos el fiasco de este vino tan poco embriagador. Puede que dentro de otros 40 años se haya abierto un hueco en nuestras papilas... y en nuestro corazón.

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España, 1976. En aquella España en la que el brandy era cosa de hombres y la testosterona se medía por el número de lingotazos que uno se echaba al coleto, la cervecera Ámbar tuvo la osadía de lanzar una cerveza sin alcohol. Inaudito. Tanto que los pocos bares que la servían tenían muchas veces que hacerlo por debajo del mostrador, para que quien la pedía no fuera objeto de mofa.

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