Crema de pimientos rojos con queso de cabra: color y sabor veraniegos
El mes de junio invita a sorprender al paladar. ¿El truco para conseguirlo? Aventurarse con recetas con sabor refrescante. Toma nota y prueba con nuevas texturas como esta
Esta crema tiene un delicado color rosado y un sabor dulce, suave y aterciopelado. Al rehogar los pimientos, desarrollan aromas muy distintos de los que se aprecian al consumirlos en crudo o asados. El toque final llega con un poco de queso de cabra. Un complemento igual de estético que si la adornas con unos picatostes o un puñado de avellanas picadas. Diviértete con este plato en una cata a ciegas y deja que tus comensales adivinen el ingrediente principal: el suspense y las risas están asegurados.
Elaboración: 30 minutos Dificultad: fácil Coste: económico Comensales: 6
Ingredientes
- 2 cucharadas de aceite de oliva
- 1 cebolla
- 500 g de pimientos rojos
- 800 ml de caldo de verdura
- 120 g de patata
- 100 g de queso de cabra
- 50 g de perlas de queso de cabra
- 2 cucharadas soperas de cebollino picado
Preparación
- En una cazuela vertemos 2 cucharadas soperas de aceite de oliva, incorporamos una cebolla cortada en cuartos y los pimientos troceados. Rehogamos hasta que desprendan olor y se doren ligeramente.
- Añadimos la patata y cubrimos de caldo. Cocemos hasta que las hortalizas queden tiernas. Salpimentamos al gusto y trituramos con una batidora para conseguir una textura fina y cremosa.
- Dejamos enfriar completamente.
- Vertemos la crema en un bol y decoramos con una rodaja, unas perlas de queso de cabra y cebollino fresco recién cortado.
El truco final
Al comprar los pimientos escoge los que sean brillantes, de textura firme y que no presenten arrugas. Eso es sinónimo de frescura.
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Esta crema tiene un delicado color rosado y un sabor dulce, suave y aterciopelado. Al rehogar los pimientos, desarrollan aromas muy distintos de los que se aprecian al consumirlos en crudo o asados. El toque final llega con un poco de queso de cabra. Un complemento igual de estético que si la adornas con unos picatostes o un puñado de avellanas picadas. Diviértete con este plato en una cata a ciegas y deja que tus comensales adivinen el ingrediente principal: el suspense y las risas están asegurados.