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El enigma del ADN de Borja Thyssen
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El enigma del ADN de Borja Thyssen

Desde que se dieron cuenta que vender su intimidad a precio de caviar iraní les resultaba mucho más rentable que seguir los consejos de mamá baronesa

Foto: El enigma del ADN de Borja Thyssen
El enigma del ADN de Borja Thyssen

Desde que se dieron cuenta que vender su intimidad a precio de caviar iraní les resultaba mucho más rentable que seguir los consejos de mamá baronesa (trabajar, por ejemplo), los B&B se han convertido en los maestros de Pinocho. Por el momento, la nariz la tienen en su sito, pero la credibilidad y la dignidad por los suelos. Hace una semana abrieron la caja de Pandora cuando el muchacho contó a cara descubierta en ¿Dónde estás corazón? (Antena3) que su mamá querida le había presionado para que se hiciera la prueba de paternidad. ¡Y no una, sino tres veces!

Con las pocas luces que demostró tener esa noche, Borja dio a entender que para él esos análisis eran como ir al gimnasio. La prueba se convirtió en la piedra angular de los desencuentros filiales que duran hasta hoy. De hecho, la baronesa, más mosqueada que la mona de Tarzán cuando le quitaban el plátano, decidió pasar la Nochebuena en Sant Feliú con sus mellizas y unas amistades de confianza que, por ahora, no la han traicionado. Su íntima de toda la vida, Leo (Leonor) Solanes, parece que jugó a dos bandas. Según Borja, ella estuvo presente en esas especies de pruebas de la Señorita Pepis a las que se sometió por dos veces y que Carmen Cervera no admitió, precisamente por ser poco fiables. Desde ese día, Tita que no acepta las traiciones. Las borró de su lista. Leo es otra, junto a la nuera, que ya no comerá faisán ni ostras en ninguna celebración familiar.

El último y definitivo análisis se hizo el martes pasado con la presencia de dos abogados, el de la madre y el de la pareja B&B. Una situación rocambolesca si tenemos en cuenta los previos de la historia. Desde que Borja anunció su boda pasando por taquilla, Carmen Cervera dijo que no iría, y así lo hizo. En unas declaraciones exclusivas que me hizo en su día no dejaba en buen lugar a los Cuesta, aclarando que “no quiero saber nada de Blanca ni de esa familia”. Por cierto, que por ahora los padres de ella no han salido a defender el honor de su hija. Como son todos tan peculiares puede ser que hayan recibido indicaciones. No se puede estropear la exclusiva del miércoles donde los protagonistas darán su versión de los hechos y que probablemente vuelva a ser inexacta. 

Durante el último año, a Blanca y Borja no les ha importado estafar al personal que compraba la revista ¡Hola! con declaraciones de armonía que eran mentira. Lo peor fue el día del bautizo de Sacha donde Blanca aparecía radiante como mamá primeriza junto a la abuela baronesa, Borja y detrás un retrato del barón. Unas imágenes inquietantes para los que sabíamos del poco aprecio que existía entre nuera y suegra. Carmen no lo disimulaba y daba las razones de esos desencuentros. Por ejemplo, que no podía ver a su hijo a solas, que Blanca y la familia se habían enriquecido a costa de Borja, que la nuera fomentaba la vagancia, que gastaban a manos llenas… En fin, perlitas finas que hacían imposible la reconciliación. 

Además, estaba el meollo de la cuestión con las dudas sobre la filiación biológica. A la espera de resolver el enigma del ADN, tras las pruebas oficiales a las que de nuevo se ha sometido Borja, el culebrón continúa. Ahora sólo falta que hable otro de los protagonistas de la historia. El famoso guardaespaldas que según el programa de Antena 3 encandiló Blanca.

Desde que se dieron cuenta que vender su intimidad a precio de caviar iraní les resultaba mucho más rentable que seguir los consejos de mamá baronesa (trabajar, por ejemplo), los B&B se han convertido en los maestros de Pinocho. Por el momento, la nariz la tienen en su sito, pero la credibilidad y la dignidad por los suelos. Hace una semana abrieron la caja de Pandora cuando el muchacho contó a cara descubierta en ¿Dónde estás corazón? (Antena3) que su mamá querida le había presionado para que se hiciera la prueba de paternidad. ¡Y no una, sino tres veces!