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Nacho Vidal, el hombre que se metió en el porno para sacar a su novia de la prostitución
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Nacho Vidal, el hombre que se metió en el porno para sacar a su novia de la prostitución

Se llamaba Ignacio Jordá González, vivía en Mataró y tenía una novia de nombre Sara. Cuando abrió por primera vez las puertas de la Sala Bagdad

Foto: Nacho Vidal, el hombre que se metió en el porno para sacar a su novia de la prostitución
Nacho Vidal, el hombre que se metió en el porno para sacar a su novia de la prostitución

Se llamaba Ignacio Jordá González, vivía en Mataró y tenía una novia de nombre Sara. Cuando abrió por primera vez las puertas de la Sala Bagdad nadie se imaginaba que se convertiría en una estrella del porno con más de 3.500 películas a sus espaldas. Dejaría su nombre atrás para convertirse en Nacho Vidal, pero de eso hace ya casi 20 años.

“Hizo el casting con su novia”, comenta Juani de Lucía, dueña de la Sala Bagdad y gran amiga del actor. Nacho Vidal quería sacar a su pareja del mundo de la prostitución y esta era la ocasión perfecta. “Siempre quiso dedicarse al sexo y valía para ello. Su gran reto era superar al italiano Rocco Siffredi”. Y parece que lo consiguió.

“Comenzó siendo un chico vergonzoso que no logró empalmarse en sus 15 primeros días de trabajo”, habla De Lucía. “Cuando estaba en el escenario no le funcionaba nada”. Era una barrera que le bloqueó muy poco tiempo. La Sala Bagdad sólo le duró dos años. Le descubrió el director de cine porno José María Ponce, comenzó a hacer películas y acabó en América. Había nacido una estrella del porno.

“Siempre tuvo vocación. Tenía el físico y el aparato. Le volvía loco”. Su cara de chico malo era una imagen equivocada de su verdadera personalidad. “Soy un oso amoroso”, comentaba el actor en declaraciones el pasado mes de julio. “Nacho siempre ha sido el mismo: abierto, comunicativo, muy cercano, familiar y muy buen amigo”, declara De Lucía, todavía sorprendida por la última noticia que ha salido en los medios.

Se le acusa de blanqueo de capitales. Nacho Vidal ha sido detenido este lunes en la redada organizada por la Policía Nacional contra el china town madrileño, una organización que pretendía sacar dinero fuera del país o blanquearlo a través de paraísos fiscales. Todo el dinero generado se usó para abrir empresas, locales o restaurantes. En total, un centenar de detenidos entre los que se encuentra el propio Vidal.

De la televisión al anonimato

Fue en 2004 cuando estalló su imagen en España. Su libro Confesiones de una estrella del porno se convirtió en manual de cabecera y la televisión vio en el actor un filón para el espectáculo. Él se dejó querer. Apareció en varias ocasiones en el Crónicas Marcianas de Telecinco. A partir de ese momento todo el mundo sabía quién era Nacho Vidal y un vaso de tubo le hizo aún más conocido.

Tardaría un año en rendirse. “Tras 20 años de profesión es normal que te canses”, comenta la dueña de la Sala Bagdad. Se casó con la también actriz porno colombiana Franceska Jaimes. “A ninguna mujer le gustaría un marido así”, declaraba a los medios en el momento de su retirada.

Un renacer polémico

Jamás pudo apartarse del todo. Comenzó poniéndose detrás de las cámaras produciendo sus propias ideas y acabaría haciendo orgías en directo. El mundo del porno volvía a abrirle las puertas con suculentas ideas: una mansión con cámaras encendidas las 24 horas del día o, su último proyecto, una escuela de sexo en la que impartía clases a parejas.

Mientras tanto, el actor aparecía en los medios por razones muy diferentes. En 2007 era demandado por malos tratos por una mujer que aseguraba ser madre de su hijo. En esos momentos Nacho Vidal seguía (y sigue) casado con Franceska Jaimes, madre de sus (otros) dos hijos.

Su desparpajo frente a la cámara y sus buenos contactos convirtieron a Vidal en algo más allá que un rostro de videoclub. Apareció en un videoclip junto a Miguel Bosé, cuenta con su propio perfume (en forma de pene) y ha protagonizado este año Impávido en la gran pantalla junto a Marta Torné y Pepón Nieto. Un futuro que pocos auguraron cuando llamó al timbre de la calle Nou de la Rambla, 103.

Se llamaba Ignacio Jordá González, vivía en Mataró y tenía una novia de nombre Sara. Cuando abrió por primera vez las puertas de la Sala Bagdad nadie se imaginaba que se convertiría en una estrella del porno con más de 3.500 películas a sus espaldas. Dejaría su nombre atrás para convertirse en Nacho Vidal, pero de eso hace ya casi 20 años.