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Del 'robado' de la princesa Soraya a la fiesta marbellí en que Jesús Gil acudió en bermudas
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Del 'robado' de la princesa Soraya a la fiesta marbellí en que Jesús Gil acudió en bermudas

La esposa del sha Mohammad Reza Pahlevi, languidecía por Persia. Aunque encontró en Marbella (y en su gran mansión) sus últimos refugios donde convocar a lo más granado de la 'beautiful people'

Foto: La princesa Soraya durante un acto público en Marbella en la década de los 90 (Gtres)
La princesa Soraya durante un acto público en Marbella en la década de los 90 (Gtres)

La princesa Soraya, segunda esposa del sha Mohammad Reza Pahlevi, languidecía por Persia. Cuando los palacios de Teherán se quedaron lejos como consecuencia de su 'exilio' marbellí, otro príncipe esperaba a la emperatriz de uno de los imperios más fastuosos. Era Alfonso de Hohenloe, el anfitrión que la cobijó en la Finca Margarita. El aristócrata de moda le ofreció las estancias del Hotel Marbella Club como primer refugio de su dolor.

La emperatriz llegó a Marbella a mitad de los años setenta. Uno de los historiadores periodísticos de la ciudad, José Luis Yagüe, explica a 'Vanitatis' que “su llegada fue muy sonada. El príncipe Alfonso me llamó y enseguida acoplamos el dispositivo en Marbella Club. Toda Europa debía enterarse que Soraya, la princesa de los ojos tristes, estaba en Marbella. Así que con el consentimiento de ella montamos un robado fotográfico en toda regla, salía ella como absorta en el interior del hotel”.

Según cuenta el autor de la fotografía, “esa foto dio la vuelta al mundo y a los pocos días estaban reporteros internacionales vigilando todos los muros del establecimiento para captar su propia instantánea. Los días pasaban y Soraya no salía de Marbella Club. El Sha de Persia no le había dejado tanto dinero como decían los periódicos para su uso, y el tren de vida que llevaba en Marbella era extremadamente alto. Cuenta José Luis Yague a este medio que “gracias a que el banco Paribas, donde ella tenía muchos contactos, le ayudaron pudo tener su propio palacio en la milla de oro, Casa Maryam, donde pasó los últimos años de su vida, hasta que definitivamente se traslado a París, donde falleció”.

Apurar el último sorbo

En Marbella todo el mundo la admiraba: el tiempo, la leyenda y la prensa habían hecho de su matrimonio con el Sha de Irán una gran historia de amor y de dolor. Desde que fue repudiada por su marido, todo el mundo se convenció de que su mirada serena y poco expresiva se debía a la tristeza por haber perdido a su hombre. Pero lo cierto es que en esta última etapa de su vida el alcohol se cebó con ella. No había noche que en la Meridiana se “evaporarán botellas y botellas de vino de su mesa”.

Solía acompañarla casualmente en estos encuentros Pedro Román, cuya hija, Pilar, es ahora la administradora de la propiedad del Palacio. “Cuando acababa la noche, después de apurar el último sorbo, su fiel conductor la llevaba a su excelso 'palacio de las soledades', donde en su sofá rinconera traído de Persia se quedaba muchas veces dormida hasta altas horas de la mañana, cuando la traían la leche y el pan fresco”. Esa sofá todavía está en el salón de su casa, según ha podido comprobar 'Vanitatis'.

De hecho, muchos objetos, como su jarrón favorito, aún reposa debajo de la chimenea, y el viejo secador de los setenta, de esos que solo se veían en las peluquerías, a un lado de su dormitorio. En el baño, los grifos y el 'jacuzzi', ahora sin agua, se han oxidado. En su vestidor aún quedan las sombras de los vestidos de alta costura, y lecciones de protocolo incluidas. Una de las estatuas con la cara de ella preside el jardín en el que se tumbaba a leer, y los bancos de piedra están hechos esfinges de personajes mitológicos. Todo lleno de fuentes, muchas fuentes, y piscinas donde anidan los patos a primeras horas de la mañana.

Fiestas y ágapes en los palacetes

Las paredes que ahora cobijan a tres familias de refugiados de otros países han sido testigo de toda una época. Casa Maryam ha visto casi de todo. Algunos recuerdan aún la fiesta de agosto de 1996. Medianoche. La princesa Soraya ofrecía una fiesta de etiqueta en su mansión de Marbella. Los invitados, entre los que se encontraba miembros de la familia real saudí, iban a todo lo grande: buena comida, mucha bebida y sin faltar la danza árabe interpretada por una bailarina. Y como todo lo imprevisible que era la localidad malagueña de aquella época, aparecía Jesús Gil en la fiesta seguido de su corte de guardaespaldas interrumpiendo bruscamente el espectáculo. El atuendo fue lo más.

Al alcalde no le había dado tiempo de cambiarse y apareció de pantalón corto, chancletas de playa y una camisa abierta por la que asomaba su oronda barriga. Pero Soraya siempre parecía ajena a todo lo que rodeaba y contemplaba las escenas con la mirada perdida. Solo se entusiasmaba cuando acudía a 'La Folie', la casa de su amigo francés Jean Jaques Crenier o a alguna gala benéfica de las de Triple A. La emperatriz siempre estaba para su amiga Sandra Gamazo. Y donaba las joyas que aun le quedaban de su imperio para que no les faltaran buenos cuidados a los animales abandonados. Era gran amante de los “peludos” como denominaba en francés a sus mascotas y los amaba con locura.

La caída del mito

La debacle del mito coincidió con su refugio en Marbella. Su caída en desgracia empieza cinco años después de casarse con el Sha de Persia. Soraya no concebía y tuvo que soportar la humillación de las pruebas médicas en Suiza. Allí no le detectan ningún problema, pero el Sha tampoco tenia obstáculo para concebir, ya que tenía una hija de su anterior matrimonio. El vacío llega al entorno de la emperatriz: las damas de la corte ya no son tan amables con ella, las sonrisas son forzadas, y lo que peor llevaba es que la miraran con lástima. En alguna entrevista que se hizo en Marbella, ella misma contaba que en esa etapa le empezaron a llegar regalos de todo el mundo, amuletos, versículos del Corán e incluso agua bendita. En todos los titulares de la prensa se reflejaba la preocupación del Sha y su esposa.

Los ministros presionan al Sha para que tuviera un hijo que garantizara el futuro de los Pahlevi, y de esa manera empieza a buscar soluciones alternativas. Un día le sugiere a su mujer que acepte que él se case con otra, hasta que la deje embarazada, y así poder tener el deseado heredero sin tener que separarse de ella. Pero Soraya le dio su no rotundo. De esa manera empieza el autentico distanciamiento hasta que el Sha le dice: "Si se va de Teherán, no quiero que nadie piense que la he echado". Según Soraya, sintió una bola de tristeza en la garganta. Y así es como se refugia la emperatriz la primera vez en Europa. En su ausencia el Sha discutió con los ministros en Teherán sobre el futuro de su matrimonio.

Soraya se da cuenta de que todo ha terminado cuando pasan tres días antes de que su marido de señales de vida, y cuando lo hace, aunque no le dice claramente que va a repudiarla, “su tono de voz distante y frío hablo por sí solo”. Al día siguiente, mandó tres emisarios a "parlamentar" con ella. En su biografía desmitifica totalmente la dolorosa grabación en la que el Sha le comunicaba a su pueblo llorando que tenía que divorciarse de ella. Según Soraya, todo estaba preparado, los lloros estratégicamente amplificados, y el discurso, redactado por otras personas.

Marbella como refugio

El Sha fue generoso con su divorcio. Le permitió seguir usando el título de princesa, y le dejó una pensión que permitió a Soraya vivir a todo lujo por medio mundo su periplo empieza en Nueva York, París, la India, Los Angeles y acaba instalándose en los veranos de Marbella. Para aquel entonces el Sha ya se había comprometido con Farah Diba de una joven de veintiún años que acabaría compartiendo espacio en Marbella con Soraya aunque no se vieran. En 1981 la que fuera la viuda oficial del reino de Irán se alojó en Marbella Club.

Soraya murió sola en su casa de París en octubre del 2001, a los sesenta y nueve años, por causas naturales. La empleada de hogar que acudía todos los días a su domicilio la encontró muerta en su dormitorio. Farah Diba mandó un ramo de flores de parte suya y de sus hijos. Nunca más le dio tiempo a terminar el libro en alemán que aun reposa en la estantería de su palacio de Marbella.

La princesa Soraya, segunda esposa del sha Mohammad Reza Pahlevi, languidecía por Persia. Cuando los palacios de Teherán se quedaron lejos como consecuencia de su 'exilio' marbellí, otro príncipe esperaba a la emperatriz de uno de los imperios más fastuosos. Era Alfonso de Hohenloe, el anfitrión que la cobijó en la Finca Margarita. El aristócrata de moda le ofreció las estancias del Hotel Marbella Club como primer refugio de su dolor.

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