La boda sorpresa de Marisa en una playa de Portugal y su vestido de novia de princesa
Sus invitados creían que iban al bautizo de su hijo. Viajamos hasta Estoril (Lisboa) para adentrarnos en la boda de Marisa y Bernardo celebrada en una fortaleza del siglo XVII con vistas al océano Atlántico
Casarse frente al mar es uno de los sueños nupciales que comparten cientos de novias. Marisa pudo cumplirlo hace unas semanas. Ella y su prometido, Bernardo, celebraron su boda en Portugal, concretamente en Estoril (Lisboa), en una fortaleza del siglo XVII con vistas al océano Atlántico.
"Llevábamos juntos 14 años. Bernardo me pidió matrimonio en 2019, pero la pandemia paralizó nuestro enlace", explica la novia. Finalmente, estos portugueses se dieron el 'sí, quiero' el pasado 13 de abril.
Volviendo al principio, a la petición de mano, se produjo el día del cumpleaños de la actriz. "Fue el 29 de abril de 2019, Bernardo sabía que me iba a sorprender. Me llevó en helicóptero hasta la playa de Guincho, en Sintra. Allí estaban todos nuestros amigos con sus tablas de surf, y de repente me dijo, '¿te casarías conmigo?', al tiempo que me dio un anillo de compromiso. Fue un sueño que nunca imaginé".
Al poco tiempo, llegó el covid y su boda se quedó en pausa. "Meses más tarde, Bernardo me preparó una sorpresa, compró unos anillos, llamó al cura y convocó a todos nuestros amigos. Él decidió que íbamos a 'casarnos', pero sin tener nada registrado".
La gran boda, la que celebraron hace unas semanas, fue una sorpresa para todos sus invitados. "Creían que venían al bautizo de nuestro hijo y se toparon con nuestra boda. Hicimos un dos en uno, bautizamos a Bernardo y nos casamos por la iglesia, yo vestida de novia".
Ella, además de actriz, ayuda a gestionar el negocio familiar de sus padres, tienen varias pastelerías en Cascais, Pasteleria Girassol, y él es empresario, gestiona una inmobiliaria.
Celebrada en dos actos, primero, la ceremonia religiosa y el bautizo en la iglesia de Santo António de Estoril, y después, el convite y la fiesta en Forte da Cruz, una fortaleza situada en la playa de Tamariz, en Estoril, datada en el siglo XVII.
"Siempre idealicé estar cerca del mar el día de mi boda y no quería renunciar a eso. Lo cierto es que los dos estamos muy conectados con el mar", confiesa la novia.
Con las ideas muy claras de lo que quería llevar, Marisa se plantó en el taller del diseñador portugués Gio Rodrigues. "Había imaginado mi vestido de novia y Gio actuó tal y como yo quería".
Así, Marisa tuvo un papel clave en el diseño de su traje nupcial. "Tenía una idea clara, sabía que quería un vestido diferente, vi varias imágenes que me inspiraron y luego hice un boceto y después de varias pruebas llegamos al vestido final".
Con el boceto que ella había dibujado, el modisto nupcial y la novia comenzaron escogiendo el tejido con el que confeccionarían su vestido. "Empezamos eligiendo la tela, todo bordado con flores, y supe que quería jugar con las transparencias. Luego acabó fluyendo y nos basamos en un modelo de lencería para crear el traje", explica.
De corte princesa y fabricado con un tejido de gasa blanco bordado con miniflores en relieve en la misma tonalidad, el vestido de novia de Marisa contaba además con semitransparencias.
De escote palabra de honor y con un cuerpo corsé que dejaba la estructura interior expuesta, contaba con un corte justo debajo del pecho del que brotaba una falda voluminosa con cola confeccionada con el mismo tejido, pero con varias capas.
El vestido de Gio Rodrigues se completó con un abrigo, una pieza que la actriz lució para la ceremonia religiosa, y que después, en la fortaleza, colgó en el armario. Cerrado con dos botones pequeños en el frontal y el resto, completamente abierto, el abrigo transparente y blanco estaba protagonizado por unas mangas abullonadas rematadas en unos puños ajustados. La prenda idónea para cumplir con el 'dress code' nupcial dentro de la iglesia.
Un vestido de novia que, como las princesas de los cuentos, Marisa completó con una tiara de Cata Vassalo, una firma portuguesa especializada en joyas y coronas para novias e invitadas.
Las flores también dieron forma a sus pendientes de Unike. "Los elegí porque parecían ser parte del vestido". Unos anillos que pertenecieron a la abuela de Bernardo y uno más que le regaló el novio ese día, el anillo Trinity de Cartier, cerraron el apartado de las joyas.
El ramo de la novia, armado con flores blancas y hojas verdes, estaba atado con una cinta que tenía bordada la frase "tres al infinito".
Sin que nadie más que ellos, Marisa y Bernardo, los que sabían que allí se iba a celebrar una boda además de un bautizo, llegó el día y tocaba prepararse. De la puesta a punto de la novia se encargaron, Matt de Lisbaeta, "no le dejaría a nadie más mi peinado, él es el mejor y mi pelo quedó exactamente como lo imaginé", e Inés Aguilar del maquillaje.
La actriz puso rumbo a la ceremonia religiosa junto a su padre y padrino. "Nunca olvidaré la entrada a la iglesia con nuestra canción mirando las caras de toda la gente que quiero. Fue superemotivo y todo, sin esperarlo".
De ese momento, Marisa se queda con el primer beso que ella y su prometido se dieron en el altar.
Convertidos en marido y mujer de manera oficial, y en compañía de sus familiares y amigos, cambiaron de escenario para recalar en la fortaleza y dar comienzo a la fiesta de su boda. "Quería estar con las personas más importantes conmigo y aunque solo me faltó uno de mis mejores amigos porque estaba en Malasia, recuerdo el día como perfecto".
Respecto a la decoración dentro de Forte da Cruz, siguió esa estética principesca que marcó el look de la novia. "No me imaginaba que elegiría una decoración palaciega, pero en ese lugar idílico no tendría sentido de otra manera: era preciosa y me encantó. Siempre dije que mi boda sería una locura y lo fue", confiesa. "Todos los detalles del comedor fueron un sueño", añade.
En mitad del banquete, Marisa se quitó la corona para portar un sombrero tipo fedora de Umbra con red blanca. Para la fiesta, cambiaría por completo su look: del vestido de princesa a un modelo lencero fabricado en un tejido satinado con detalle de cadenas doradas en los tirantes.
Abrieron el baile con 'Baianá' de Bakermat, "entramos al son de esa canción a la carpa y luego, el resto del tiempo fue sin parar".
Como consejo para futuras novias, Marisa dice que "creo que lo principal es vivir ese día, todo pasa muy rápido. Además, es bueno poder darle al organizador de bodas la imagen que deseas para todo el evento para que puedas disfrutarla ese día".
Casarse frente al mar es uno de los sueños nupciales que comparten cientos de novias. Marisa pudo cumplirlo hace unas semanas. Ella y su prometido, Bernardo, celebraron su boda en Portugal, concretamente en Estoril (Lisboa), en una fortaleza del siglo XVII con vistas al océano Atlántico.
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