El gesto imposible de evitar que nos delata cuando alguien nos cae mal, según la psicología

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A veces intentamos disimularlo, sonreímos por compromiso o incluso hacemos esfuerzos conscientes para parecer amables. Sin embargo, nuestro cuerpo suele tener otros planes. Según la psicología del comportamiento, existe un gesto que es prácticamente imposible de evitar y que puede delatar, incluso sin palabras, que alguien no nos cae bien: levantar ligeramente el labio superior, un movimiento sutil pero muy revelador.

Este gesto, también conocido como una microexpresión de desagrado, forma parte de las llamadas "expresiones universales" identificadas por el psicólogo Paul Ekman, pionero en el estudio de las emociones y su manifestación en el rostro. Se produce de manera automática e inconsciente en cuestión de milisegundos, y su función es protegernos de lo que percibimos como negativo, incluso cuando esa negatividad no proviene de una amenaza física, sino emocional o social.

Cuando una persona nos resulta antipática o genera rechazo, por más que intentemos ocultarlo, el rostro puede tensarse de forma imperceptible. Uno de los indicadores más comunes es ese leve levantamiento del labio, que a menudo se acompaña de una pequeña contracción de la nariz, similar a la que haríamos si algo nos oliera mal. Estos gestos sutiles envían un mensaje claro al entorno: “algo no me agrada”.

Los expertos en lenguaje no verbal explican que estas señales, aunque breves y difíciles de detectar para la mayoría, pueden ser captadas intuitivamente por los demás. Nuestro cerebro está programado para reconocer emociones en los rostros ajenos, y aunque no sepamos exactamente qué hemos visto, muchas veces “sentimos” cuando alguien no está siendo del todo sincero con su simpatía.

Más allá del gesto en sí, también influyen otros signos de rechazo como evitar el contacto visual, girar ligeramente el cuerpo en dirección opuesta o parpadear con mayor frecuencia. Todo esto forma parte de un sistema de defensa interpersonal que se activa cuando alguien despierta en nosotros desconfianza, incomodidad o simplemente no encaja con nuestras emociones.

Lo interesante es que, según diversos estudios, cuanto más intentamos fingir una actitud positiva, más se refuerza la posibilidad de que estas microexpresiones se escapen. Es decir, el esfuerzo por parecer amables puede ser, paradójicamente, lo que más nos delate.