Síndrome de Simón: el rasgo emocional que algunos hombres jóvenes tienen y cómo afecta a sus relaciones

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En los últimos años, se ha popularizado el término “síndrome de Simón” para describir un patrón de comportamiento que afecta a ciertos hombres jóvenes, sobre todo aquellos que ya han superado los 30 años. Lejos de ser un diagnóstico clínico, esta etiqueta, acuñada por el psiquiatra español Enrique Rojas, ofrece una mirada interpretativa sobre una forma particular de vincularse: centrada en el individualismo, el éxito profesional y una notable resistencia a los compromisos emocionales.

El nombre "Simón" funciona como un acrónimo que resume los principales rasgos del síndrome: Soltero, Inmaduro, Materialista, Obsesionado con el éxito y Narcisista. En concreto, son hombres que suelen evitar las relaciones duraderas, priorizan su desarrollo profesional por encima de los vínculos afectivos, se muestran emocionalmente inmaduros y con dificultad para conectar empáticamente con otros.

Este patrón se asocia con lo que Rojas denomina “síndrome de pánico al compromiso”, una especie de temor difuso a perder la libertad personal al formar un lazo estable. Aunque muchos lo ven como una forma de vida moderna, centrada en el yo y en la gratificación inmediata, sus consecuencias no son menores: relaciones breves y poco significativas, sensación de vacío emocional, aislamiento afectivo y, en algunos casos, síntomas de ansiedad o tristeza persistente.

La paradoja es que, en una etapa de la vida en la que se espera cierta consolidación emocional, estos hombres continúan habitando dinámicas propias de la adolescencia tardía. Según Rojas, esta dificultad para entregarse emocionalmente impide el acceso a formas más profundas de madurez afectiva, como la empatía, la estabilidad y el cuidado mutuo.

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Superar el síndrome de Simón implica un trabajo interno que comienza por reconocer los propios patrones de conducta. Observar las emociones, revisar vínculos pasados y fortalecer la inteligencia emocional son pasos necesarios para reconectar con una forma más auténtica de vincularse. De hecho, no se trata de renunciar a la libertad, sino de comprender que el compromiso bien entendido puede ser una expresión madura de ella.