Es noticia
Menú
Emilio Botín, el hombre de eternos paseos que desayunaba sardinas de Santoña
  1. Noticias
MUERE EL BANQUERO A LOS 79 AÑOS

Emilio Botín, el hombre de eternos paseos que desayunaba sardinas de Santoña

Los colaboradores más cercanos a Emilio Botín se quedaron el martes trabajando hasta muy tarde. Al día siguiente, a las once de la mañana, se iniciaba

Foto: El presidente del Banco Santander, Emilio Botín, en una imagen de archivo (Gtres)
El presidente del Banco Santander, Emilio Botín, en una imagen de archivo (Gtres)

Los colaboradores más cercanos a Emilio Botín se quedaron el martes trabajando hasta muy tarde. Al día siguiente, a las once de la mañana, se iniciaba una ronda de reuniones que presidía como siempre Don Emilio. El “don” acompañaba en público el nombre del banquero, aunque se tratara de personas de su absoluta confianza. Decía que guardar las formas era fundamental y recordaba que, cuando era pequeño, su padre trataba de usted a los abuelos. “Las buenas maneras no tienen que ver con el estatus, sino con las pautas que te hayan marcado en casa”, afirmaba.

Pero el destino decidió que no habría reuniones ni el miércoles ni nunca más. De buena mañana, el gabinete de comunicación del Banco Santander emitía un comunicado donde se anunciaba la muerte de su presidente a los 79 años. Conmoción absoluta en la Ciudad del Santander o Ciudad Botín, que así se bautizó a las instalaciones del banco en Boadilla del Monte (Madrid). Los trabajadores no daban crédito al runrún que desde la madrugada del 10 de septiembre circulaba por las altas esferas y, por supuesto, por los despachos de los directivos que esa mañana debían reunirse con el jefe.

La rutina, si no viajaba, era la misma de todos los días. Dependiendo del tiempo del que dispusiera, andaba una hora o más por el campo de golf. Una vez finalizado el paseo, solía darse una vuelta por el exterior de la ‘urbanización Botín’. “Se fijaba hasta en los mínimos detalles. Si el césped estaba en condiciones, las palmeras cuidadas... Las luces, la capilla… Hacía visitas y no para controlar, sino porque le gustaba observar que la vida ajena a las decisiones empresariales funcionaba”, relata uno de los directivos de la firma, incapaz aún de asimilar la muerte del gran jefe.

En la zona se plantaron olivos y en la época de la aceituna se recogían los frutos para hacer un aceite que no se comercializaba, sino que se convertía en un detalle personalísimo que los interesados guardaban como oro en paño. Y no siempre el aceite lo recibían los ilustres o poderosos que acudían a las instalaciones. A veces, el jardinero o la señora de la limpieza también tenían su botella.

Fruta y sardinas

La muerte de Emilio Botín ha impactado porque era un hombre de costumbres sanas. Dejó de fumar hace unos años y seguía a rajatabla las recomendaciones de su amigo el doctor Valentín Fuster. Además de sus caminatas diarias, que no abandonaba tampoco cuando viajaba, tenía su rutina gastronómica: desayunaba siempre una lata de sardinas y fruta. De hecho, cuando se desplazaba no podía faltar este menú. Sobre todo la lata de sardinas. “Las llevaba de casa porque le gustaba una marca especial de Santoña”.

La bolsa de avituallamiento era fija junto al equipaje fuera donde fuera, igual que su estilismo de bermuda y polo con el color corporativo denominado ‘rojo botín’. En su día, esa imagen fue portada de casi todos los diarios, porque de esa guisa se encontró con el Rey Don Juan Carlos en la recepción del hotel en la que ambos se alojaban en Brasilia. El banquero terminaba su paseo matinal y, casualidades de la vida, el jefe del Estado recién llegaba. Los que desconocían de la sana costumbre del señor Botín le pusieron verde e incluso llegaron a comentar la falta de respeto. Por supuesto, el encuentro había sido absolutamente fortuito.

El banquero tenía también otro hábito en su campo de operaciones de Boadilla del Monte. Nada que ver con su dedicación como financiero ‘top ten’ y sí con esa necesidad que tenía de supervisar y comprobar su obra corporativa. Le gustaba visitar la guardería donde los trabajadores del banco Santander que así lo deseaban tenían a sus niños. Nunca en horario de siesta. Llegaba, hablaba con las encargadas, se entretenía con los más mayorcitos y de vuelta a su despacho. A veces pasando por la capilla.

Video embebido

Los colaboradores más cercanos a Emilio Botín se quedaron el martes trabajando hasta muy tarde. Al día siguiente, a las once de la mañana, se iniciaba una ronda de reuniones que presidía como siempre Don Emilio. El “don” acompañaba en público el nombre del banquero, aunque se tratara de personas de su absoluta confianza. Decía que guardar las formas era fundamental y recordaba que, cuando era pequeño, su padre trataba de usted a los abuelos. “Las buenas maneras no tienen que ver con el estatus, sino con las pautas que te hayan marcado en casa”, afirmaba.

Ana Patricia Botín Emilio Botín
El redactor recomienda