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Cinco curiosidades de Can Poleta, la finca de Mario Conde que sale hoy a subasta
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la compró en 1982

Cinco curiosidades de Can Poleta, la finca de Mario Conde que sale hoy a subasta

El pasado mes de abril, el juez Pedraz descubría la estrategia mediante la cual Conde había logrado conservar Can Poleta y evitar su embargo. Este lunes cambiará de dueño

Foto: Can Poleta, finca de Mario Conde
Can Poleta, finca de Mario Conde

Este lunes sale a subasta Can Poleta, la finca mallorquina en la que Mario Conde se ha refugiado en los mejores y peores momentos. Allí disfrutó de los veranos con sus hijos Mario y Alejandra, y allí acudió cuando consiguió la libertad condicional tras abandonar, en 1999, la cárcel de Alcalá Meco. Buenos y malos recuerdos en un mismo escenario que Conde no volverá a pisar. Ese reducto de paz donde su esposa, Lourdes Arroyo, pasó los momentos menos amargos del final de su enfermedad.

El pasado mes de abril, el juez Pedraz descubría la estrategia mediante la cual Conde había logrado conservar Can Poleta y evitar su embargo. Una serie de maniobras (im)perfectamente elaboradas lograron que durante 20 años fuese así. Hasta ahora. Este lunes la finca mallorquina cambiará de dueño y Vanitatis repasa las cinco curiosidades que han hecho de ella un lugar muy especial para los Conde. El propio exbanquero dio algunas claves en el pregón que dio en Caimari en 2009.

1. Se la compró a su suegro

Cuenta Mario Conde que fue su mujer, Lourdes Arroyo, la que hizo que él se enamorara de Mallorca. Él no mantenía ninguna conexión especial con la isla hasta que su suegro compró Can Poleta. “Tenía 25 años. Me acababa de casar. Toda mi vida mis veranos transcurrieron en Galicia. Allí conocí a mi mujer, Lourdes Arroyo. Pues bien, después de casarme, ella y su familia, que nada tenían que ver con Mallorca, decidieron que el lugar ideal para pasar el verano eran estas islas. Mi suegro, el padre de mi mujer, gustaba de navegar y decía que aquí, en las aguas costeras de Mallorca, no hay piedras ni bajos ni mareas ni corrientes. Mi mujer estaba de acuerdo y como yo soy muy obediente con los que mandan bien y muy rebelde con los que mandan mal, que de estos hay bastantes, obedecí, porque mi mujer me mandaba muy bien”, explicó Conde en aquel pregón de Caimari. Poco después, en 1982, el banquero quiso comprársela a su suegro y Can Poleta se convirtió en el lugar de asueto de los Conde.

2. Una tafona rodeada de olivos

Can Poleta es una espectacular masía conformada por varias fincas en las que destacan los olivos milenarios. Es una preciosa tafona con vistas a la Sierra de Tramontana que está muy próxima al campo de golf del pueblo de Pollença. Sin duda, un enclave idóneo para disfrutar del verano, pero que también se convirtió en la residencia de los Conde en las vacaciones invernales. “Mucha gente está muy confundida con Mallorca. Piensan que esa isla es solo playas”.

3. El 'señor' Mario Conde

Tanto disfrutaba Mario Conde de la vida en Can Poleta que él mismo se encargaba de recoger la cáscara de almendra que hacía falta para poner en marcha la calefacción de la casa. Cuenta que en una ocasión, cuando volvía en su coche de comprar los sacos de almendras y de colocarlos en el garaje, gesto que hizo que se ensuciara considerablemente la ropa, un hombre le esperaba en la puerta preguntando por el señor de la finca. Cuando Conde le dijo que se encontraba ante él, el hombre se extrañó. “Me reí con él. Tenía el hombre un diseño de cómo debía ser el señor de Can Poleta y yo, claro, sucio y lleno de cáscaras de almendras, no le cuadraba, pero en fin, aceptó lo que le dije, charlamos y trabajó con nosotros”, relata el exbanquero.

4. El fantasma de Can Poleta

El nombre de la finca significa 'casa del napolitano' y es que el lugar en el que durante tantos años veranearon los Conde Arroyo fue el hogar de un napolitano muchos años atrás. Pero no es el único inquilino que habitó la casa antes de que llegara el exbanquero gallego. Según Conde, también existe un fantasma inglés llamado Oliver que ha cohabitado con ellos en la finca. “Recuerdo que cuando era presidente del banco, los encargados de mi seguridad, que dormían en la torre de Can Poleta, decían que oían ruidos raros por las noches. Yo les expliqué que era Oliver, el fantasma. Y, a pesar de que se dedicaban la seguridad, tenían miedo y no querían subir a dormir allí”, contó Mario en el pregón de Caimari.

5. El lugar escogido por Lourdes para morir

En aquel pregón que dio Mario en 2009 ante el pueblo de Caimari el momento más emocionante para el orador y también para los oyentes fue cuando el exbanquero habló de su exmujer, Lourdes Arroyo. “Lourdes, contra todos los médicos oficiales, contra todos los que diagnosticaban su estado, quiso venir aquí, a Mallorca, a ver sus tierras, a sentir su mar, a estar con Biel y María, con las piedras de su casa, con sus olivos, con sus amaneceres, con sus atardeceres, con las arenas de sus playas, con sus recuerdos. Silenciosa paseaba más cansada físicamente, pero más llena de ternura en su alma. Vino a despedirse. Yo diría que vino a quedarse aquí. Quería que su espíritu quedara por siempre prendido de este rincón de la tierra”.

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Este lunes sale a subasta Can Poleta, la finca mallorquina en la que Mario Conde se ha refugiado en los mejores y peores momentos. Allí disfrutó de los veranos con sus hijos Mario y Alejandra, y allí acudió cuando consiguió la libertad condicional tras abandonar, en 1999, la cárcel de Alcalá Meco. Buenos y malos recuerdos en un mismo escenario que Conde no volverá a pisar. Ese reducto de paz donde su esposa, Lourdes Arroyo, pasó los momentos menos amargos del final de su enfermedad.

Mario Conde
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