La tiara de la princesa Carlota: la joya de Mónaco que jamás pudo lucir Grace Kelly
La princesa monegasca jamás apareció en público con esta increíble pieza de joyería
A lo largo de los siglos, podríamos decir que desde que tenemos constancia de la existencia del ser humano, nuestra pasión por las joyas ha sido innegable. Así lo atestiguan infinidad de asentamientos arqueológicos, donde las civilizaciones más antiguas ya prestaban atención a estos adornos.
Una afición por los joyeros más exquisitos que siempre nos hace buscar esa pieza especial o con una historia única, como las esmeraldas que compartieron Anita Delgado y la condesa de Romanones, o el curioso origen de los diamantes de Alfonso XIII.
Además, no podemos olvidar que las joyas son mucho más que un detalle decorativo. Sus características también nos pueden decir mucho sobre sus dueños y sobre cómo era la época en la que se concibieron o se usaron. Una teoría que comprobamos con la tiara Pearl Drop (lágrima de perla) de Cartier, también conocida como la tiara de la princesa Carlota.
La joven era la hija ilegítima, aunque después reconocida, de Luis II y Marie Juliette Louvet, convirtiéndose en heredera del trono a pesar de que sus padres no estaban casados, ya que fue su única descendiente. Aunque finalmente, antes de subir al trono, cedería sus derechos dinásticos a su hijo Raniero III, fruto de su matrimonio con Pierre Polignac, un conde francés.
Un siglo de la tiara de Carlota
Precisamente, esta pieza fue un regalo a la princesa monegasca de su prometido un día antes de su boda, que tuvo lugar el 19 de marzo de 1920. Así, nos trasladamos hasta el principado mediterráneo para conocer la historia de esta increíble joya con 100 años de historia.
Un diseño único creado por la lujosa firma francesa con platino, oro blanco, diamantes y perlas. Una pieza que, como su nombre indica, destaca por las perlas en forma de lágrima que cuelgan de arcos de diamantes.
A lo largo de los años, pudimos vérsela lucir en multitud de ocasiones a la princesa Carlota de Mónaco, formando parte de su rico joyero personal. Sin embargo, tanto a los medios de comunicación de la época como a los curiosos ciudadanos les llamaba la atención que ni en vida ni tras su muerte en 1977 pudiéramos ver a su nuera, Grace Kelly, llevándola.
Mientras en otras casas reales es habitual que diferentes miembros de la familia luzcan ciertas piezas, especialmente en los eventos más importantes, las joyas que lucía Grace Kelly eran en su mayoría regalos de su marido Rainiero, como la tiara de Bains de Mer y el collar de diamantes Cartier.
"No contribuye a distender el ambiente"
Las posibles razones de este hecho, que la actriz de 'La ventana indiscreta' nunca llevara una joya tan especial como la tiara Pearl Drop, son muchas, aunque hay una que para los expertos es la que tiene más peso.
La relación entre Grace Kelly y su suegra, Carlota Grimaldi, jamás fue buena. Los problemas, al contrario que en otras dinastías, no venían por los orígenes plebeyos de la estadounidense, sino por desavenencias internas en la familia. "Mi suegra muestra hacia mí una actitud que no contribuye a distender el ambiente", confesó la intérprete según su entorno.
Las causas de esa mala relación se situaban, según narró la propia hermana de la princesa, Lizanne Kelly, en la separación en 1930 de Carlota y Pierre: "Grace y Rainiero tenían muy buena relación con el príncipe Pierre, pero Carlota y Pierre no habían tenido un divorcio feliz. Grace y Pierre sí congeniaban mucho, por lo que Carlota no congeniaba con ella. Así de simple".
"Grace tuvo muchos problemas con la madre de Rainiero. La frialdad no fue lo peor de la actitud de Carlota hacia Grace. Tampoco la princesa Antonieta se sentía demasiado satisfecha por el casamiento de su hermano con una actriz norteamericana...", añadía Lizzane, según recoge de fuentes cercanas la biografía 'Grace Kelly: los últimos secretos', de Wendy Leigh.
Carolina: heredera universal
Además, la situación tampoco era muy fluida con la hermana mayor de Rainiero, la princesa Antoinette, que en los años 50 incluso había promovido un complot para destronar a su hermano. Así, fuera por la mala relación de la princesa Carlota con su nuera o por alguna casualidad más, la realidad de la que tenemos constancia pública es que la madre de Carolina de Mónaco no lució este diseño nunca.
De hecho, cuando falleció en 1977 su joyero fue directamente a su nieta mayor, Carolina de Mónaco. A la princesa de Hannover sí la hemos podido ver en varias ocasiones luciendo las joyas de su abuela, incluyendo la famosa tiara de platino y perlas.
Carolina de Mónaco ha lucido la tiara de su abuela en importantes eventos como un retrato oficial en los años 80, la celebración de los 50 años de reinado del rey Carlos Gustavo de Suecia en 1996 o la fiesta previa a la boda del príncipe Guillermo de Luxemburgo con Stephanie de Lannoy en 2012.
Aunque, si duda, una de las ocasiones más especiales para ella en las que se la hemos visto lucir fue durante una sesión de fotos familiar que realizó para la revista 'Vanity Fair' en Francia junto a sus tres hijos y a su marido Stefano Casiraghi. Un reportaje realizado por su íntimo amigo Karl Lagerfeld en el Palacio de Mónaco.
El futuro de las joyas reales
Ahora solo nos queda conocer quién heredará el joyero de la princesa Carlota. Dado que, al pasar a manos de Carolina de Mónaco de forma privada, se considera que son joyas de la familia Grimaldi, pero no de la familia real.
Por lo tanto, los expertos se dividen entre quienes vaticinan que en un futuro podremos ver cómo brillan en manos de Carlota Casiraghi y sus hermanos, y quienes opinan que terminarán incorporándose al joyero real, el equivalente a las joyas de pasar en España, siendo para Charlène de Mónaco y sus hijos, Gabriella y Jacques.
Mientras tanto, lo que sí sabemos es que podemos disfrutar de la tiara Pearl Drop en las diversas exposiciones que se organizan sobre la familia real de Mónaco en el país. Una de ellas fue 'Los años de Grace Kelly, Princesa de Mónaco', donde se mostró también esta joya, aunque la princesa nunca la luciera.
A lo largo de los siglos, podríamos decir que desde que tenemos constancia de la existencia del ser humano, nuestra pasión por las joyas ha sido innegable. Así lo atestiguan infinidad de asentamientos arqueológicos, donde las civilizaciones más antiguas ya prestaban atención a estos adornos.
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