La charla con Pablo de Grecia, 'royals' en zapatillas y un vino fugaz: las horas previas a la coronación
Las horas previas a la coronación del rey de Inglaterra han estado llenas de momentos curiosos, que te contamos desde Londres
"¿De dónde sois? ¿De España? Acabo de estar con vuestros Reyes, mis primos". Esta frase la pronunciaba Pablo de Grecia en un perfecto español durante una breve charla con Vanitatis. El príncipe justo llegaba de la recepción ofrecida por Carlos III en el palacio de Buckingham a jefes de Estado y demás invitados a su coronación. El sobrino de la reina Sofía se mostraba cercano y accesible, mientras su madre, la reina Ana María, y su esposa, la princesa Marie-Chantal, le esperaban dentro del hotel en el que se están alojando.
El encuentro de la familia real británica con demás royals y autoridades fue breve, fugaz. Era a las 16:30 horas (hora británica) cuando los asistentes empezaban a llegar y a las 18:00 cada uno ya ponía rumbo a su hospedaje. Ese era el caso de don Felipe y doña Letizia, quienes regresaban a la residencia del embajador español en Reino Unido una hora y media después de su salida. Lo hacían parando por unos minutos el tráfico, y seguidos por dos coches de seguridad, como el resto de asistentes. Diez minutos antes, en la embajada alemana, enfrente de la española, se llevaba a cabo el mismo procedimiento: corte del tránsito y dos automóviles de protección.
Los Reyes de España se apeaban del coche saludando a los allí presentes, pocas personas en comparación a su salida hacia Buckingham, en la que había varios periodistas y televisiones. Tras un saludo, accedían a la residencia, en la que se alojarán una única noche, puesto que el sábado, tras la coronación, regresarán a España. En esta primera aparición en tierras británicas, doña Letizia acaparó la atención con su estilismo. De hecho, en redes fue una de las más alabadas, junto a la princesa Mary y Charlène de Mónaco.
La Reina quiso hacer un guiño a la moda británica con un vibrante vestido verde de Victoria Beckham, en la que ya había confiado en el pasado. Aunque el diseño le sentaba de maravilla, eran las joyas elegidas por doña Letizia lo que más llamaba la atención: un broche de diamantes en forma de lazo que pertenece a la reina Sofía y que nunca había lucido; una pulsera de zafiros que le habíamos visto en actos anteriores, y lo más impresionante, unos pendientes de diamantes de los que cuelgan zafiros. Una pieza de la que se desconoce la procedencia.
De los tacones a las zapatillas
Hubo, en la recepción, dos grandes debuts reales: los de Amalia de Holanda y Elisabeth de Bélgica. La primera acudió al acto acompañada por su abuela, ya que sus padres no podían asistir debido a que coincidía con un acto importante en los Países Bajos, el concierto del Día de la Liberación. La princesa de Orange vestía con un sastre negro y lucía un broche de amatista que pertenece a su madre, la reina Máxima. Quien también eligió un color oscuro fue Elisabeth, que hizo acto de presencia junto a su padre, el rey Felipe, mientras Matilde los esperaba en la residencia del embajador belga.
Nada más llegar de la recepción, Elisabeth se quitaba su vestido de Armani y se bajaba de sus tacones, cambiándolo por un outfit mucho más cómodo: un abrigo naranja, pantalones negros y zapatillas. Vanitatis fue testigo de cómo los tres, incluida Matilde, abandonaban la residencia del embajador para cenar en un restaurante, los reyes en un coche y la heredera en otro. Aunque algunos fans allí presentes pidieron a la reina de los belgas una foto, esta se negó. "No puedo, lo siento, no puedo", repetía, mientras hacía un gesto con las manos juntas disculpándose.
Todo esto sucedía en las calles del barrio de Belgravia, el más exclusivo de Londres, donde se encuentran las embajadas y las casas más caras de la ciudad. La zona era un ir y venir de grandes coches blindados en los que iban jefes de Estado y demás personalidades, convirtiéndose en el epicentro royal de Londres, con permiso de Buckingham, mucho más hermético.
También Mayfair, concretamente el Oswald's, el exclusivo local en el que estuvo don Juan Carlos hace apenas unas semanas, tuvo su buena dosis de royals, pues hasta allí se desplazaron Alberto y Charlène de Mónaco, la princesa Beatriz de York junto a su marido o los duques de Edimburgo, para una cena.
El pueblo británico, volcado
La larga jornada previa a la coronación empezaba para Carlos III con el último ensayo en la abadía de Westminster, un acto al que le acompañaban la reina Camila y los príncipes de Gales, Guillermo vestido con el traje de la Orden de la Jarretera, la más importante de Reino Unido. Decenas de ciudadanos se agolpaban a las puertas del templo para ver salir a los miembros de la familia Windsor. Ni una tormenta de granizo que se desencadenó en un abrir y cerrar de ojos y duró cerca de diez minutos consiguió que los allí presentes abandonaran sus puestos.
Rose, una mujer de Yorkshire con la que pudo hablar Vanitatis, contaba, bajo su paraguas, la ilusión que le hacía poder ver, aunque de lejos, al rey. "He estado ahorrando para poder venir a Londres. He venido sola y lo estoy viviendo todo con intensidad. Formar parte de la coronación es algo muy emocionante para mí, como monárquica que soy". "Long live to King Charles", gritaba un hombre cubierto con la bandera de Reino Unido, al paso del coche, un Rolls-Royce, en el que iba el monarca.
De la abadía de Wesminster, los cuatro, los reyes y los Gales, pusieron rumbo a Buckingham para una primera recepción con los jefes de Estado de la Commonwealth. Un acto en el que Camila causó baja, al igual que en el encuentro posterior con los demás invitados. Fue Kate Middleton, vestida con un diseño blanco con detalles negros, quien actuó como primera dama, saludando y departiendo con todos.
Tanto Buckingham como The Mall, la gran calle que hay justo delante del palacio, están abarrotadas desde hace días de gente. Incluso hay quienes han montado tiendas de campaña para pasar la noche y ver este sábado el paseo en carruaje de los reyes. Lo que no esperaba ninguno de ellos es que Carlos y los príncipes de Gales salieran de palacio para darse un auténtico baño de masas. "No he podido saludarlos porque la gente se ha vuelto loca, y aunque estaba en primera fila he terminado en la última", confesaba a Vanitatis Margareth, de 35 años y fanática de la realeza. Poco le importaba, solo poder haber visto, aunque de lejos, a los miembros de la familia real británica era para ella suficiente.
Quienes están haciendo su agosto con la coronación son los comercios. Los hoteles están todos llenos, mientras que las tiendas de souvenirs cuentan con numerosos detalles para celebrar este acontecimiento histórico. Eso sí, entre los imanes, tazas y demás objetos podemos encontrar a Carlos, a Guillermo y Kate e incluso a Harry y Meghan Markle y a Lady Di, pero ni rastro de Camila, quien parece que no tiene mucho tirón, al menos en ventas. Los pubs, decorados todos con fotos de Carlos III, también han logrado la manera de hacer caja con la coronación, ofreciendo una cerveza llamada Coronation.
Y esto ha sido solo el día previo a la coronación, mañana más.
"¿De dónde sois? ¿De España? Acabo de estar con vuestros Reyes, mis primos". Esta frase la pronunciaba Pablo de Grecia en un perfecto español durante una breve charla con Vanitatis. El príncipe justo llegaba de la recepción ofrecida por Carlos III en el palacio de Buckingham a jefes de Estado y demás invitados a su coronación. El sobrino de la reina Sofía se mostraba cercano y accesible, mientras su madre, la reina Ana María, y su esposa, la princesa Marie-Chantal, le esperaban dentro del hotel en el que se están alojando.