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Franco Battiato, tiene narices
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Franco Battiato, tiene narices

Me da la nariz que estoy pasando de puntillas, y puede que hasta ofendiendo, por encima de la reconocida y cultísima música del italiano

Foto: Ilustración de Franco Battiato. (Jate)
Ilustración de Franco Battiato. (Jate)

Sublime talento con belleza distraída. Suave tono y agradable timbre con ángulos imposibles para conformar una cara. Mente inquieta, elevada, con apéndices sin proporción alguna. Letras profundas, versos místicos, y cuerpo de marioneta. Los extremos de Battiato entre su fondo y su forma nos exhiben la dicotomía de una industria puñetera que hoy nos sublima el aspecto para que no busquemos dentro del “cantante fotografía”. No veo hoy a Battiatos en ninguna lista de éxitos.

Seguí a Franco nivel usuario. Las seis u ocho canciones que listan en su obituario. Me pregunto dónde estaban durante todos estos años los millones de personas que ahora nos dicen amarlo. Tendría que haber vendido diez mil millones de copias de sus últimos tres discos. Es lo que tiene la muerte, que es un gran gestor de marketing. Todos sabemos, además, como mejora su eficiencia en sublimar al sujeto en proporción a lo pronta, súbita o trágica de su visita, existen miles de ejemplos.

Foto: Franco Battiato. (EFE)

Ponía cintas de Batiatto en el coche en los ochenta. Apostaba mis conquistas a la baza de la sensibilidad tratando de dulcificar lo directo del mensaje de aparcar sin preguntar en parajes solitarios. La mezcla con Leonard Cohen daba buenos resultados. No era garantía de éxito en cualquier caso. Cierto perfil de ochentera se aferraba a lo rockero y lo del cucurrucurú paloma junto a la tapia del cementerio arrancaba carcajadas en vez de arrancarles besos.

placeholder Franco Battiato durante un concierto en Huesca. (EFE)
Franco Battiato durante un concierto en Huesca. (EFE)

Tardé tiempo en optimizar los repertorios adecuados para acompañar las maniobras -hoy me duele la rodilla solo de recordarlas- que ejecutábamos con precisión de circo del sol en el asiento del prestado utilitario. Por cierto que ahora recuerdo que cuando llegué al Peugeot 205 me pareció un palacio y el otro día que adelanté uno pensé que tenían que retirarlos de la circulación porque con ese tamaño de coche a poco que no lo veo y lo paso por encima.

Volviendo a lo del repertorio tenía cuatro o cinco cintas que vistas en perspectiva definían con las canciones seleccionadas un amplio espectro de personalidades, edades y niveles de alcohol etílico de la juventud de la España recientemente democrática. La inteligencia artificial, tampoco la natural seamos sinceros, nos daban en aquella época para mucho más que aventurarse a un repertorio random dentro de esas cuatro o cinco tipologías que tu algoritmo, acelerado con algún espirituoso, había ido definiendo con sus esporádicas experiencias funcionales de usuario. La “habladora”, la “lenta pero segura”, la “romántica”, la “imposible” y la de “con dos canciones basta” podían haber sido perfectamente espectros calificadores. En tres de esas categorías siempre aparecía Battiato. Si tenías la suerte de que lo del centro de gravedad permanente apareciera en el momento justo difícil que no te fueras con sonrisa para casa y el centro de gravedad calmado.

placeholder Franco Battiato en el 2007. (EFE)
Franco Battiato en el 2007. (EFE)

No aparecía Battiato ni en la cinta de “habladoras” ni en la de “con dos canciones basta”. En la primera porque para poder abstraerme elegía las canciones que me supiera bien la letra. Hacía mi karaoke interior asintiendo de vez en cuando para mantener el contacto, y la esperanza, vivos. Disfrutaba de mi música esperando con paciencia que la historia, las historias o las histerias, fueran poco a poco perdiendo fuelle o terminando. Si en los cuarenta y cinco minutos que duraba cada cara no se había producido el ansiado salto de pantalla, al menos había disfrutado de Bosé o de El Último de la Fila. Con la de “dos canciones basta” la razón es más que obvia. La pulsión que requería tanta juventud junta no cuadraba con Battiato. Y no podías arriesgar tampoco ponerla al final porque el final era incierto. A ver, el final era cierto, teníamos 18 años, lo que era incierto era el tiempo que te llevara al final del fisiológico momento. Para identificarlo en términos musicales digamos que me refiero al momento ese de dar el Do de Pecho. Como el perfil de edad de la mayoría de miembros -perdón miembras, que miembro solo había uno- de mí preferida categoría era cinco o seis años mayor, la selección musical se inclinaba hacia ese beat setentero de la buena música disco. Una inclinación cómoda que no daba cabida a Battiato. Una inclinación sin riesgos, no como el asiento del copiloto de aquel 205 que, aparte de una posición infame de la rueda reclinatoria, no llegaba al horizontal al menos por 30 grados. Juro que el próximo día que me cruce con ese Peugeot de marras paro y hago una prueba. Con lograr entrar entero me daré por satisfecho.

placeholder Franco Battiato en el año 2009. (EFE)
Franco Battiato en el año 2009. (EFE)

Me da la nariz que estoy pasando de puntillas, y puede que hasta ofendiendo, por encima de la reconocida y cultísima música del italiano. Manda narices que tenga yo el desparpajo de juzgar tan elevadas canciones. No me gustaría dejar a nadie con dos palmos de narices y trato de repasar en mi memoria vinculaciones que pudieran tener interés, pero me doy de narices con recuerdos totalmente intrascendentes y prescindibles. Y no es que sea de los que se pasan el día tocándose las narices, he dedicado tiempo a pensar en algo importante que llamara mi atención en la vida de Battiato. He metido las narices en todas sus historias turbias sin poder sacar nada con el morbo suficiente para ser aquí reseñado. Me han hinchado las narices algunos con su habitual demagogia de ponderar sin pudor solo a los que se han ido por cierto. Pero no tengo narices a dar con ese tema que, en relación con Battiato, yo quería dar hoy cuenta. Estoy seguro, siempre pasa, que me daré de narices con él en cuanto cierre el artículo. Le voy a echar narices y voy a darlo ya por terminado. Espero que no haberlo encontrado no haga que me den con la puerta en las narices. Voy a seguir pensando qué narices se me escapa... cucurrucucú paloma.

Sublime talento con belleza distraída. Suave tono y agradable timbre con ángulos imposibles para conformar una cara. Mente inquieta, elevada, con apéndices sin proporción alguna. Letras profundas, versos místicos, y cuerpo de marioneta. Los extremos de Battiato entre su fondo y su forma nos exhiben la dicotomía de una industria puñetera que hoy nos sublima el aspecto para que no busquemos dentro del “cantante fotografía”. No veo hoy a Battiatos en ninguna lista de éxitos.

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