Amelia Earhart, la tragedia aérea que marcó la historia en un mes de julio de hace 86 años
La Barbie aviadora no hubiese existido sin las proezas de Earhart. Mujer valiente y sin complejos que se enfrentó a un mundo que no la quería ver volar por los aires
Los hermanos Wright son considerados los primeros en construir y pilotar el primer aeroplano. Pero en contadas ocasiones se habla de las primeras mujeres piloto que conquistaron el mundo y que podrían formar parte del imaginario de futuras generaciones. En este caso, Amelia Earhart fue una de ellas.
Se crio junto a su hermana Muriel en la casa de sus abuelos maternos ubicada en Kansas, Estados Unidos. Allí vivieron largas temporadas cuando sus padres, Edwin y Amy, no pasaban por una situación económica favorable con la que poder mantenerlas. Debido a ello, su familia tuvo que mudarse en varias ocasiones para que su padre encontrase un trabajo con condiciones laborales adecuadas. Pese a ello, durante su infancia, Earhart mostró interés por las ciencias y el deporte.
En 1915, tras mudarse a Chicago, comenzó a trabajar de fotógrafa debido a la incapacidad de su padre. A partir de este momento, Amelia comenzó a ser independiente tanto personal como económicamente, aunque el gusanillo de la aviación le sorprendería unos años más tarde.
Unas navidades en Toronto (Canadá) junto a su hermana, vio como volvían muchos soldados heridos del campo de batalla de la Primera Guerra Mundial. Tras ello, Earhart se propuso como auxiliar de enfermería en un campamento de la organización Cruz Roja. Tuvo la oportunidad de conocer a muchos pilotos, los cuales le contaban anécdotas de sus viajes y vivencias de la guerra. Al acabar la Primera Guerra Mundial, comenzaría a estudiar medicina en la Universidad de Columbia, pero lo dejaría después de un año.
En 1920, su interés por poder volar pasaría de ser un pensamiento para ser un hecho. Se subió a su primer avión en un espectáculo aéreo de Long Beach que duró solo 10 minutos, pero fueron suficientes para que comenzara a estudiar aviación. Como cualquier persona de clase media-baja, tuvo que pluriemplearse para pagarse sus estudios. El resultado mereció totalmente la pena.
Conocida coloquialmente como Lady Lindy, en 1928, fue la primera mujer copiloto en cruzar el Atlántico. Volaron hasta el sur de Gales y no a Irlanda como habían planeado. Sin embargo, su sentimiento no fue la satisfacción, sino la frustración. Sentía que no podía quedarse como mera compañera y que una mujer también podía asumir la responsabilidad del viaje.
Su valentía y liderazgo la llevaron a embarcarse en una nueva aventura mucho más transgresora que ese primer hito. Un año más tarde, en 1929, Amelia junto a otras compañeras formaron parte de la primera carrera aérea de mujeres. Tras terminar, la veintena de mujeres compartieron su experiencia sobre su profesión. Se dieron cuenta de las limitaciones que tenían en un mundo totalmente masculino. Si sus luchas eran individuales, tenían la guerra perdida.
Tal y como reza el dicho, la unión hace la fuerza, y así fue. Decidieron crear una asociación que se llamaría Ninety-Nines, en honor a las primeras noventa y nueve mujeres que formaban parte de ella y que decidieron dar un paso al frente. La propia Lady Lindy sería nombrada la primera presidenta con el objetivo de promover sus conocimientos a través de la educación. Para ellas era muy importante que las niñas quisieran ser pilotos y que en su imaginario sí que existiese la posibilidad de serlo.
Al más puro estilo Oprah Winfrey, Earhart tampoco creía en el compromiso amoroso. No es una moda actual lo de no casarse, Earhart ya definía el matrimonio como una jaula. Por eso, mantuvo una relación con el escritor y editor George P. Putnam. Sin embargo, desde el primer momento, ella le dejó claro que tendrían una relación libre y sin ataduras. Él fue su principal asesor y gestor económico, lo que le permitió poder centrarse en su carrera profesional.
Peleando por lograr sus propios éxitos, en 1932 cruzó el Atlántico y llegó a Irlanda. No tenía la seguridad de dónde estaba. Llegó desorientada y aterrizó en un prado. Darío Pozo, escritor y administrador gerente de la Fundación Infante de Orleans, afirma que se encontró a un pastor junto a sus vacas. Cuando ella le preguntó dónde estaba, él le indicó que se encontraba en la pradera de Gallagher, de su propiedad.
Trabajó como asesora de la Universidad de Purdue entre 1935 y 1937, donde se daba mucho énfasis a las carreras aeronáuticas con campo de vuelo. Ella animó a que sus alumnas fueran lo más ambiciosas posibles. Su afán no solo era contarlo, sino también demostrarlo.
Una fama que le precede y que le llevó hasta ser la Kim Kardashian del pasado. Se codeó con la gente más importante del país e incluso llegó a tener amistades dentro. La primera dama Eleanor Roosevelt sintió una profunda admiración por Amelia. Incluso la piloto le invitó a su primer viaje en avión. Un trayecto que fue de noche y que maravilló a la mujer del presidente. A partir de ahí, se creó una amistad entre ellas que incluso provocó la intención de Eleanor de estudiar aeronáutica.
En 1937, pasó de personaje famoso a convertirse en mito. Salió de Florida el 21 de mayo con el objetivo de dar la primera vuelta al mundo sobre el aire. Por las grabaciones se sabe que se quedaban sin combustible. "KHAQQ llamando al Itasca. Debemos estar encima de ustedes, pero no los vemos... El combustible se está agotando...", fue el último mensaje de radio. Se perdió el contacto cerca de la isla Howland, al norte de Australia, en pleno océano Pacífico. Fue tan alta la expectación por localizarla que el propio presidente de EEUU, Franklin D. Roosevelt, invirtió cuatro millones de dólares en su búsqueda. Hasta que un 18 de julio de ese mismo año, su marido lo paralizó debido a que no había ningún resultado ni avance.
Comenzaron las especulaciones sobre qué había pasado y que hasta el día de hoy ha motivado multitud de teorías, algunas al mismo nivel de sensacionalismo que la relación entre Marilyn Monroe y Kennedy.
Indudablemente es más difícil cruzarte a tu ex por la calle que haber visto una imagen de Earhart en la gran pantalla. Hilary Swank le dio rostro y voz junto a Richard Gere en la película titulada con el mismo nombre de la piloto, 'Amelia'. Ese mismo año, 'Noche en el museo 2' contó con la aparición estelar de Earhart interpretada por su tocaya Amy Adams. Incluso, su fama es de tal magnitud que es posible encontrar una estatua de la piloto en el Capitolio en representación del estado de Kansas. Un reconocimiento que fue elegido por votación popular para decidir quién era el personaje que les debía representar, según nos confirma Darío Pozo, administrador gerente de la Fundación Infante de Orleans.
A diferencia de los aventureros que en numerosas ocasiones solo tienen que ser altos, guapos y forajidos, Earhart tuvo que luchar para demostrar al mundo que ella también podía surcar el cielo. Hay infancias en las que un simple avión de papel permite empezar a soñar ya con el deseo de llegar a otro continente y después hacerlo realidad.
Los hermanos Wright son considerados los primeros en construir y pilotar el primer aeroplano. Pero en contadas ocasiones se habla de las primeras mujeres piloto que conquistaron el mundo y que podrían formar parte del imaginario de futuras generaciones. En este caso, Amelia Earhart fue una de ellas.