Marilyn Monroe y sus conexiones con España: comida con Sara Montiel y fetuccini cántabros
De la llamada de Maruja Torres a Terenci Moix a los fetuccini que se supone que le sirvió un cántabro la noche previa a su muerte, el mito también está asociado a nuestro país
La tentación lleva 62 años viviendo arriba. Y parece que aquí abajo se la seguirá recordando bastantes más. Unos lo harán por sus trabajos cinematográficos a las órdenes de Billy Wilder (cómo olvidar ‘La tentación vive arriba’ o su explosiva comicidad en ‘Con faldas y a lo loco’), Howard Hawks (‘Los caballeros las prefieren rubias’) o Joshua Logan (‘Bus Stop’, la cinta en la que coqueteó con el drama). Otros, por su infancia de abandonos, sus abortos y las fallidas relaciones con Joe DiMaggio o Arthur Miller. Y otros tantos la recordarán como un producto de marketing que sigue dando réditos más de medio siglo después de su desaparición. Marilyn Monroe es un poco de todos, el icono de Hollywood que más ha perdurado, incluso por encima de genios que también fueron marcas en sí mismos, como Chaplin o Alfred Hitchcock.
Si para el público norteamericano la aparición de Marilyn fue una bomba, un oasis de sensualidad en mitad de la conservadora América de los años 50, en España no fue menos. El impacto de sus películas y de su figura en pleno franquismo se puede rastrear en libros como el magnífico ‘A este lado del gallinero’, de José Luis Garci, o en testimonios como el de Maruja Torres. La periodista fue la encargada de darle la noticia a otro gran mitómano, su amigo Terenci Moix, ese mismo 5 de agosto de 1962. Aquel día de hace seis décadas, la actriz falleció, víctima de una sobredosis de somníferos que nunca se supo si fue o no intencionada. Una muerte que, como otras muchas (metamos en la frase a Diana de Gales o a cualquier otro icono pop), supuso una verdadera catarsis mundial.
La cosa es que aunque parece que nunca puso un pie en nuestra tierra, Marilyn sigue siendo un icono para muchos de nuestros compatriotas. Y con España y los españoles hay vínculos dignos de mención. Desde un mural en San Sebastián de los Reyes a coleccionistas patrios obsesivos con todo lo que tiene que ver con ella. También es curiosa la relación que pudo tener con nuestra Sara Montiel. La gran Sara nos contó en su momento cómo fue una comida que ambas compartieron. Lo relató la propia actriz a Vanitatis en 2012, cuando aún faltaba un año para que ella misma muriese (en abril de 2013) y se convirtiese también en otro mito. Quizá de dimensiones más modestas, pero un mito al fin y al cabo.
“Era pleno invierno y había caído una gran nevada. Ella llevaba unos pantalones negros de lana con unas botitas de piel de visón marrón ‘noir’. También llevaba un suéter negro de punto que era bastante ancho”, contaba la propia Sara Montiel a este medio. En aquel 1958, la manchega era la esposa del director Anthony Mann, responsable de algunos de los mejores westerns de la historia del cine. Acababa de tener un enorme éxito gracias a 'El último cuplé' y su marido había sufrido un infarto del que se acabó recuperando. Uno de sus primeros encargos a la hora de volver al trabajo fue poner en pie, ese año, la adaptación de una obra de Arthur Miller: 'Panorama desde el puente'. Se hacía necesaria, por tanto, la celebración de una comida entre las dos parejas: la de Sara Montiel y Anthony Mann y la de Marilyn Monroe y Arthur Miller. “No era muy alta. Era pequeñita, poquita cosa. Acababa de salir de un aborto y estaba muy débil y delgadita (…) Nos atendió estupendamente a Tony y a mí durante toda la comida”, contaba la protagonista de 'La violetera’. Tras la comida, las dos parejas fueron a un teatro vacío de Broadway en el que se iba a desarrollar la obra. Y Sara Montiel se quedó con una de los momentos más preciados de su vida.
La última cena
Para hablar de otro español que tiene una curiosa presencia en la vida de Marilyn, hay que hacer un cinematográfico flashforward. Nos encontramos en la noche del 4 de agosto de 1962: la actriz vive otra de sus depresiones de caballo, ya ha cantado el mítico ‘Happy birthday’ al presidente Kennedy y rueda ‘Somethings gotta give’ a las órdenes de George Cukor. Por esa época, un santanderino llamado Ceferino Carrión es conocido en Los Ángeles como Jean Leon. Bajo ese nombre regenta La Scala, un popular local que depende, en gran medida, de la personalidad de su dueño. Según su propia crónica (aunque muchos le considerasen un mentiroso compulsivo), la actriz pidió cena en el restaurante y fue el propio Jean Leon el que se presentó en su domicilio para llevarle unos fetuccini.
Durante muchas décadas, el bueno de Ceferino dijo ser una de las últimas (o quizá la última) personas que habían visto a Marilyn con vida ya. Horas después de aquellos fetuccini, la intérprete era hallada muerta en su domicilio. Como decíamos, la veracidad de la historia ha sido puesta en duda en muchas ocasiones. Unos dicen que sí pidió comida a domicilio, pero que él jamás se la entregó personalmente. Otros, que aquella cena tuvo lugar en La Scala y que nadie le llevó nada a su casa a la rubia. En cualquier caso, la curiosa historia forma parte del anecdotario de la estrella y, sobre todo, del de Ceferino/Leon.
Un icono convertido en mercancía
Cuando Marilyn Monroe falleció aquella noche, el mundo entero la lloró. Aquel agosto también comenzó la leyenda; un mito (y una marca, a veces torpemente rentabilizada) que genera no pocos dividendos. Si en vida fue una mercancía, muerta se repitió la historia. Se calcula que la estrella genera unos 13 millones de dólares al año, siendo una de las celebridades fallecidas que, junto con Michael Jackson o Elvis, producen más dinero. Para ser exactos, la estrella es la octava en un ranking en el que está por encima de otras estrellas como Prince o Whitney Houston.
Al no tener muchos familiares directos (salvo su incapacitada madre y una medio hermana a la que apenas conoció), el grueso de su fortuna fue a parar a manos de sus profesores en el Actor’s Studio, Lee y Paula Strasberg. La decisión tiene lógica: fueron ellos los que ejercieron de padres putativos de la actriz, los que intentaron transformar la imagen de rubia explosiva que la Fox vendía en sus primeras películas y convertirla en una actriz seria. Cuando Strasberg falleció en 1982, Anna, su segunda esposa, contrató a CMG Worldwide, una compañía de branding experta en administrar el legado de estrellas fallecidas, para sacarle todo el rendimiento posible a la marca Marilyn Monroe. A partir de ese momento, se convirtió en un nombre que, viendo el catálogo de objetos absurdos que se han aprovechado de su imagen, se ha sobreexplotado de forma abusiva.
En cualquier caso, cada 5 de agosto volvemos la mirada hacia Norma Jeane con verdadera reverencia y su nombre postizo, Marilyn Monroe, sigue siendo reconocido incluso por aquellos que jamás han visto una sola de sus películas. En septiembre de 2022, Netflix estrenó ‘Blonde’, adaptación de la novela de Joyce Carol Oates, con Ana de Armas como protagonista. La película incidía en la que quizá sea la gran clave de la vida de la Marilyn Monroe ser humano: la de una mujer explotada por la maquinaria de Hollywood, de infancia desgraciada, que persiguió, sobre todo, el amor de los que la rodeaban.
La tentación lleva 62 años viviendo arriba. Y parece que aquí abajo se la seguirá recordando bastantes más. Unos lo harán por sus trabajos cinematográficos a las órdenes de Billy Wilder (cómo olvidar ‘La tentación vive arriba’ o su explosiva comicidad en ‘Con faldas y a lo loco’), Howard Hawks (‘Los caballeros las prefieren rubias’) o Joshua Logan (‘Bus Stop’, la cinta en la que coqueteó con el drama). Otros, por su infancia de abandonos, sus abortos y las fallidas relaciones con Joe DiMaggio o Arthur Miller. Y otros tantos la recordarán como un producto de marketing que sigue dando réditos más de medio siglo después de su desaparición. Marilyn Monroe es un poco de todos, el icono de Hollywood que más ha perdurado, incluso por encima de genios que también fueron marcas en sí mismos, como Chaplin o Alfred Hitchcock.