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'El chico': Charles Chaplin y Jackie Coogan, dos niños infelices que hicieron historia
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'El chico': Charles Chaplin y Jackie Coogan, dos niños infelices que hicieron historia

La película vuelve a los cines al cumplirse un siglo de su estreno. Repasamos los paralelismos en la vida de sus dos protagonistas, unas vidas nada fáciles

Foto: Chaplin y Coogan, en 'El chico'. (CP)
Chaplin y Coogan, en 'El chico'. (CP)

Vivir el centenario de una película que se estrenó en 1921 da una idea de lo lejanos que quedan ya los ‘felices años 20’ del siglo pasado. Y más aún si los comparamos con las difíciles circunstancias con las que han comenzado estos nuevos 20 del XXI, en los que la pandemia, el extremismo político y los populismos campan a sus anchas.

Este fin de semana vuelve a los cines ‘El chico’, el primer largometraje de Charles Chaplin y la película que sentó las bases de su cine, el humanismo que surge a raíz de la pobreza, la infancia carcomida por el mal social que influiría en muchas de las películas que vinieron a continuación.

La imagen del vagabundo errante abrazando al niño que se encontró siendo un bebé, un Charlot que quiere impedir que las autoridades lo arranquen de su lado, partió el corazón de los espectadores. También lanzó a la fama al pequeño Jackie Coogan, cuya vida estuvo marcada por la película y cuya infancia, en realidad, tiene mucho que ver con la del propio Chaplin en un Londres que aún era terrible y dickensiano.

placeholder Charles Chaplin, en un imagen de archivo.  (Cordon Press)
Charles Chaplin, en un imagen de archivo. (Cordon Press)

El inolvidable Charlot padeció, siendo un niño, el abandono de un padre alcohólico que se fue de casa cuando él tenía tres años. Su madre, Hannah, una actriz de music hall, se las apañó para sacar adelante ella sola a su familia. En esa labor también contribuyó el artista, que tuvo que trabajar y aportar dinero cuando no levantaba dos palmos del suelo. Con el tiempo, en la salud mental de Hannah fue haciendo mella la precariedad, la soledad y el rencor hacia su marido. Sus hijos, incluido Charlie, pasaron un tiempo en un asilo y el propio artista reconocería, años más tarde, que en ese lugar hizo frente a las burlas y al bullying de otros mocosos. Para cuando Hannah acabó en un frenopático, Chaplin ya cruzaba el Atlántico, como miles de europeos, para probar suerte en la dorada Norteamérica.

Años después, triunfador ya pero deprimido y casado con una mujer que no amaba, el insigne Charlot se fue a ver un vodevil a un conocido teatro de Los Ángeles para aliviar sus penas. Allí fue donde vio a un niño que inspiró el que sería su primer largometraje. “En semejante estado de desesperación, era un alivio ir al Orpheum a distraerme un poco, y en esa disposición de ánimo vi a un bailarín excéntrico: no era nada extraordinario, pero al final de su interpretación sacó a su hijo, un niño de cuatro años para que saludase con él. Después de saludar con su padre, el chiquillo empezó de repente a ejecutar unos divertidos pasos de baile (…). En otro niño puede que hubiera resultado mal, pero como Jackie Coogan era encantador, el público disfrutó lo indecible”, contaba en su autobiografía.

placeholder Charles Chaplin y Jackie Coogan, en el rodaje de 'El chico'. (CP)
Charles Chaplin y Jackie Coogan, en el rodaje de 'El chico'. (CP)

El contrato con Coogan, que apenas tenía 4 años, se hizo realidad días más tarde. Chaplin escribió el guion de ‘El chico’ con el pequeño en mente. Durante el rodaje, también fue él el que, como director y protagonista, hizo posible la legendaria llantera del infante en la parte más famosa del film. Chaplin confesó haber amenazado al niño, sin contemplaciones, que podría acabar en un orfanato de verdad. Tras un rodaje complejo, la película fue uno de los mayores éxitos de la era muda e hizo del cómico un autor en toda regla cuando ni siquiera se reconocía ese concepto en el mundo del cine.

‘El chico’ también convirtió a Coogan en el niño más famoso de Estados Unidos. Cuenta la leyenda de Hollywood que fue uno de los primeros de su edad en poseer piscina propia en un lugar de secano como California. También era la envidia de sus compañeros de clase al tener su propio campo de golf y jamás viajaba con el resto de los mortales en tren sino en un vagón exclusivo. La muestra de su popularidad la da un dato: su característico corte de pelo ‘a lo tazón’ fue uno de los más demandados en las peluquerías de la década de los 20.

placeholder Coogan, en una de las primeras adaptaciones de 'Oliver Twist'. (CP)
Coogan, en una de las primeras adaptaciones de 'Oliver Twist'. (CP)

Sin embargo, su madre y el nuevo marido de esta se gastaron gran parte del dinero que le correspondía. Cuando Jackie pudo denunciarlos, al cumplir los 21 años, solo recibió unos míseros 130.000 dólares de recompensa. Aquello era calderilla en comparación con lo que había acumulado haciendo películas desde los cuatro años. Su desgracia, pese a todo, sentó precedente y sirvió para que las autoridades promulgasen una ‘ley Coogan’; una ley que, años más tarde, hizo que otros ilustres infantes como Shirley Temple o Macaulay Culkin no fuese explotados económica y laboralmente por sus padres.

El paso de los años hizo que Jackie Coogan cayese en el más abyecto de los olvidos. Fue la televisión la que lo rescató, ya en la década de los 60, de forma inesperada. El otrora niño prodigio, ahora cincuentón irreconocible, se presentó a un casting para ser Fétido Addams en ‘La familia Addams’. Para sorpresa de todos, fue elegido y pudo pagar sus numerosas deudas económicas. Contaba la revista ‘Vanity Fair’ que el propio Coogan se sorprendía del giro que había dado su carrera con el paso de los años. “Solía ser el niño más hermoso del mundo y ahora soy un monstruo horrible”, le dijo una vez a su hija.

placeholder Coogan, como Fétido Addams. (CP)
Coogan, como Fétido Addams. (CP)

A Chaplin sí le fue mucho mejor… pero con matices. Considerado un símbolo y un genio del séptimo arte, tuvo que vérselas con la caza de brujas del senador McCarthy y, antes de que lo acusasen de comunista, forzó un autoexilio europeo que solo acabó con el paso de los años. Cuando la Academia de Hollywood le concedió un Oscar honorífico, a principios de los 70 y después de ignorarle durante décadas, poco quedaba de aquel enternecedor personaje con bigotito que había hecho las delicias de nuestros bisabuelos.

Lo que nunca se marchitó fue el prestigio de ‘El chico’, una película que, precisamente, hablaba de precariedad e infancias malditas, de padres postizos y ternura para hacer frente a la maldad. Nada que Charles Chaplin o Jackie Coogan, las dos almas de aquel éxito, no conociesen en primera persona.

Vivir el centenario de una película que se estrenó en 1921 da una idea de lo lejanos que quedan ya los ‘felices años 20’ del siglo pasado. Y más aún si los comparamos con las difíciles circunstancias con las que han comenzado estos nuevos 20 del XXI, en los que la pandemia, el extremismo político y los populismos campan a sus anchas.

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