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Vuelo de despedida para el agónico Tempelhof
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Vuelo de despedida para el agónico Tempelhof

Un avión Dornier 328 protagoniza hoy el último vuelo regular desde Tempelhof, el mítico aeropuerto que salvó al Berlín occidental del bloqueo soviético en 1948/49. El aeródromo,

Foto: Vuelo de despedida para el agónico Tempelhof
Vuelo de despedida para el agónico Tempelhof

Un avión Dornier 328 protagoniza hoy el último vuelo regular desde Tempelhof, el mítico aeropuerto que salvó al Berlín occidental del bloqueo soviético en 1948/49. El aeródromo, uno de los escasos edificios que quedan de la planificación urbanística de Berlín ideada por las huestes nazis cierra sus puertas tras el fracaso de varias campañas para reflotarlo.

 

A las 21.50 locales (20.50 GMT), un avión Dornier de la compañía Cirrus Airlines, una de las pocas que aún seguían operando desde el aeródromo, emprenderá vuelo hacia Mannheim –en el suroeste de Alemania-, a lo que seguirá la partida de un par de ejemplares de museo de la aeronave Rosinenbomber, con destino al también berlinés aeropuerto de Schönefeld. Los Rosinenbomber, también llamados "bombardeos de las pasas secas”, son el símbolo de los heroicos viejos tiempos de Tempelhof. Los aviones aliados se ganaron ese apodo por las golosinas que los pilotos tiraban desde el aire, en el puente aéreo aliado que alimentó al sector oeste durante 462 días, entre el 26 de junio de 1948 y el 12 de mayo de 1949.

Para la memoria colectiva, Tempelhof está ligado a las imágenes de los niños berlineses esperando a los bombardeos con los brazos al aire. Fue la mayor operación humanitaria aérea de la historia, en que, además de golosinas, se transportaron 2,3 millones de toneladas de alimentos, carbón y medicinas, en un total de 280.000 vuelos, a un ritmo de un aterrizaje y despegue cada 90 segundos.

El mando soviético y el Ejército Rojo habían cortado todas las líneas de ferrocarril y carretera que conducían al sector occidental de Berlín. El gobernador militar de EEUU para Alemania, el general Lucius D. Clay, reaccionó dando luz verde a la operación aérea. Se movilizaron cientos de aviones estadounidenses y británicos, principalmente del tipo Douglas C47 Dakota y Douglas C54 Skymaster, que discurrieron por tres corredores aéreos, desde Hamburgo, Hannover y Fráncfort.

El puente aéreo no es la única imagen del pasado a la que está ligada este aeródromo, antes que los Rosinenbomber, Tempelhof vio aterrizar a la aviación de Hitler. Aunque el aeropuerto adquirió la consideración de aeródromo en 1923, años después se convirtió en aeropuerto central de la capital durante el nazismo.  No en vano, en 1934 Albert Speer planificó la actual terminal de pasajeros como parte del plan para la reconstrucción de Berlín.

Además de su pasado histórico-político, el aeropuerto también tiene una historia cinematográfica. Tempelhof ha sido escenario de películas míticas como Un, dos, tres, de Billy Wilder, y en la década de 1960 sus pistas conocieron el glamour de Marlene Dietrich y Marilyn Monroe.

Tanto mérito histórico no le quita, sin embargo, la etiqueta de "molestia urbana". Se trata del más antiguo aeropuerto en activo en Europa y queda en pleno casco urbano berlinés. Lo que para algunos supone una comodidad -se puede llegar a él incluso paseando o en bicicleta-, le condenó a quedar obsoleto desde hace ya unos años y, de ahí, a ser deficitario.

Con la inauguración del aeropuerto internacional del sector occidental, en Tegel, empezó una lenta agonía y ahora apenas se utilizaba ya más que para algunos vuelos nacionales o privados. La entrada en funcionamiento del gran aeropuerto de Schönefeld, previsto en 2013, echó por tierra toda tentativa de relanzamiento. Los defensores de Tempelhof lanzaron este año varias campañas, incluido un referéndum popular que acabó en derrota, por no lograr el mínimo de participación necesaria.

Toda iniciativa por salvarlo fracasó y prolongó la agonía de unas instalaciones que el alcalde de Berlín, el socialdemócrata Klaus Wowereit, había ordenado desmantelar. El cierre estaba sentenciado, pero sigue sin tenerse claro qué destino futuro se dará a las 380 hectáreas que ocupa el aeropuerto, un aeródromo que fue durante muchos años el edificio más grande del mundo.

Sus terminales y dependencias, 300.000 metros cuadrados que deben conservarse por su carácter de monumento histórico, serán ocupados por oficinas y un complejo cultural, que se prevé incluya un museo de la aviación. Iniciativas e ideas no faltan: se habla de construir desde un estadio de fútbol a nuevos estudios cinematográficos complemento de Babelsberg, parques y jardines, salpicados por bloques de viviendas y hasta un zoológico.

Un avión Dornier 328 protagoniza hoy el último vuelo regular desde Tempelhof, el mítico aeropuerto que salvó al Berlín occidental del bloqueo soviético en 1948/49. El aeródromo, uno de los escasos edificios que quedan de la planificación urbanística de Berlín ideada por las huestes nazis cierra sus puertas tras el fracaso de varias campañas para reflotarlo.