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Juan Avellaneda, el diseñador español del que todo hombre quiere vestir
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Juan Avellaneda, el diseñador español del que todo hombre quiere vestir

Entre sus clientes figuran celebridades de medio mundo. Vanitatis se cita con él en su estudio de Barcelona para ver cómo trabaja, en qué se inspira y cuál es su universo creativo

Foto: El diseñador vestido con traje de chaqueta y camisa de lino (ambos de Avellaneda), reloj 'Vasco da Gama' de Montblanc y alpargatas de Castañer (Foto: Jorge M. Redondo)
El diseñador vestido con traje de chaqueta y camisa de lino (ambos de Avellaneda), reloj 'Vasco da Gama' de Montblanc y alpargatas de Castañer (Foto: Jorge M. Redondo)

En la persona del diseñador Juan Avellaneda (Barcelona, 1982) caben casi dos metros de elegancia. Unos 191 centímetros de estatura que se resumen en un porte sofisticado, unas hechuras de ‘gentleman’ y un personalísimo estilo. Una impronta que traslada a una marca (homónima) de moda para el hombre –creada hace poco más de dos años– que lo ha convertido ya en unos de los referentes del panorama estético masculino nacional e internacional. Todos quieren vestir las prendas que este barcelonés pergeña desde un luminoso estudio de su ciudad natal. Un laboratorio de ideas donde confluyen musas, ropa de aires mediterráneos y mucho olfato para los negocios.

Apenas rozan las diez de la mañana y Avellaneda ya ha abierto los postigos de dos ventanas venecianas con vistas al distrito del Ensanche. La luz inunda un despacho de cuyas paredes cuelgan varios percheros con dos de sus colecciones: la permanente –con sus impecables trajes y esmóquines– y la temporal con 'pesadas' pero coloristas piezas para el próximo otoño-invierno.

Así se hizo la entrevista con Juan Avellaneda (Vídeo: Jorge M. Redondo)

Este amplio espacio, donde recibe a sus clientes, rezuma elegancia y sofisticación. La sala está presidida por una antigua mesa de caoba flanqueada por dos grandes lámparas de latón dorado y tulipas negras. A su derecha se dispone un níveo maniquí sobre el que trabaja algunas de sus prendas. A la izquierda, una estantería en la que se apilan decenas de revistas de moda, muestrarios de tejidos y manuales cuya temática versa sobre el buen vestir del caballero.

Quizá, ese sea el rincón –coronado por el retrato de un surfero tatuado fotografiado por David Mushegain– desde el que emerge la dualidad del hombre Avellaneda y del concepto por el que trabaja este diseñador barcelonés. "En la moda masculina existen dos vertientes muy definidas: la sastrería clásica y la corriente más 'avant garde'. Entre ambas transita un caballero contemporáneo que ama las tendencias y al que le gusta lo clásico, pero rehúsa parecer demasiado formal. Para cubrir ese hueco nació esta firma, con la que es posible ser fiel a un estilo propio desprovisto de corsés", explica.

Así es la radiografía del hombre Avellaneda. Un hombre que intenta adaptarse a los nuevos códigos estéticos ensalzando el valor de lo tradicional. El ideal de unos clientes que, según el diseñador, disfrutan del día a día, tienen inquietudes sociales y culturales, y gustan de cuidar su imagen. En esa cartera de personalidades adeptas a su marca figuran el empresario Aldo Comas, el interiorista Jaime Beriestain, el actor Diego Martín, el exduque de Lugo Jaime de Marichalar o el mismísimo Ronnie Wood, guitarrista de The Rolling Stones. Cuenta que existen 'royals' y otros tantos personajes públicos de Estados Unidos que atesoran algunas de sus prendas, de los que, por secreto profesional, prefiere no decir sus nombres hasta que no aparezcan luciendo algunas de ellas en público.

A pesar de que su labor se centra en el terreno masculino, existen mujeres que aprecian la sofisticación de sus trajes de chaqueta y que han sucumbido a algunas de sus prendas más icónicas. Tal es el caso de la modelo Nieves Álvarez, quien hace unos meses apareció en el programa de televisión que presenta luciendo su célebre 'Galaxy tuxedo'. Un esmoquin con estampado de fantasía que hizo a medida para ella y que causó furor en las redes sociales.

Otras, como Nuria González, también han confiado en la labor del diseñador catalán para lucir perfectas en una ocasión especial. El pasado mes de mayo, la esposa de Fernando Fernández Tapias acudió a la comunión de su hija vestida con un dos piezas en color hueso elaborado en lana fría y 'cashmere' y forrado en seda. "Yo no hago moda femenina", pero lo cierto es que muchas mujeres se han dejado seducir por el trabajo de este último 'enfant terrible' del universo estético masculino patrio.

Formación y olfato para este negocio no le faltan. Su interés por la industria 'fashion' le viene desde pequeño: “Mis padres son editores, por lo que a mi casa llegaban decenas de revistas de moda que yo me encargaba de hojear”, relata mientras se atusa su anillado flequillo. Su interés por la estética de aquellas publicaciones no fueron sino el germen de una formación académica que culminó hace unos años cuando Avellaneda se graduó en Dirección Creativa en la prestigiosa Central Saint Martins de Londres. Una escuela por cuyas aulas han pasado modistos como Alexander McQueen, John Galliano o Stella McCartney. Después vendrían un máster MBA en Finanzas y otros relacionados con comunicación y negocios en otras escuelas.

Tras colaborar como marca blanca para las divisiones masculinas de algunas firmas de lujo, Avellaneda decide dar el paso y lanzar su propia firma que cuenta en su plantilla con 80 empleados. “Aquí en el estudio trabajan dos personas que se encargan de la comunicación y la logística. La producción se reparte entre diversos talleres (ubicados en Zaragoza, Galicia o Cataluña) donde se confeccionan pantalones, americanas o camisas. La piedra angular de todo este engranaje es mi patronista Pilar, capaz de captar a la perfección mis exigencias y en la que confío plenamente”, sostiene.

La meticulosidad manda en la organización diaria de un joven diseñador que, asegura, no sería nadie sin su teléfono. De hecho, su ‘smartphone’ de última generación lleva adosada una carcasa con una batería inalámbrica que le permite estar siempre operativo. En cualquier lugar del mundo. “Viajo mucho para reunirme con proveedores, talleres y fábricas de tejidos o para hacer pruebas de vestuario a países como Suiza, donde cuento con algunos clientes. Mi móvil es mi salvación”, apunta. Y, sin duda, la mejor herramienta para crear marca: Avellaneda acumula más de 105.000 seguidores en su perfil personal de la red social Instagram. Una plataforma donde exhibe las prendas que lucen sus clientes y donde se fotografía a sí mismo vestido con algunas piezas de su firma.

Pero no solo de Avellaneda vive Juan. Y viceversa. En su coqueto vestidor atesora prendas y complementos que van más allá de las piezas que crea para su marca. “Entre mis favoritas están un pantalón vaquero de pescador de Loewe, un pañuelo de seda de Hermès, el reloj 'Vasco da Gama' de Montblanc o los mocasines con dos serpientes bordadas de Gucci”. Algunas de ellas son las que ha escogido para esta sesión de fotos. Una serie de imprescindibles que también constituyen la forja de la imagen de este joven 'couturier'.

Al tiempo que repasa algunos de los bocetos y tejidos para su próxima colección –a finales del pasado junio presentó en el marco de la Semana de la Moda masculina de París sus propuestas para la primavera-verano de 2017–, ultima el que será su nuevo viaje: se desplazará un par de días a Ibiza para reunirse con unos esparteros que se encargarán de elaborar una serie de alpargatas de cara a la citada temporada.

La isla pitiusa no es casualidad. Para él, el Mediterráneo es una fuente inagotable de inspiración. Y el ‘made in Spain’, su santo y seña. “Apostar por una marca global radicada en España forma parte de la identidad de Avellaneda. Trabajamos para hombres cuya esencia tiene mucho que ver con esta zona. De hecho, todas nuestras campañas reflejan ese gusto por la estética propia de dandis como Alain Delon, Lorca o Picasso. Estamos intoxicados de los aires estéticos de las costas Brava o Azul, que resumen a la perfección cuánto podemos aportar los diseñadores españoles a la moda masculina a nivel mundial”, subraya.

¿La asignatura pendiente? “Considero que el hombre tiende a la uniformidad. Las tendencias masculinas evolucionan de forma más lenta que las femeninas. Y eso tiene que ver con el qué dirán: tenemos miedo”, aclara. La única forma de romper con esto y asumir riesgos a la hora de vestir se resume en una frase que Avellaneda se repite casi como un mantra: “La editora de moda Diana Vreeland decía que el ojo humano debe viajar y no necesariamente hacerlo de forma física, sino como lector, como consumidor de publicaciones de moda, para empaparnos de otras culturas o corrientes estéticas”, argumenta.

Nuevo concepto del lujo

Considera que para lograrlo es necesario crear colecciones con sentido. “Todas deben tener un hilo conductor e intentar que de ellas se desprenda una filosofía muy definida”, sostiene. "Hay que poner corazón en todo el proceso creativo, pero es preciso racionalizar esas creaciones y ver si encajan en ese universo”, apunta. Un universo que muchos han categorizado dentro del sector del lujo, aunque él prefiere hablar de la relación calidad-precio de sus prendas. “No tienen por qué ser factores antagónicos. Puedes trabajar piezas con tejidos de gran calidad y no por ello su coste debe ser muy elevado. No busco producir al por mayor, como tampoco quiero que las mismas tengan precios inalcanzables. El material o la confección son dos cosas que valoré el día en que me embarqué en este proyecto y no estoy dispuesto a renunciar a ellas”, explica.

Para esta sesión fotográfica, Avellaneda ha puesto de manifiesto su capacidad innata a la hora de combinar prendas y siluetas. Es entonces cuando le pregunto:

- ¿Qué no debe faltar en el armario del común de los mortales?

- Una camisa blanca –yo cuento con más de 50–, un abrigo tres cuartos en color 'camel', un 'blazer' de lana, un traje azul marino y un pantalón vaquero. Cinco básicos capaces de sobrevivir al paso del tiempo y llevarse por delante cualquier tendencia.

Una lista de imprescindibles sobre la que Avellaneda aún tiene mucho que decirle y que mostrarle al hombre. Acomodado en la silla de su despacho, el diseñador barcelonés se queda trabajando frente a su ordenador. Quizá respondiendo a una lista interminable de correos electrónicos o, quizá, revisando algunos editoriales de moda. Como hacía cuando era un niño. Ya lo dijo Vreeland: “The eye has to travel”. Y desde el mástil de su barco otea las tendencias al tiempo que navega buscando inspiración en las aguas del Mediterráneo. Su mar.

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En la persona del diseñador Juan Avellaneda (Barcelona, 1982) caben casi dos metros de elegancia. Unos 191 centímetros de estatura que se resumen en un porte sofisticado, unas hechuras de ‘gentleman’ y un personalísimo estilo. Una impronta que traslada a una marca (homónima) de moda para el hombre –creada hace poco más de dos años– que lo ha convertido ya en unos de los referentes del panorama estético masculino nacional e internacional. Todos quieren vestir las prendas que este barcelonés pergeña desde un luminoso estudio de su ciudad natal. Un laboratorio de ideas donde confluyen musas, ropa de aires mediterráneos y mucho olfato para los negocios.

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