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Olvídate de Cancún y piérdete por los pueblos mágicos de México
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Olvídate de Cancún y piérdete por los pueblos mágicos de México

Sayulita con su aire tarifeño y su playa escondida o Tequila, sembradito de agave con sus haciendas y destilerías. Este es el otro país lindo y querido que tanto le gustaba a Chavela

Foto: Sayulita es la playa escondida (y mágica) de México.
Sayulita es la playa escondida (y mágica) de México.

Bienvenidos a un territorio donde lo real maravilloso se hace lo primero y es a todas luces lo segundo. Al territorio (y el país) del Juan Rulfo de 'Pedro Páramo', que se llamaba también Nepomuceno. Por la magia. Cómo no iba a tener el México lindo y querido de Frida un circuito así, para beberse la imaginación de un trago como si la imaginación fuera un tequila. Pueblos cargados de leyendas, de historia, de símbolos y de hechos trascendentes que están ahí, como las hadas y los fantasmas en los cuentos, y que son puritito México. Parte de su imaginario colectivo sin que por ello suenen a mariachis ni a ranchera, esta vez no, pero sí al aire que se respira, por ejemplo, en el mercado de Sonora.

La lista es larga, lo cual da fe de que el país de Chavela es en sí mágico. Hasta su número, un total de 111. De Batopilas en Chihuahua a Zacatlán en Puebla, pasando por Capulálpam de Méndez en Oaxaca, Mapimi en Durango o Tapijulapa en Tabasco. Los nombres se las traen y lo demás también. Nosotros nos hemos quedado por el momento cerquita de Puerto Vallarta y Riviera Nayarit, merodeando por Sayulita, Tequila, bebiendo ya se sabe qué, y Jala. Y con la Sierra Madre Occidental abrazándonos. Nos vamos.

Un lugar en el mapa. Para orientarnos, antes de seguir, estamos en el Pacífico mexicano, allí donde el paraíso parece estar, y no es una novela de Vargas Llosa, a la vuelta de la esquina, como bien sabían Elizabeth Taylor y Richard Burton, que tenían casa aquí.

El México más auténtico. Esto no tiene nada que ver con Cancún ni con resorts y playas larguísimas donde tumbarse a la bartola mientras se ensancha más y más el horizonte, sino con el país de tierra adentro, aunque luego esté a orillas del mar, plagadito de historia y de cultura. Tan es así que el Gobierno les ha distinguido con el sello de pueblos mágicos, como Francia ha hecho con sus pueblos más bellos. Hablamos de San Sebastián del Oeste, de Mascota, Talpa de Allende, Tequila, Sayulita y Jala. Un no parar hasta completar esta ruta 100% mexicana por supuesto en guajolotero (bus), a poder ser. De pueblo en pueblo, como mandan los cánones.

1. Sayulita. México también tiene su rincón hippie chic, un lugar donde el verano se hace encantadoramente tarifeño y se entrega al surf mientras presume de estar inundado de colores. Sayulita es de esos sitios que se hacen querer. Construcciones típicas, calles empedradas, mucho arte huichol y ambiente cosmopolita.

Y por si fuera poco, vegetación exuberante con aves de colorido plumaje, una playa casi virgen de la bahía de Banderas, desde la que en invierno se avistan ballenas, reclamos culinarios como la almeja reina preparada en su concha, el pescado y el camarón zarandeados, los tacos de Natty's Cocina o los zumos y helados naturales de Wakika, y otras tentaciones artesanales como las joyas de plata, las esculturas de barro, las prendas de lana, los muebles rústicos y todas las piezas coras y huicholes (cosa indígena). Es, sin duda, ese lugar en el mundo...

2. Tequila. He aquí el fondo de la cuestión, el lugar donde nació la bebida oficial de México, la llamada tierra del oro azul, en las faldas del volcán de Tequila y junto al cañón del Río Grande, a solo 60 kilómetros de Guadalajara, en el estado de Jalisco, claro, y entre agave y más agave y destilerías. Tequila es además patrimonio de la humanidad por la Unesco. Lo adornan recoletas calles empedradas, antiguas haciendas, muchas tequileras, caso de la Quinta Sauza o Mundo Cuervo, jugosas leyendas, tiendas de artesanía, donde hacerse con objetos fabricados con la hojas del agave, tarros de madera de roble o palo colorado, y tequila en todas sus versiones. Por haber hay hasta un museo y un tren tequileros.

3. San Sebastián del Oeste. Atención porque se fundó en 1625, su origen es minero (oro y plata) y es toda una joya colonial, habitada tiempo antes por los indígenas tecos. No hay que perderse el anochecer desde el cerro de la Bufa, allá en lo alto, desde donde se ve todo, o su cementerio sobre un antiguo volcán. Te gustarán también sus haciendas de lujo y sus casas rurales, muchas convertidas en hoteles con encanto llamándote a gritos. Lo está haciendo la Hacienda Jalisco, con todo su aire señorial. No le falta a este pueblo mágico ni los puros artesanos con tabaco de Nayarit ni su café de altura 100% orgánico.

4. Mascota. Un refugio entre ríos, valles y montañas, entre robles, pinos y abetos, que hará las delicias de los más aventureros y naturalistas de los viajeros. Y quien dice Mascota dice Pilas de Agua Caliente, La Narizona, presa Corrinchis, volcán el Molcajete, cañón del Ocotillo, la Mesa Colorada y el cañón Tacote. Prepárate para los paseos en caballo, el senderismo, la bici o la escalada en roca. De todo hay. Esto es un edén. Y para el café de olla, las galletas caseras, las conservas de frutas, la raicilla (bebida alcohólica) y otras exquisiteces que encontrarás en su mercado municipal. Además del ecoturismo, está su plaza principal, en parte neoclásica y con jardines, su palacio municipal del siglo XVII, su kiosco neomudéjar y un museo de arqueología, yacimiento incluido. Para ir hacia atrás en el tiempo, con todo su vértigo.

5. Talpa de Allende. Este es el solaz de Nuestra Señora del Rosario de Talpa, que es la más dura rival de la Virgen de Guadalupe que, como se sabe, es toda una estrella (sagrada) en el estado de Jalisco (no te rajes). Así que Talpa es lugar de peregrinación, sí, pero también un ejemplo de notable arquitectura (ahí está la basílica), por la que se ha ganado el título de perla escondida. Por eso y por el bosque de maple y sus cascadas, sin olvidarnos, cómo hacerlo, de unos buenos antojitos regionales, una mejor birria de chiva, que no lo es (una birria, según nosotros, sino al contrario), y el aclamadísimo marisco fresco.

6. Jala. Llegamos al más monumental de todos estos pueblos, sin que eso quiera decir que su patrimonio sea solo este, porque la naturaleza es igualmente poderosa. En Jala lo suyo es callejear con los ojos muy abiertos para no perderse las casonas del siglo XVII en adelante y otros insignes edificios; entrar en su Museo Comunitario, alojado en una mansión decimonónica, que guarda piezas precolombinas y nayaritas; zamparse unas encaneladas, un marquesote (pan tradicional) o un colado de atole (bebida de maíz), y ascender al volcán de Ceboruco, un gigante de más de dos mil metros de altura, con vistas de escándalo.

Cómo llegar: Aeroméxico ofrece nueve vuelos directos semanales entre Madrid y Ciudad de México de manera regular y hasta once en temporada alta.

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Bienvenidos a un territorio donde lo real maravilloso se hace lo primero y es a todas luces lo segundo. Al territorio (y el país) del Juan Rulfo de 'Pedro Páramo', que se llamaba también Nepomuceno. Por la magia. Cómo no iba a tener el México lindo y querido de Frida un circuito así, para beberse la imaginación de un trago como si la imaginación fuera un tequila. Pueblos cargados de leyendas, de historia, de símbolos y de hechos trascendentes que están ahí, como las hadas y los fantasmas en los cuentos, y que son puritito México. Parte de su imaginario colectivo sin que por ello suenen a mariachis ni a ranchera, esta vez no, pero sí al aire que se respira, por ejemplo, en el mercado de Sonora.

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