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Nesting: cuando quedarse en casa está de moda
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Nesting: cuando quedarse en casa está de moda

Se acabaron las glamurosas fiestas multitudinarias. Lo que ahora se lleva es quedarse en casa, película, manta y... fundirse con el sofá. ¿Quieres saber cómo practicarlo?

Foto: Estos son algunos de los trucos para que las noches de fiesta... las pases en casa. (Foto: Zara Home)
Estos son algunos de los trucos para que las noches de fiesta... las pases en casa. (Foto: Zara Home)

Hubo un tiempo en que la frase que demostraba tu estatus social era "estoy en la lista". Se llegaron a hacer camisetas con este lema, que indicaba que te habían incluido en la selecta lista que te garantizaba la entrada a un evento aún más selecto. En esos gloriosos años (de los que no hace más que un lustro) si querías ser considerado socialmente, debías acudir a ciertos festejos para no convertirte en un mindundi. Los temas de conversación y los post en redes sociales versaban sobre la ajetreada vida social que uno llevaba y lo poco que dormía en pos de la diversión. El 'sal y pásatelo bien era el consejo más recurrente para ahuyentar males, tanto si eran derivados de una ruptura sentimental como de un despido inesperado. En las noches sin fin se ahogaban todas las penas. Pero como con la burbuja inmobiliaria, la fiestera también explotó y ahora se impone el paradigma de hacerse un ovillo en el dulce hogar. Es la teoría del péndulo: hemos pasado de un extremo al otro.

Las razones

Primero se pusieron de moda las cenas con amigos en la intimidad de los hogares, como alternativa a la socialización vacua y para no tener que repetir la frase "si quedamos para cenar, que sea un sitio barato", tan recurrente en tiempos de crisis. Pero poco a poco, se fue prescindiendo de los invitados. Las razones, más allá de las consabidas dificultades económicas, también se encuentran en la edad. Y es que aunque los 40 sean los nuevos 30 y estos los nuevos 20, el cuerpo comienza a estar usado. Y un buen fin de semana de 'dolce far niente' sienta estupendamente al cutis y al espíritu.

Otra de las causas del retorno hogareño la encontramos en el hartazgo 'salidor': es que vistas 50 fiestas, vistas todas. En el momento en que lo que se supone que es excepcional acaba siendo rutinario, apaga y vámonos... a casa. Y como siempre, existe un interés económico oculto que sale ganando con la jugada aunque sea muy indirectamente. Se podría decir que los fabricantes de muebles y de objetos de decoración son la 'mano negra' del atrincheramiento casero: para que funcione, para que realmente tengas ganas de estar en casa, este tiene que ser relajante y acogedor, y eso se consigue con el rechinar de tu tarjeta en el datófono. Una vez conseguido un hogar de revista de decoración, ¿quién tiene ganas de irse a sostener cubatas en una sala ruidosa?

Un diccionario para quedarse en casa

Ya se sabe que nada mejor para poner una tendencia de moda que emplear una palabra extranjera. Pero es que aquí hay un sinfín. Como los inuits cuentan con una treintena de palabras para definir el blanco, nosotros tenemos un montón de términos para tirarnos en el sofá. Vayamos por partes: una de las conocidas es el nesting, que proviene de nest (nido en inglés) y básicamente se trata de eso, de quedarse en casa y darse un binge-watching (atracón de series). Pero tampoco creamos que hemos inventado la sopa de ajo, pues en los 80 se acuñó un anglicismo similar, el cooconing, con idéntico significado y con la única diferencia de que entonces uno se atrincheraba tras una montaña de VHS. Otro de los palabros que se añaden a esta nueva vieja tendencia es el danés hygge.

Foto: El manual del perfecto 'hygge' conlleva amigos y lugares con luces cálidas como en La Halle Vinbar (René Roslev/Copenhague Media Center)

Estos escandinavos son los más felices del mundo y su secreto radica en este término intraducible, que a grandes rasgos significa una actitud relajada ante la vida. Los pilares del hyyge son el contacto con los allegados, reducir las obligaciones y, cómo no, disfrutar de la paz de tu choza. Y aún hay más terminología para repantingarse en el sofá. El FOMO (Fear Of Missing Out, el miedo a perderse algo) está perdiendo enteros y cediendo su estresante lugar al JOMO (joy of missing out, la alegría de perdérselo) y el FOGO (Fear Of Going Out, el temor a exponerse demasiado y, en definitiva, a salir).

Los beneficios de apoltronarse

Hasta Perogrullo estaría completamente de acuerdo en que quedarse en casa es mucho más saludable que empinar el codo toda la noche. Y tus padres también le darían la razón. Pero los beneficios del nesting van más allá de evitar un mal mayor, ya que aportan ganancias para tu salud. A la cabeza de las utilidades se encuentra esa relajación que le da un gancho en el estómago al estrés. Nos pasamos el día saltando (o arrastrándonos) de una obligación a otra. Y en muchas ocasiones, el fin de semana se convierte en una prolongación en la que simplemente cambiamos los compromisos laborales por los sociales. Hacer un parón, dedicarse tiempo a uno mismo e, incluso, aburrirse ayudan a cargar baterías.

Y lo de aburrirse no es baladí: según un estudio de la Universidad de Limerick (Irlanda) nos vuelve más empáticos y altruistas, que con los tiempos que corren no es poco. Por otra parte, dormir las horas suficientes sirve para estar mejor por fuera y por dentro, incluso puede ayudar a adelgazar. Estar en casa, fuera de todas las distracciones, es ideal para equilibrarse, para valorar lo que realmente importa y lo que no.

¿Uso o abuso?

De todas formas, el nesting también tiene su reverso de la moneda. Todas los beneficios descritos son ciertos y seguramente aún hay más, pero únicamente si se practica correctamente. Ese tiempo de desconexión debe ser para relajarse, para disfrutar de uno mismo y de la pareja o de la familia. El problema es que si no sales de casa para estar conectado todo el día a las redes sociales, no hacer más ejercicio que el levantamiento de mando y llamar al servicio de pizza a domicilio no vas a notar ninguno de los beneficios antes descritos. El nesting no es un canto al sedimentarismo, es una forma de reducir la velocidad de crucero por la que circulamos por la vida habitualmente.

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Hubo un tiempo en que la frase que demostraba tu estatus social era "estoy en la lista". Se llegaron a hacer camisetas con este lema, que indicaba que te habían incluido en la selecta lista que te garantizaba la entrada a un evento aún más selecto. En esos gloriosos años (de los que no hace más que un lustro) si querías ser considerado socialmente, debías acudir a ciertos festejos para no convertirte en un mindundi. Los temas de conversación y los post en redes sociales versaban sobre la ajetreada vida social que uno llevaba y lo poco que dormía en pos de la diversión. El 'sal y pásatelo bien era el consejo más recurrente para ahuyentar males, tanto si eran derivados de una ruptura sentimental como de un despido inesperado. En las noches sin fin se ahogaban todas las penas. Pero como con la burbuja inmobiliaria, la fiestera también explotó y ahora se impone el paradigma de hacerse un ovillo en el dulce hogar. Es la teoría del péndulo: hemos pasado de un extremo al otro.

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