Qué le debe Luis Miguel a la mítica Mirtha Legrand: su curiosa relación

La gira de Luis Miguel se ha convertido en un fenómeno mediático. Una agenda profesional con sesenta y cinco conciertos y más de diecinueve mil seguidores por aforo. Se habla de cien mil euros en la reventa de su cita en Las Vegas y de tres mil en Buenos Aires. Unas cifras que demuestran que el Sol de México mantiene ese puesto de icono internacional. Una vez que finalice el 18 de diciembre en Guadalajara (México), hará un parón para celebrar con Paloma Cuevas y su familia las Navidades. No se sabe si será en España o en Punta Cana, como se ha publicado. No sería arriesgado pensar que efectivamente la primera parte sea en Madrid y la segunda en el paraíso dominicano donde Paloma se resguardó en sus primeras navidades tras el convulso y difícil divorcio de Enrique Ponce.

Como decíamos, la gira por Estados Unidos y Latinoamérica, además del éxito, ha hecho más visible a Luis Miguel, que durante los últimos años ha mantenido un perfil casi invisible. Una decisión que a veces no resulta entendible para la prensa e incluso para sus seguidores. Así lo ha querido y así lo ha mantenido.

Pero en Buenos Aires abrió el círculo hermético que rodea su vida y tuvo un gesto que emocionó a la concurrencia. La última noche acudió al Movistar Arena la legendaria y eterna periodista, actriz y presentadora Mirtha Legrand. Una profesional que a sus 96 años sigue en activo y es una referencia en el periodismo televisivo. Acudió al recinto acompañada de sus hijos, nietos y biznietos para disfrutar del concierto.

Dada la relevancia de Legrand, la organización la ubicó en primera fila. Desde ese lugar privilegiado compartió con su familia esos momentos mágicos. Lo que nadie esperaba, y mucho menos ella, era que al finalizar una canción el Sol de México bajara del escenario con varias rosas blancas que le entregó a una emocionadísima Mirtha.

Un gesto que hasta ese momento el Sol de México nunca había realizado y que tampoco esperaba la protagonista. Fue su nieto Nacho Viale quien a espaldas de la abuela había organizado ese encuentro. Era tal su desconocimiento de ese homenaje que cuando se iba a levantar para dar por terminada la noche, su bisnieta Ámbar la tomó del brazo para impedírselo. “Aún no ha terminado. Siéntate que queda fiesta”. Y efectivamente así fue. El propio Luis Miguel la gritó desde el escenario, como ella misma contaba. “No, Mirta no se se vaya. Vuelva, que bajo”.

Aunque la periodista es una referencia en Argentina, no todos los asistentes sabían el porqué de ese detalle tan cariñoso.

La historia afectiva viene de muy lejos. Cuando Luis Miguel tenía once años, Mirtha Legrand le invitó a su programa. A los catorce, cuando ganó su primer Grammy y se convirtió en el artista masculino más joven en recibir ese reconocimiento, volvieron a encontrase. Y así cada cierto tiempo, Mirtha se convertía en su interlocutora. En otra ocasión también fue ella la que consiguió las primeras declaraciones del artista tras el aterrizaje forzoso del avión en el que viajaba. Luis Miguel tenía 25 años y le comentó que había vuelto a nacer. Se creó entre ellos un nexo de unión importante que se visibilizó en el concierto de Buenos Aires.

Luis Miguel nunca olvidó esa ayuda inicial que le brindó cuando nadie imaginaba el futuro profesional que tendría ese niño rubio con ganas de triunfar. Como dice el refrán, “es de bien nacido ser agradecido”.