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Hablamos con Lucía Serrano, hija de Arantxa del Sol y Finito de Córdoba: "La familia es sagrada"
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ENTREVISTA EXCLUSIVA

Hablamos con Lucía Serrano, hija de Arantxa del Sol y Finito de Córdoba: "La familia es sagrada"

La hija del torero y de la exconcursante de Supervivientes nos habla como nunca de su padre, su madre y su hermano

Foto: Finito de Córdoba junto a su hija Lucía en una imagen inédita hasta ahora. (Cortesía)
Finito de Córdoba junto a su hija Lucía en una imagen inédita hasta ahora. (Cortesía)

Al ritmo de la canción Válgame dios de Niña Pastori, Lucía, siendo una niña, recorría kilómetros junto a su padre, acompañándolo a tentaderos en el campo: “Cada vez que mi padre va a trabajar, se juega la vida. Es una profesión muy dura, pero lo cierto es que también te hace apreciar cada minuto que pasas con él, cada instante que vivimos en familia”, comienza contándome Lucía, que, desde niña, comprendió a la perfección la profesión de su padre. “Cuando tenía un mes, mi padre salió a torear en el campo conmigo en brazos. Los primeros recuerdos que tengo son cuando estaba en primaria. Él me ponía el uniforme y le decíamos a mi madre que me llevaba al colegio. En realidad, íbamos a desayunar y luego al campo. Son momentos que nunca voy a olvidar, era muy feliz viéndolo. Aunque te puedes imaginar el enfado de mi madre cuando se enteró de que faltaba al colegio”, afirma entre risas, y se emociona al transmitirme lo afortunada que se siente de haber vivido desde niña en una familia unida y rodeada de tanto amor.

Su hermano Juan, el mayor regalo de la vida

Desde los seis años vivió como hija única, hasta que nació su hermano Juan Rodrigo, del que aún casi no se sabe nada porque sigue siendo menor de edad. “Desde que tengo uso de razón, le pedía a mis padres que quería un hermano. Tengo la imagen de cuando a mi madre le hicieron la ecografía y nos dijeron que era un niño. Me puse a abrazar a mi padre y a gritar de la emoción”.

placeholder Finito de Córdoba junto a su hijo Juan en una imagen inédita hasta ahora (Cortesía)
Finito de Córdoba junto a su hijo Juan en una imagen inédita hasta ahora (Cortesía)

Aunque Juan es el pequeño, Lucía dice sentirlo como un hermano mayor. “Es muy inteligente y tiene una bondad... Se entera de todo. Yo lo pasé muy mal cuando lo vi sufrir tanto después de que mi madre saliera de Supervivientes”.

La defensa en Supervivientes a su madre

“Mi padre trabaja en un sector donde hay muchos detractores y mi madre, al ser una figura pública, también ha recibido críticas a lo largo de su carrera. Como hija, eso era una de las cosas que más dolor me causaban, sobre todo por la frustración de sentir que no podía hacer nada al respecto. Por eso la oportunidad de ir a defender a mi madre en Supervivientes y sacar las garras por ella me llenó mucho por dentro”. De hecho, fue en ese momento cuando Lucía renunció a la privacidad que había tenido hasta entonces, sin importarle nada más que hacer que la audiencia conociese realmente a su madre. La última persona con la que habló Arantxa del Sol antes de que le quitasen el teléfono y partir rumbo a Honduras, fue con su hija, que le escribió: “Empieza una de las aventuras más grandes de tu vida y no podemos estar más orgullosos de ti, de tu sacrificio diario, tu entrega y tu valentía. Aprovecha la experiencia, aprende, disfruta de tus compañeros, proponte nuevos retos, llora, ríe, sé tú, ábrete, porque tu corazón vale oro y no debes dejarte nada grande para ti sola”.

Es una parte de aquel mensaje con el que Arantxa comenzó su aventura, donde demostró fortaleza y una gran capacidad de supervivencia, pero también donde vivió algunos momentos agridulces, aunque Lucía dice que les ha unido aún más como familia. “Siento que lo más triste que hay es que alguien utilice a los hijos para hacer daño a los demás. La familia de una persona no la puedes tocar. La familia es sagrada”.

placeholder Arantxa del Sol junto a su marido Finito de Córdoba y su hijo Juan en una imagen familiar. (Cortesía)
Arantxa del Sol junto a su marido Finito de Córdoba y su hijo Juan en una imagen familiar. (Cortesía)

Sus dibujos, un refugio emocional

Desde pequeña, Lucía, de manera intuitiva, comenzó a pintar: “¿Qué es lo que más me inspira del mundo? Mi padre. Por eso empecé a hacerle retratos y a dibujarle. Es algo que he seguido haciendo a lo largo de los años”. Confiesa que, después de lo que sufrieron tras el paso de su madre por aquel programa, dejó de hacerlo, pero no duda de que volverá a ponerse delante del papel. “Al final, la inspiración es emoción. Cuando me he guiado por el amor y la admiración por mi padre me han quedado dibujos increíbles. Otras veces, pintar me ha ayudado a desahogarme y a transformar el dolor. Pinto mucho por etapas”.

placeholder Algunos dibujos de Lucía retratando a su padre. (Cortesía)
Algunos dibujos de Lucía retratando a su padre. (Cortesía)

Anécdotas junto a su padre y un viaje que le cambió la vida

Lucía tiene un tono tímido, pero a la vez gracioso y ocurrente. Se intuye en todo momento la fuerte admiración que siente por sus progenitores. “De mi madre no te estoy hablando tanto, porque siento esta entrevista como un homenaje a mi padre por su entrada en el programa, pero si no, podríamos estar hablando horas”, bromea. Los momentos que más han marcado a Lucía junto a su padre son los que pasan antes de que salga a torear. “Normalmente, es el mozo de espadas quien viste al torero, pero hay algunas veces que mi padre me deja que sea yo. Y siempre voy a verlo antes de salir”. Así, Lucía enfunda a su padre en el traje de luces y luego va a la plaza, con tensión, pero también con mucha admiración. “Lo que no puedo es verlo en las retransmisiones en televisión. Cuando no estoy allí, me produce mucha ansiedad pensar que puede ocurrir algo y no estar presente”.

placeholder Lucía junto a su padre, Finito de Córdoba, en una imagen inédita hasta ahora. (Cortesía)
Lucía junto a su padre, Finito de Córdoba, en una imagen inédita hasta ahora. (Cortesía)

El año pasado viajó de voluntariado a San José de los Arroyos (Paraguay). Relata que lo que vivió allí fue muy duro y además echaba mucho de menos a los suyos. Un día, una familia invitó a merendar y a pasar la tarde al grupo de voluntarios misioneros que estaban allí. “Cuando fui al cuarto de baño, me encontré en la puerta con un cartel enorme de una corrida de toros. Resulta que el hijo de los de la casa era taurino y había hecho una edición en la que puso su nombre con el de mi padre y Enrique Ponce, porque los admiraba mucho”, cuenta Lucía, que me habla también de sus convicciones religiosas. “Al ver su nombre ahí, supe que era una señal de Dios, que mi padre me estaba acompañando en esa aventura, aunque no estuviera presente”.

placeholder Lucía junto a la familia paraguaya y el cartel. (Cortesía)
Lucía junto a la familia paraguaya y el cartel. (Cortesía)

“Cuando estás allí, tus ganas de ayudar pueden con todo. Para mí, lo más duro de esa experiencia fue volver. Me acostaba en mi cama y no podía parar de pensar en todos esos niños y personas que había dejado atrás. Yo iba a seguir con mi vida y ellos seguirían allí. Lo pasé muy mal”.

Su sueño de construir un amor como el de sus padres

“Lo que me ha construido como persona es el amor que he recibido en casa. Por eso, de mayor me encantaría tener un amor como el de mis padres. Después de tantos años se miran como el primer día”.

Lleva casi dos años enamorada y refleja en su pareja todo lo que ha visto en casa. “El amor mueve el mundo” concluye Lucía, y es precisamente eso lo que la ha llevado a hacer esta entrevista: el amor por su padre. Amor y admiración a partes iguales, que comparte con su hermano Juan y su madre. Una familia que, aunque muchos crean conocer por lo que han visto en las revistas o en la televisión, Lucía ha demostrado que en esa privacidad que guardan, en la normalidad del día a día, construyen su rutina en base al respeto, al amor, el sacrificio, la pasión... “Valores que están dentro de la profesión de mi padre como torero y que los ha llevado por bandera en su vida, en nuestra vida”.

Al ritmo de la canción Válgame dios de Niña Pastori, Lucía, siendo una niña, recorría kilómetros junto a su padre, acompañándolo a tentaderos en el campo: “Cada vez que mi padre va a trabajar, se juega la vida. Es una profesión muy dura, pero lo cierto es que también te hace apreciar cada minuto que pasas con él, cada instante que vivimos en familia”, comienza contándome Lucía, que, desde niña, comprendió a la perfección la profesión de su padre. “Cuando tenía un mes, mi padre salió a torear en el campo conmigo en brazos. Los primeros recuerdos que tengo son cuando estaba en primaria. Él me ponía el uniforme y le decíamos a mi madre que me llevaba al colegio. En realidad, íbamos a desayunar y luego al campo. Son momentos que nunca voy a olvidar, era muy feliz viéndolo. Aunque te puedes imaginar el enfado de mi madre cuando se enteró de que faltaba al colegio”, afirma entre risas, y se emociona al transmitirme lo afortunada que se siente de haber vivido desde niña en una familia unida y rodeada de tanto amor.

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