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El duque de Lugo, vacaciones solitarias
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El duque de Lugo, vacaciones solitarias

Hacía años que Jaime de Marichalar no veraneaba en Sotogrande. En una de las urbanizaciones de la zona su madre tiene un apartamento donde se instalaban

Foto: El duque de Lugo, vacaciones solitarias
El duque de Lugo, vacaciones solitarias

Hacía años que Jaime de Marichalar no veraneaba en Sotogrande. En una de las urbanizaciones de la zona su madre tiene un apartamento donde se instalaban sus hijos solteros entre viaje y viaje para lavar la ropa y cambiar maletas. Ahora lo frecuentan Álvaro, algunos sobrinos y Jaime, que se ha quedado sin palacio de Marivent, sin los Hampton y sin la mayoría de las invitaciones de aquellas amistades que ahora han olvidado su numero de teléfono.

Las amistades fieles las sigue manteniendo. Pero hay un problema: casi todas pasan el mes de agosto en Mallorca. Por tanto no es cuestión de marear la perdiz: coincidir una tarde o mañana de compras con parte de su familia política por la zona de tiendas de Palma es más fácil que ser borrado de la foto oficial en las escalinatas de Zarzuela. Me da la sensación (sin comprobación oficial) de que ni a unos ni a otros les apetece compartir espacio vital. Por eso el duque se ha marchado al sur, donde está su madre, una mujer ejemplar entregada desde siempre a sus hijos. Para lo bueno y para lo malo. Aunque hay otra cuestión que pesa sobre el animo del duque de Lugo, que aún lo es hasta que no haya divorcio.

Sotogrande (Tostongrande) está muy bien para un ratito o para un plan de niños con piscina y barco por la mañana, siesta y noches de cenas reducidas en las casas. Nada de discos, ni de salidas nocturnas hasta la madrugada. Eso queda para Marbella. Y cuentan que Jaime se aburre un montón y que procura hacer “excursiones” por el extrarradio. Una tarde se fue a ver a José Tomás. Otro día estuvo almorzando con Ana Gamazo y así de paseo hasta que se vuelva a encontrar con sus hijos, con los que se vuelca. A Marichalar se le pueden poner muchos peros, pero como padre es extraordinario.

Hacía años que Jaime de Marichalar no veraneaba en Sotogrande. En una de las urbanizaciones de la zona su madre tiene un apartamento donde se instalaban sus hijos solteros entre viaje y viaje para lavar la ropa y cambiar maletas. Ahora lo frecuentan Álvaro, algunos sobrinos y Jaime, que se ha quedado sin palacio de Marivent, sin los Hampton y sin la mayoría de las invitaciones de aquellas amistades que ahora han olvidado su numero de teléfono.