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Silvia Alonso, un cordero en tierra de lobos
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Silvia Alonso, un cordero en tierra de lobos

Línea Circular. Metro de Madrid. Una joven cualquiera se atusa el pelo con un gesto de extrema delicadeza, como si pusiera en jaque el cuero cabelludo

Foto: Silvia Alonso, un cordero en tierra de lobos
Silvia Alonso, un cordero en tierra de lobos

Línea Circular. Metro de Madrid. Una joven cualquiera se atusa el pelo con un gesto de extrema delicadeza, como si pusiera en jaque el cuero cabelludo con su instintiva acción. Ojea fijamente una obra de Tennessee Williams, dramaturgo de contrastes, de realismo y sueño. Lleva pintado en la comisura de su ojo derecho una flor de puntos negros, que contribuyen al exotismo de la situación pese a lo común y caótico que puede llegar a resultar un tren. De repente, levanta la mirada y alguien reconoce en su rostro cercanía, afecto, empatía.

En ese momento, su vida toma el mismo destino que su cuerpo: un recorrido con próxima parada en la ciudad donde los sueños son tan posibles como imposibles. Hasta entonces, Silvia Alonso, nacida en Salamanca hace 20 años, era una de esas jóvenes que, como diría Jaime Gil de Biedma, “vino a llevarse la vida por delante”. La vida y las letras. Pero, para cuando, en ese mismo tren circular, manida metáfora de la existencia, un total desconocido había fijado sus ojos sobre ella, Silvia ya no era la misma.

Había conseguido con su sonrisa, fuente del magma interior, lo que otras alcanzan a golpe de almanaque: triunfar por méritos propios, esfuerzo y tesón. No en el periodismo, a lo que en principio vino a hacer a Madrid, sino en Tierra de Lobos, esa serie que tan sólo es la primera casilla de una ruleta que no ha hecho más que girar, donde también se gana y se pierde. Aspira a convertirse en musa de Médem, en hacer teatro, cine y en honrar a sus padres. No le viene de casta. Pero todavía está a tiempo para que ni la vejez ni la muerte se conviertan en el único argumento de la obra y que sean, de momento, una dimensión más de ésta, nuestra tragicomedia.

Pregunta: Decide dejar su Salamanca natal y viene a Madrid. Pasa el cásting para la serie ‘Tierra de Lobos’, protagoniza editoriales de moda… ¿se siente abrumada con todo lo sucedido?

Respuesta: Un poco sí la verdad. Yo pensé que no iba a organizarse tanto revuelo, pero bueno. No me reconocen mucho por la calle, de lo que me alegro. Me miran y supongo que les sonaré. Estoy muy contenta, porque es mi sueño, lo que siempre he querido hacer. He cambiado mi vida porque trabajo mucho y además me invitan a actos, eventos… Un día de rodaje puede durar hasta doce horas.

P: El gusto por la interpretación, ¿le viene de casta?

R: No para nada. Mi padre tiene una empresa de cocinas y mi madre es ama de casa. Lo que pasa es que desde siempre he sabido que me iba a dedicar a algo relacionado con el mundo  artístico.

P: ¿En qué ha destacado siempre?

R: Tal vez en el baile, pero sobretodo me gusta mucho interpretar. Me he formado durante tres años en diferentes escuelas de Interpretación. Estoy matriculada en la Resad, aunque no puedo ir casi a clase.

P: ¿Cómo prepara cada personaje?

R: Pues en el caso de Almudena Lobo me viene la inspiración cuando me ponen esos trajes típicos del XIX, el maquillaje, el pelo…entonces te metes en el personaje. Pero, normalmente, lo preparo en casa o con mis compañeros. No tengo mucho en común con Almudena Lobo. Ella tiene otros ideales.

P: ¿Cómo lleva el interés de los medios?

R: Bien, la verdad. Veo que cada vez me llaman para más entrevistas, posados…. Yo estoy encantada, porque sé que es parte de mi trabajo.

P: ¿Y de la gente?

R: Eso es lo mejor. En Salamanca me paran más a menudo para saludarme o hacerse una foto conmigo, pero aquí en Madrid es diferente. Unos me dicen que me parezco a Penélope Cruz, otros que a otra actriz...

P: ¿A qué aspira en su carrera como actriz?

R: Me gustaría hacer cine, teatro y trabajar con Julio Médem, que es uno de mis directores favoritos. Soy muy exigente conmigo misma, pero he visto una evolución en mí desde que comencé la serie hasta ahora, que vamos a grabar la segunda temporada.

P: ¿Le presta mucha importancia al aspecto físico?

R: Bueno, sí. La justa. Me encanta ir al Rastro, con 20 euros soy capaz de comprar mil cosas. Además, tengo un punto hippie que me va a costar quitarme.

P: ¿Un plan ineludible cuando tiene tiempo para descansar?

R: Disfrutar de mis amigos y de mi familia. Me encanta viajar, y hacer lo que surja, no soy de planes fijos.

Y el tren llega a su parada. Pero nunca se detiene demasiado tiempo. “Sé todo en cada cosa. Pon cuanto hagas en lo mínimo que hagas. Así en cada lago la luna toda brilla, porque alta vive”. Unas palabras de Pessoa que vivifican en Silvia Alonso, quien a pesar de ser un cordero en tierra de lobos, no parece muy dada a las técnicas de la licantropía.

Línea Circular. Metro de Madrid. Una joven cualquiera se atusa el pelo con un gesto de extrema delicadeza, como si pusiera en jaque el cuero cabelludo con su instintiva acción. Ojea fijamente una obra de Tennessee Williams, dramaturgo de contrastes, de realismo y sueño. Lleva pintado en la comisura de su ojo derecho una flor de puntos negros, que contribuyen al exotismo de la situación pese a lo común y caótico que puede llegar a resultar un tren. De repente, levanta la mirada y alguien reconoce en su rostro cercanía, afecto, empatía.

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