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Políticos sin secretos de alcoba
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Políticos sin secretos de alcoba

La difusión de unas imágenes de la concejala de Los Yébenes, Olvido Hormigos, masturbándose, ha devuelto a la primera línea informativa un caso cada vez más

Foto: Políticos sin secretos de alcoba
Políticos sin secretos de alcoba

La difusión de unas imágenes de la concejala de Los Yébenes, Olvido Hormigos, masturbándose, ha devuelto a la primera línea informativa un caso cada vez más frecuente: el del político involucrado en algún escándalo sexual. Por ahora solo hay un imputado acusado de difundir esas imágenes: un futbolista de treinta años amigo de la edil. El vídeo ha puesto en un brete a su protagonista, que se debate entre dimitir de su cargo o no hacerlo. Finalmente parece que se inclinará por la segunda opción, ante el apoyo recibido por parte de su partido (PSOE) y en las redes sociales, en las que se llegó a colocar el hashtag #yotambiénmemasturbo. Hormigos entró en un pleno del ayuntamiento repleto de cámaras cuando decidió no dimitir; ejemplo perfecto de lo mucho que despiertan la atención de la opinión pública este tipo de casos.

Pero Hormigos no ha sido la única política en nuestro país involucrada en un escándalo sexual. Otros han sufrido las inconveniencias de que sus secretos de alcoba acabaran saltando a los medios. La diferencia es que, casi siempre, se trataba de hombres.

Ismael Álvarez, exalcalde de Ponferrada, fue condenado hace una década por acoso sexual. Su víctima fue la antigua concejala y teniente alcalde de su corporación, Nevenka Fernández. Cuando quiso volver a la política, unos años más tarde, sus compañeros de partido, el PP, no lo apoyaron. En la prensa se le llegó a tildar de ‘sinvergüenza’. Para allanar su regreso, Álvarez fundó un partido independiente que nació envuelto en las más duras críticas.

Otro caso bastante sonado fue el del exconcejal del PP de Palma de Mallorca Rodrigo de Santos. Todo el mundo se sorprendió cuando salió a la luz pública que de Santos era juzgado por gastarse dinero público en prostíbulos gays y en drogas. La discusión social sobre la hipocresía de la clase política estaba servida.

Más casos fuera de España

A pesar de todo, en comparación con otros países, los escándalos sexuales de nuestros políticos son mínimos. Allende los mares, el más famoso sigue siendo el de Bill Clinton, que tuvo que postrarse ante las cámaras para reconocer su affaire con la becaria Mónica Lewinsky delante de la puritana población norteamericana, cual pecador redimido.

Otro caso célebre fue el de Anthony Weiner, congresista que fue ‘pillado’ enviando fotos desnudo a Twitter. Tardó poco tiempo en dimitir, anunciando que abandonaba su cargo en una multitudinaria rueda de prensa. La polémica residía en que se había hecho las fotografías en el gimnasio del Congreso de Estados Unidos.

Otro más, y aún más grave, fue el escándalo de Eliot Spitzer, un gobernador de Nueva York que tuvo que dimitir en marzo de 2011. La razón eran los 4.000 dólares que se había gastado en una prostituta de lujo cuyo nombre, para más inri, se hizo público: Ashley Dupré. Al parecer no había sido la única. Spitzer se había gastado casi 80.000 dólares de dinero de una empresa de la que era accionista en mantener relaciones sexuales con más mujeres.

En Europa, los políticos tampoco se han quedado atrás en lo que a escándalos amatorios se refiere. El caso más sonado, seguramente, sea el de Dominique Strauss- Kahn, el director del Fondo Monetario Internacional. Su imagen era intachable hasta que, el año pasado, fue detenido por acoso sexual. Ahí no quedaba la cosa: la chica que lo acusó, de 32 años, alegó un intento de violación. Él se declaró inocente, pero las redes sociales estallaron con virulencia contra él. Y no solo las redes, sino cualquiera que sufriese la crisis, ya que incentivó la imagen de villano del FMI.

 

Sin embargo, el caso más sonado en el viejo continente ha sido el de Silvio Berlusconi. ‘Il Cavalieri’ no ha destacado nunca por su discreción, pero en este caso la indiscreción vino por parte de otros.  Ruby Robacorazones era el sobrenombre de una bailarina marroquí que aseguraba, en una conversación interceptada por la policía, que participaba en las fiestas sexuales de Berlusconi desde la tierna edad de 16 años. Por más que ella lo negase posteriormente, la prensa sensacionalista se frotó las manos con los escarceos sexuales del expresidente saliendo a la luz pública. ‘Il Cavaliere’ acabó dimitiendo en noviembre de 2011. Se dijo que el motivo era la crisis pero parece que sus affaires tampoco ayudaron mucho a la hora de mantenerlo en el sillón presidencial.

 

Está claro que sexo y política van siempre de la mano en una sociedad que se sigue asombrando con la vida íntima de los cargos públicos. ¿Hasta dónde llega su derecho a la intimidad? ¿Qué hay de escandaloso en esos asuntos privados si estos no afectan a la vida política ni a los ciudadanos? Son las cuestiones que todo el mundo se plantea en estos casos; las eternas preguntas que rondan la cabeza de unos votantes habituados a los escándalos sexuales de aquellos que los gobiernan.

La difusión de unas imágenes de la concejala de Los Yébenes, Olvido Hormigos, masturbándose, ha devuelto a la primera línea informativa un caso cada vez más frecuente: el del político involucrado en algún escándalo sexual. Por ahora solo hay un imputado acusado de difundir esas imágenes: un futbolista de treinta años amigo de la edil. El vídeo ha puesto en un brete a su protagonista, que se debate entre dimitir de su cargo o no hacerlo. Finalmente parece que se inclinará por la segunda opción, ante el apoyo recibido por parte de su partido (PSOE) y en las redes sociales, en las que se llegó a colocar el hashtag #yotambiénmemasturbo. Hormigos entró en un pleno del ayuntamiento repleto de cámaras cuando decidió no dimitir; ejemplo perfecto de lo mucho que despiertan la atención de la opinión pública este tipo de casos.