El día en que Adriana Abascal enamoró a Villalonga
Dentro del ascensor ella no duda qué botón debe presionar. Conoce cuál es la llamada Planta Noble del edificio de Telefónica, esa en la que se
Dentro del ascensor ella no duda qué botón debe presionar. Conoce cuál es la llamada Planta Noble del edificio de Telefónica, esa en la que se ubican el despacho del Presidente y otros altos cargos. El ascensor comienza a elevarse hasta que se detiene en el piso número 9, se abren las puertas y entonces una Adriana Abascal que cuanta tan sólo 28 primaveras llega con paso firme al despacho de Juan Villalonga. Viste pantalón de pana marrón, camisa clara y, por supuesto, unos tacones. Corre el año 1998 y aquel mes de octubre no fue especialmente frío.
Apenas 30 minutos después la pareja abandona la sede de Telefónica para almorzar y hablar de algunos proyectos. Prefieren alejarse del bullicio de la capital y Villalonga propone un restaurante que empieza a tener éxito en Majadahonda. No es otro que el Ars Vivendi, un restaurante italiano que despuntó en los noventa con las visitas de otros personajes del cuore como Alberto Cortina y Alberto Alcocer. Mientras Adriana Abascal y Juan Villalonga comen en ese restaurante de la periferia madrileña, se fragua el inicio de su idilio. Un romance que en apenas un par de meses ya está consolidado. En vísperas de las fiestas navideñas Villalonga rompe con su mujer con la que lleva 21 años casado, con sus tres hijos y con la que había sido su vida hasta ese momento. Hombre muy influyente en política durante la etapa de Aznar, Villalonga llega a ponerse en contra al mismísimo Presidente del Gobierno que no veía con buenos ojos su nuevo idilio. A Adriana le bastan unos días para seducir al hombre que se convertirá en su marido y padre de sus tres hijos. “Se enamoró hasta las trancas”, recuerdan quienes vivieron de cerca esa historia.
Pero ese día de octubre no era la primera vez que Juan Villalonga y Adriana Abascal se veían. Ambos habían coincidido unos meses antes en una cena organizada por la anterior pareja de la modelo, Emilio Aztárraga, presidente de Televisa y uno de los hombres más acaudalados de México. A veces el destino es sorprendente. Sólo tres meses después de esa cena, el millonario muere víctima de un cáncer terminal. Sería el final de una relación de amor para unos, e interés para otros.
En 1988 Adriana Abascal se convierte en Miss México y es cuarta en el certamen de Miss Universo. Tiene 18 años y una belleza insólita que enseguida cautiva al Presidente de Televisa. Les separan 40 años y un estilo de vida muy diferente. A punto de cumplir los 60, Emilio está casado con Paula Cussi y tiene cuatro hijos. Eso no parece ser un problema para un romance que en pocos meses causa estupor en todo México. Cuentan que Azcárraga mandaba a su esposa a París a comprar cuadros y que incluso le construyó un museo para poder pasar más tiempo a solas con Adriana. Aunque nunca llegaron a casarse, durante los siete años que estuvieron juntos la mexicana se convirtió en la esposa en la práctica de Azcárraga. Tanto es así que la nombró Vicepresidenta de Telenovelas de Televisa. En la compañía siempre se rumoreó que un día Adriana se encontró con un ejecutivo en uno de los pasillos que le espetó: “¿Ya te crees la dueña, verdad?” A lo que ella respondió: “No, pero soy la dueña del dueño que es mejor”. Realidad o leyenda, su respuesta no es más que una de las anécdotas que circulan en torno a ella por México.
También dicen que Emilio Azcárraga se volvió tan loco por ella que le compró una Harley Davidson en la que iba de pasajero como un adolescente. No sería su único regalo, ni mucho menos el más caro. Tras la muerte de Azcárraga, Adriana heredó el yate en el que falleció el millonario. Un yate, cuyo nombre era ECO, de 74 metros de eslora y valorado en 57 millones de euros y en el que Adriana guardaba multitud de recuerdos. Allí vio morir a Emilio pero también disfrutó de grandes momentos con sus amigos. En él recibió desde a Gloria y Emilio Stefan a Julio Iglesias o el mismísimo rey Juan Carlos.
No fue el yate lo único que heredó. A cambio de entregar a la familia Azcárraga el 16% de las acciones de Televisa que Emilio le había dejado, ellos le entregaron una gran suma de dinero, el famoso yate, inmuebles en México, Acapulco y Nueva York y títulos de filiales del grupo. Así culminó la disputa por los restos del imperio que Azcárraga había construido y que heredaría su hijo Emilio. Tras la muerte de la que había sido su pareja durante siete años, Adriana se refugió en la casa que ambos tenían en Los Ángeles. Tenía 27 años y un sentimiento enorme de responsabilidad. Emilio le había dicho poco antes de morir: “Quiero marcharme de este mundo pensando que no me equivoqué, que cambiar mi vida por estar contigo fue lo correcto. Por ello no me puedes defraudar. Si cuando muera empiezas a hacer tonterías con tu vida, desde donde esté me sentiré decepcionado”. Nadie sabrá que habría pensado Azcárraga al verla casarse con Villalonga. En cualquier caso Adriana es una mujer acostumbrada a ponerse el mundo por montera tal y como demuestra su inminente boda. “Soy espabilada y aprovecho las oportunidades”, ha dicho en alguna ocasión.
Fruto o no del destino y la suerte, lo cierto es que Adriana convirtió a Juan Villalonga en el padre de sus tres hijos. Rico, influyente y con varios años más que ella, como Emilio, con él se casó en 2001 en una boda de alto postín. Lo hizo vestida de Christian Lacroix, acompañada de insignes personajes como Salma Hayek y Gloria y Emilio Stefan y con un banquete a manos del restaurante Spago, el mismo que sirve a las estrellas de Hollywood durante la ceremonia de los Oscar. Con él continuó esa vida de lujo y ostentación a la que siempre había estado acostumbrada. Sin embargo, algo falló ocho años después. Se dice que a ella le podía la ambición y que Juan Villalonga era un hombre de carácter. Las palabras declaradas por Adriana en su publicación de cabecera asegurando que Juan era el hombre de su vida se las llevó el viento.
“Por fin me caso por amor”, ha dicho la de Veracruz recientemente en una entrevista sobre su boda con Emmanuel Schreder en Ibiza, que se celebrará este sábado 29. Él es el presidente de Castella France, una multinacional especializada en la prestación de servicios inmobiliarios, lo que abre así la puerta a las habladurías que siempre apostaron porque Adriana era una cazafortunas, a los comentarios de los que nunca confiaron en que sus romances con grandes millonarios hubiesen sido de verdad. “Tiene más dinero que él”, dicen sin embargo quienes la defienden.
Dentro del ascensor ella no duda qué botón debe presionar. Conoce cuál es la llamada Planta Noble del edificio de Telefónica, esa en la que se ubican el despacho del Presidente y otros altos cargos. El ascensor comienza a elevarse hasta que se detiene en el piso número 9, se abren las puertas y entonces una Adriana Abascal que cuanta tan sólo 28 primaveras llega con paso firme al despacho de Juan Villalonga. Viste pantalón de pana marrón, camisa clara y, por supuesto, unos tacones. Corre el año 1998 y aquel mes de octubre no fue especialmente frío.