Mariano Sigman, neurocientífico: "Estaríamos mejor si aprendiésemos a conversar mejor"

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La conversación forma parte de la vida cotidiana: en casa, en el trabajo, en la calle o en las redes sociales. Sin embargo, no siempre se practica de manera constructiva y, en muchos casos, se convierte en un espacio de tensión más que de entendimiento.

El neurocientífico Mariano Sigman lo ha explicado en el ciclo 'Aprendemos Juntos' de BBVA, donde reflexiona sobre la importancia de cambiar nuestra disposición al hablar. “Creo que estaríamos mucho mejor si aprendiésemos a conversar mejor. Y esto lo pienso en todas las esferas de la vida: con nuestras parejas, con nuestros hijos, con nuestros hermanos”, señala.

Para Sigman, la dificultad actual radica en lo que define como una crisis de la conversación. Discusiones cargadas de toxicidad, especialmente en el ámbito político o en redes sociales, han convertido un acto esencial en una fuente de desgaste. Frente a ello, recuerda la visión de Michel de Montaigne, filósofo del siglo XVI al que considera un referente en este terreno. El pensador francés entendía la conversación como un ejercicio de disfrute, descubrimiento y curiosidad, y no como un mecanismo para imponer ideas.

El especialista subraya que conversar no significa convencer, sino poner a prueba los propios pensamientos. Expresarlos en voz alta obliga a darles forma y coherencia, mientras que la respuesta del interlocutor añade matices y nuevas perspectivas. De esta manera, se construye lo que él llama un fresco colectivo: un espacio compartido donde las ideas evolucionan y se enriquecen gracias a la mirada de los demás.

En este sentido, propone entender la conversación como una oportunidad para descubrir, en lugar de un enfrentamiento en el que alguien gana y otro pierde. El objetivo no sería reafirmar lo que uno ya piensa, sino abrirse a la posibilidad de cuestionarlo y transformarlo. Esa disposición, explica, permite alcanzar mejores conclusiones y, al mismo tiempo, estrechar los vínculos con quienes nos rodean.

Su reflexión invita a reconsiderar la forma en que hablamos con los demás, desde los intercambios cotidianos hasta los debates más complejos. Entender la conversación como un acto de escucha y de descubrimiento compartido puede ser una de las claves para reducir tensiones y construir relaciones más saludables.