“Imperare sibi maximum imperium est” es una frase latina atribuida a Séneca, uno de los grandes pensadores del estoicismo, que puede traducirse como “Mandarse a uno mismo es el mayor poder” o “Gobernarse a sí mismo es el poder más grande”. Detrás de esta expresión, breve pero profunda, se esconde una enseñanza que sigue siendo vigente más de dos mil años después: la verdadera fortaleza no está en dominar a los demás, sino en dominarse a uno mismo.
En un mundo en el que el éxito suele medirse en poder, dinero o reconocimiento, Séneca propone otro tipo de triunfo: el autocontrol. Quien logra gobernar sus pensamientos y reacciones no depende de lo externo para mantener la paz interior. En palabras del propio filósofo, “ningún viento es favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige”. Dominarse a sí mismo implica, entonces, tener claridad sobre lo que se desea y, sobre todo, sobre lo que se necesita.
Aplicar este principio en la vida cotidiana no es sencillo, pero sí transformador. Implica, por ejemplo, aprender a no reaccionar con ira ante una provocación, a no dejarse llevar por la ansiedad del futuro o por la frustración del pasado, y a mantener el equilibrio emocional cuando las circunstancias se vuelven adversas. Como sostienen los expertos en filosofía práctica, la autodisciplina y la reflexión son herramientas tan poderosas hoy como lo eran en la Roma de Séneca.
Descubre la filosofía kos, el secreto noruego de la felicidad. (Pexels/Mădălina Vlăduță)
“Imperare sibi maximum imperium est” nos recuerda que la libertad no depende de lo que ocurre fuera, sino de lo que ocurre dentro. Que el poder más grande no se conquista hacia afuera, sino hacia adentro. Y que la verdadera tranquilidad no se halla en controlar el mundo, sino en gobernar la mente. En tiempos de ruido, distracción y prisa, la antigua sabiduría estoica sigue teniendo razón: quien se domina a sí mismo, lo domina todo.
“Imperare sibi maximum imperium est” es una frase latina atribuida a Séneca, uno de los grandes pensadores del estoicismo, que puede traducirse como “Mandarse a uno mismo es el mayor poder” o “Gobernarse a sí mismo es el poder más grande”. Detrás de esta expresión, breve pero profunda, se esconde una enseñanza que sigue siendo vigente más de dos mil años después: la verdadera fortaleza no está en dominar a los demás, sino en dominarse a uno mismo.