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La princesa Leonor, la ventaja del Rey sobre Pedro Sánchez
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OPINIÓN

La princesa Leonor, la ventaja del Rey sobre Pedro Sánchez

Si algo distingue a las monarquías de las repúblicas es que la institución se identifica directamente con la familia

Foto: El rey Felipe, con su heredera. (Limited Pictures)
El rey Felipe, con su heredera. (Limited Pictures)

La crisis del covid ha puesto en evidencia una distorsión de las instituciones. Al indisimulado presidencialismo de Sánchez se ha sumado una menguante exposición pública de la Corona. Esta distorsión fue especialmente notoria en lo más duro del confinamiento de los españoles, cuando el jefe del Ejecutivo se hacía con el mando único y con los telediarios, mientras la figura del monarca quedaba diluida, si no completamente ausente, tras el bombazo de su renuncia a la herencia de su padre y una inocua declaración televisada.

Los esfuerzos del actual Rey por recobrar impulso quedaron patentes y fueron recompensados con algún acto singularmente afortunado, como la inauguración presencial del recinto hospitalario de Ifema. Pero la mayoría de sus videoconferencias sectoriales con médicos, hospitales y especialistas quedaron reducidas a mera ‘colas’ al final de los espacios informativos.

Y eso que, en un alarde de implicación, la Casa incorporó a la Reina a todos estos trabajos. Muy al alimón con el monarca, como en los viejos tiempos de Sofía junto a Juan Carlos, pero vestida de ejecutiva y con su peinado y maquillaje más sobrios, doña Letizia parecía haber llegado a la imagen institucional de la Corona para quedarse. La visita sorpresa de la pareja real a Mercamadrid fue, de hecho, uno de los aciertos más claros de estos tres duros meses.

Sabida es la tendencia de Felipe VI a subrayar su neutralísimo papel como primer funcionario del Estado, y conocida es también su proverbial prudencia al frente de la jefatura máxima de dicho Estado, pero lo cierto es que cada vez que sale de palacio, contadas con los dedos de la mano, la gente se lo agradece. Es un hecho que la ciudadanía nunca falla en el terreno de los afectos. Menos aún en tiempo de duelo.

placeholder Los Reyes, teletrabajando. (EFE)
Los Reyes, teletrabajando. (EFE)

Y esa es, o debería ser, la ventaja, el intangible de la monarquía frente a los llamados poderes del Estado, la vertiente emocional que la propia Casa debería cultivar. Más allá de la imprescindible participación de la familia real en el acto institucional del funeral de Estado por las víctimas del covid -un acto aún imprevisible, cuando todavía no hay siquiera certeza sobre el número-, le urge alternar más la calle con la moqueta.

Pero existe otra segunda ventaja, y se llama Leonor. El expansionismo mediático del presidente del Gobierno no ha alcanzado, menos mal, a su propio entorno personal. Pese a que su esposa, Begoña, es ampliamente reconocible, los españoles no conocen a las hijas de Pedro Sánchez. Y este no es un detalle menor. Si algo distingue a las monarquías de las repúblicas es que la institución se identifica directamente con la familia.

O dicho al revés, la familia (real) forma parte de la institución que representa al Estado. De hecho, esta es la paradoja que, contra pronóstico, ha sobrevivido y otorgado estabilidad a buena parte de las democracias occidentales más desarrolladas. Y la estabilidad de dichas democracias está directamente relacionada -además de con el papel arbitral y apolítico de la Corona- con la garantía de la sucesión.

placeholder Los Reyes, con sus hijas. (EFE)
Los Reyes, con sus hijas. (EFE)

En España, la nueva tensión monarquía-república introducida desde el poder ejecutivo a través de los socios de Gobierno y de investidura ha reducido dicha garantía al nivel de mera expectativa. La propia inestabilidad política y la falta de lealtad institucional de los partidos -no hay más que recordar la justificación del vicepresidente Iglesias a las caceroladas contra el Rey al principio de la pandemia- han alimentado la oficiosa y recurrente pregunta, casi ya vieja, sobre si Leonor reinará.

Sin embargo, la realidad es tozuda y la vocación de supervivencia de la Corona parece rebrotar una vez más. La aparición de la heredera, junto a su hermana, la infanta Sofía, en un vídeo de saludo a los españoles fue tan tardía como imprescindible en medio del encierro. Apropiada fue, aún más, la imagen enlutada de la familia real al completo durante el minuto de silencio en el exterior de la Zarzuela. No obstante, la Casa no acaba de abundar en la exposición pública y aislada de la Princesa.

Es cierto que faltan tres años y medio para que la heredera jure de manera solemne la Constitución. Sobraría tiempo, probablemente, si viviéramos en otro ‘tiempo’, para que la futura Reina se diera a conocer, conectara -o lo intentara- con las nuevas generaciones y contribuyera a trasladar a los españoles una necesaria confianza en el futuro. Pero me temo que los ‘tiempos’ ya no son ‘normales’, y la Corona haría bien en adelantarse a la ‘nueva normalidad’.

La crisis del covid ha puesto en evidencia una distorsión de las instituciones. Al indisimulado presidencialismo de Sánchez se ha sumado una menguante exposición pública de la Corona. Esta distorsión fue especialmente notoria en lo más duro del confinamiento de los españoles, cuando el jefe del Ejecutivo se hacía con el mando único y con los telediarios, mientras la figura del monarca quedaba diluida, si no completamente ausente, tras el bombazo de su renuncia a la herencia de su padre y una inocua declaración televisada.

Pedro Sánchez
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