Beatriz de Holanda, una abdicación que sirvió para sumar y potenciar la institución
La madre de Guillermo de Holanda decidió dar un paso atrás en 2013 para dar paso "a las nuevas generaciones"
En Holanda la abdicación no es un hecho insólito. Tampoco tiene connotaciones negativas. Por eso, cuando la reina Beatriz de Holanda, ahora princesa, anunció el 28 de enero de 2013 en un breve discurso televisado que abdicaba, fue una sorpresa relativa y lo encajaron con naturalidad. Unas circunstancias muy distintas a la que se produjo un año más tarde en España cuando el rey Juan Carlos I decidía dar un paso atrás tras el escándalo que supuso la cacería de elefantes en Botsuana en la que sufrió una lesión de cadera y que derivó en las ya inolvidables "lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir". Una petición de perdón insólita, que daba paso a un progresivo deterioro de su imagen pública conforme iban proliferando informaciones periodísticas sobre su relación con su "amiga entrañable" Corinna Larssen.
No desvelamos nada nuevo si destacamos la diferencia situación que viven el Rey emérito y la princesa en la actualidad. Mientras el primero se ha marchado de España, tras hacerlo público un comunicado en el que no se precisa la duración de su salida, ni mucho menos el destino, y se evita cuidadosamente la palabra exilio, Beatriz de Holanda sigue gozando de una considerable popularidad en su país, siempre en un segundo plano respecto a los actuales reyes Guillermo y Máxima de Holanda.
Beatriz consideró que era bueno para la institución que ella diera un paso atrás cuando apenas quedaban unos días para que cumpliese 75 años, el 31 de enero, y su hijo llegaría al trono unos meses más tarde, el 30 de abril, justo cuando se celebraba el trigésimo tercer aniversario de la llegada de su madre, quien, a su vez, ocupaba el lugar que le dejó la reina Juliana tras abdicar, en su caso algo más joven, a los 71.
"La responsabilidad sobre nuestro país debe recaer en manos de las nuevas generaciones", manifestaba entonces la soberana, a quien popularmente se le había conocido como 'la princesa sonrisa', por su contrastada simpatía, cualidad que también ha sido muy alabada en su nuera, la reina Máxima, con quien parece mantener una excelente relación personal.
En una Europa en la que los reyes actuales son especialmente longevos, con la reina Isabel II a la cabeza, uno de los argumentos que esgrimió Beatriz de Holanda fue su edad y consideró que era "un buen momento" para tomar esa trascendental decisión. La reina se despedía mostrando agradecimiento por los años que había podido serlo y, además, destacó que esperaba seguir encontrándose a sus compatriotas, como así ha sido, pues ha mantenido una considerable agenda pública.
Estos últimos meses han sido especialmente duros para Beatriz de Holanda, quien tiene en la actualidad 82 años, pues ha estado sometida como todo el mundo a las preceptivas normas de distanciamiento social y no ha participado del posado estival de los reyes con sus hijas en el palacio Huis ten Bosch. Durante este tiempo ha echado de menos a su familia y sus nietos, y los propios reyes desvelaban que habían acudido en varias ocasiones a visitarla al palacio de Drakensteyn. Las videoconferencias también han ayudado lo suyo.
Como decimos, su abdicación estuvo exenta de polémica alguna, contrariamente a la del rey Juan Carlos o a la de Alberto de Bélgica, quien anunciaba la suya en julio de 2013, envuelto también en numerosas controversias y una demanda de paternidad de una hija ilegítima que acabó reconociendo, muy a su pesar. "Constato que mi edad y mi salud ya no me permiten ejercer mi función como desearía. Sería faltar a mis deberes y mi concepción de la función real querer mantenerme en ejercicio a cualquier precio", manifestaba entonces. También en su caso fue todo un acierto dar paso a su hijo, Felipe y su nuera Matilde.
En Holanda la abdicación no es un hecho insólito. Tampoco tiene connotaciones negativas. Por eso, cuando la reina Beatriz de Holanda, ahora princesa, anunció el 28 de enero de 2013 en un breve discurso televisado que abdicaba, fue una sorpresa relativa y lo encajaron con naturalidad. Unas circunstancias muy distintas a la que se produjo un año más tarde en España cuando el rey Juan Carlos I decidía dar un paso atrás tras el escándalo que supuso la cacería de elefantes en Botsuana en la que sufrió una lesión de cadera y que derivó en las ya inolvidables "lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir". Una petición de perdón insólita, que daba paso a un progresivo deterioro de su imagen pública conforme iban proliferando informaciones periodísticas sobre su relación con su "amiga entrañable" Corinna Larssen.